Motín en la prisión de Tuxpan (Guerrero) en enero de 2014 / REUTERS |
CIUDAD DE MÉXICO ► No hay
sitio más seguro en México. Ni más peligroso. En los 27.900 metros cuadrados
que ocupa el presidio de El Altiplano, se concentra el averno del crimen.
Hombres que torturaron, desmembraron y decapitaron a inocentes; que
corrompieron a jueces y generales y socavaron la ley. Enemigos irreconciliables
cuyos nombres forman la leyenda oscura del narcotráfico como Joaquín
Guzmán Loera, El Chapo; el despiadado Edgar Valdez Villarreal, La
Barbie; Héctor Beltrán Leyva, El H, o Miguel Ángel Félix
Gallardo, El Padrino, el padre de los grandes narcos. Todos han
suscrito una carta de protesta ante la Comisión Nacional de Derechos
Humanos mexicana (CNDH) por lo que consideran “indignas e inhumanas” las
condiciones de vida en el penal de máxima seguridad.
La queja, formulada en 11 folios, ha
sido ratificada por 138 internos y ha motivado la apertura de una investigación
del organismo público. El texto presenta un cuadro de hacinamiento, suciedad,
mala alimentación (debido a la privatización del servicio, puntualizan),
confinamiento excesivo y corrupción interna. Escrito con un lenguaje que
combina descripciones vividas con sonoras faltas de ortografía, la misiva
finaliza con una velada amenaza a las autoridades del penal por si sufren
represalias.
El relato de los reos arranca con la
descripción del trato que reciben sus familiares en la cárcel, ubicada en el
Estado de México. “Son desnudados ante las miradas lívidas de oficiales/as, y
en muchos casos manoseados, intimidados y tratados con palabras altisonantes,
no mediando el más mínimo sentido de la ética profesional y menos el humano”.
Las visitas se desarrollan, según los presos, en espacios desangelados con
fugas de agua, sanitarios rotos, cristales quebrados, lavabos caídos y duchas
estropeadas. Una degradación que, a tenor de la queja, se muestra en todo su
esplendor en las camas destinadas a los momentos íntimos cuyos colchones tienen
“los alambres salidos, y están sucios y malolientes”.
La estrechez de las celdas también es
objeto de crítica. En habitáculos de dos personas, duermen tres. En ese espacio
transcurre además la mayor parte del tiempo. “El confinamiento es contrario a
los derechos humanos, pues no es posible estar encerrados 23 de las 24 horas
que tiene el día (…) Es imposible prepararse así para una posible reinserción
social”, detalla el texto. En esta línea, exigen que se reanuden las
actividades y que las horas de patio pasen a dos al día. También piden ampliar
las comunicaciones, limitadas a 10 minutos de llamada telefónica cada nueve
días. Para ello, solicitan cabinas públicas “como en países más avanzados”.
Otro aspecto que despierta el encono es
la comida. Los presos achacan la pérdida de calidad al “parteaguas” que supuso
la privatización del servicio y apuntan contra la empresa concesionaria. “Es
muy común encontrar el pollo agusanado, la carne en mal estado, el frijol con
piedras (...) y los embutidos caducados”. La carta se cierra con detalles de
supuestas connivencias y corruptelas de los funcionarios, con nombres y
apellidos. Un señalamiento que procediendo de presos muy peligrosos suscita una
inquietante lectura. “Es seguro e inevitable que la institución emprenderá
acciones de represalia (…) se les responsabiliza de cualquier acto ilegal en
contra de nosotros y de nuestras familias”, finaliza el escrito.
Las autoridades federales han declinado
responder a la queja y han señalado que corresponde a la CNDH investigar la
denuncia. El penal de El Altiplano fue considerado en 2012 por un estudio
universitario el que menor hacinamiento presentaba dentro del sistema
penitenciario mexicano. Los narcos, algunos de los cuales han figurado en la
lista Forbes, se unen para demostrar lo contrario. Es su primera rebelión entre
rejas. Fuera, no las admitían.
Por Juan
Martínez Ahrens | El País
Marzo/07/2015
www.libertadguerrero.net
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