CIUDAD DEL VATICANO ► El Papa Francisco presidió esta mañana la Misa de
la Pascua de Resurrección en la Plaza de San Pedro. El
Pontífice no tuvo homilía puesto que después leyó su Mensaje Pascual e impartió
la tradicional bendición Urbi et Orbi (a la ciudad y al mundo).
En él, el
Santo Padre, reconoció que “con su muerte y resurrección, Jesús muestra a todos
la vía de la vida y la felicidad: esta vía es la humildad, que
comporta la humillación”.
A su vez
aseguró que los cristianos “tratamos de vivir al servicio de los demás, de no
ser altivos, sino disponibles y respetuosos. Esto no es debilidad, sino
autentica fuerza”.
Por otra
parte señaló que “quién lleva en sí el poder de Dios, de su amor y su justicia,
no necesita usar violencia, sino que habla y actúa con la fuerza de la verdad,
de la belleza y del amor. Imploremos al Señor resucitado la gracia de no ceder
al orgullo que fomenta la violencia y las guerras, sino que tengamos el valor
humilde del perdón y de la paz”.
Por ello
pidió que Cristo “alivie el sufrimiento de tantos hermanos nuestros perseguidos
a causa de su nombre”, en especial en Irak y Siria. Pidió la paz también para
palestinos e israelíes y el fin de los conflictos en Libia, Yemen, Nigeria,
Sudán del Sur y diversas regiones del Sudán y la República Democrática del
Congo. Se acordó en especial de los 147 universitarios asesinados el pasado
miércoles por terroristas yihadistas en Kenia y pidió también el fin del
conflicto en Ucrania.
Después del
Mensaje, el Papa despidió a los fieles deseándoles una feliz Pascua. “Lleven a
vuestras casas y a los que os encontréis el jubiloso anuncio de que el Señor ha
resucitado, de que es el Señor de la vida”.
A
continuación, ACI Prensa comparte con sus lectores el texto completo
del mensaje pascual 2015:
Queridos
hermanos y hermanas, ¡Feliz Pascua!
¡Jesucristo
ha resucitado!
El amor ha
derrotado al odio, la vida ha vencido a la muerte, la luz ha disipado la
oscuridad.
Jesucristo, por
amor a nosotros, se despojó de su gloria divina; se vació de sí mismo, asumió
la forma de siervo y se humilló hasta la muerte, y muerte de cruz. Por
esto Dios lo ha exaltado y le ha hecho Señor del universo. Jesús es el Señor.
Con su muerte
y resurrección, Jesús muestra a todos la vía de la vida y la felicidad: y esta
vía es la humildad, que comporta la humillación. Este es el camino que conduce a
la gloria. Sólo quien se humilla pueden ir hacia los «bienes de allá arriba», a
Dios (cf. Col 3,1-4). El orgulloso mira «desde arriba hacia abajo», el humilde,
«desde abajo hacia arriba».
La mañana de
Pascua, advertidos por las mujeres, Pedro y Juan corrieron al sepulcro y lo
encontraron abierto y vacío. Entonces, se acercaron y se «inclinaron» para
entrar en la tumba. Para entrar en el misterio hay que «inclinarse», abajarse.
Sólo quien se abaja comprende la glorificación de Jesús y puede seguirlo en su camino.
El mundo
propone imponerse a toda costa, competir, hacerse valer... Pero los cristianos,
por la gracia de Cristo muerto y resucitado, son los brotes de otra humanidad,
en la cual tratamos de vivir al servicio de los demás, de no ser altivos, sino
disponibles y respetuosos.
Esto no es
debilidad, sino autentica fuerza. Quién lleva en sí el poder de Dios, de su
amor y su justicia, no necesita usar violencia, sino que habla y actúa con la
fuerza de la verdad, de la belleza y del amor.
Imploremos
hoy al Señor resucitado la gracia de no ceder al orgullo que fomenta la
violencia y las guerras, sino que tengamos el valor humilde del perdón y de la
paz. Pedimos a Jesús victorioso que alivie el sufrimiento de tantos hermanos
nuestros perseguidos a causa de su nombre, así como de todos los que padecen
injustamente las consecuencias de los conflictos y las violencias que se están
produciendo. Son muchas.
Roguemos ante
todo por la amada Siria e Irak, para que cese el fragor de las armas y se
restablezca una buena convivencia entre los diferentes grupos que conforman
estos amados países. Que la comunidad internacional no permanezca inerte ante
la inmensa tragedia humanitaria dentro de estos países y el drama de tantos
refugiados.
Imploremos la
paz para todos los habitantes de Tierra Santa. Que crezca entre israelíes
y palestinos la cultura del encuentro y se reanude el proceso de paz, para
poner fin a años de sufrimientos y divisiones.
Pidamos la
paz para Libia, para que se acabe con el absurdo derramamiento de sangre por el
que está pasando, así como toda bárbara violencia, y para que cuantos se
preocupan por el destino del país se esfuercen en favorecer la reconciliación y
edificar una sociedad fraterna que respete la dignidad de la persona. Y
esperemos que también en Yemen prevalezca una voluntad común de pacificación,
por el bien de toda la población.
Al mismo
tiempo, encomendemos con esperanza al Señor que es tan misericordioso el acuerdo
alcanzado en estos días en Lausana, para que sea un paso definitivo hacia un
mundo más seguro y fraterno.
Supliquemos
al Señor resucitado el don de la paz en Nigeria, Sudán del Sur y diversas
regiones del Sudán y la República Democrática del Congo. Que todas las personas
de buena voluntad eleven una oración incesante por aquellos que perdieron su
vida ?y pienso muy especialmente en los jóvenes asesinados el pasado jueves en
la Universidad de Garissa, en Kenia?, los que han sido secuestrados, los que han
tenido que abandonar sus hogares y sus seres queridos.
Que la
resurrección del Señor haga llegar la luz a la amada Ucrania, especialmente a
los que han sufrido la violencia del conflicto de los últimos meses. Que el
país reencuentre la paz y la esperanza gracias al compromiso de todas las
partes interesadas.
Pidamos paz y
libertad para tantos hombres y mujeres sometidos a nuevas y antiguas formas de
esclavitud por parte de personas y organizaciones criminales. Paz y libertad
para las víctimas de los traficantes de droga, muchas veces aliados con los
poderes que deberían defender la paz y la armonía en la familia humana.
E imploremos la paz para este mundo sometido a los traficantes de armas, que ganan
con la sangre de hombres y mujeres.
Y que a los
marginados, los presos, los pobres y los emigrantes, tan a menudo rechazados,
maltratados y desechados; a los enfermos y los que sufren; a los niños,
especialmente aquellos sometidos a la violencia; a cuantos hoy están de luto; y
a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, llegue la voz consoladora y
sanadora del Señor Jesús: «La paz esté con ustedes». (Lc 24,36). «No teman, he
resucitado y siempre estaré con ustedes» (cf. Misal Romano, Antífona de entrada
del día de Pascua).
Saludos de Pascua del Santo Padre
Queridos
hermanos y hermanas:
Deseo dirigir
mis augurios de Feliz Pascua a todos ustedes que han venido a esta plaza de
diversos países, como también a cuantos están conectados a través de los medios
de comunicación social.
Lleven en a
sus casas y a quienes encuentran el alegre anuncio que ha resucitado el Señor
de la vida, llevando consigo amor, justicia, respeto y perdón.
Gracias por
su presencia, por su oración y por el entusiasmo de su fe. Un pensamiento
especial y agradecido por el don de las flores, que también este años previenen
de los Países Bajos.
¡Feliz Pascua
a todos!
Fuente: Agencias
Abril/05/2015
www.libertadguerrero.net
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