BAJO
FUEGO
•Migrantes
[Por José Antonio Rivera Rosales]
Un
estimado de tres millones de guerrerenses viven y trabajan en varios estados de
la Unión Americana como California, Georgia, Nebraska, Nueva York e Illinois.
De ellos, unos 350 mil habitan en la ciudad de Chicago, estado de Illinois.
Se
trata de la diáspora de guerrerenses que, procedente mayoritariamente de Tierra
Caliente, Norte y La Montaña de Guerrero, desde hace muchos años se vieron
obligados a emigrar a aquellos lares obligados por la pobreza, la marginación y
el abandono ancestral que padece la entidad, que no ha visto mejoras
sustanciales a pesar de todos los programas oficiales de supuesta ayuda a la
economía familiar.
Para
sorpresa de algunos, en los últimos 15 o 20 años un segmento creciente de
habitantes del municipio de Acapulco se ha integrado al proceso migratorio en
busca de mejores opciones de vida, que por desgracia no encuentran aquí. Es un
segmento urbano de jóvenes de la periferia de Acapulco que ha comenzado a ver,
al otro lado del Río Grande, la única alterativa de sobrevivencia frente a la
violencia desatada que padecen los guerrerenses en lo general y los porteños en
lo particular.
Desde los años setenta en que se hizo palpable esa migración, aparejada
a las sucesivas crisis económicas que han mantenido la economía mexicana en
vilo, esa migración de familias completas comenzó a convertirse,
paulatinamente, en un bálsamo para la paupérrima situación de decenas de miles
de familias de Guerrero. A la fecha, las remesas o auxilios económicos que
provienen del exterior constituyen un alivio singular para las comunidades
pobres.
Hace
no mucho tiempo, un conocedor de estos temas sostenía que, si no se contara con
esos ingresos extraordinarios procedentes del exterior, la zona rural de
Guerrero estaría en guerra civil. Probablemente sea verdad.
Lo
cierto es que, este 2015 que está por terminar, cálculos conservadores estiman
en un mil 600 millones de dólares los recursos que ingresan a Guerrero en
remesas de ciudadanos radicados en los Estados Unidos. Mucho más que los
ingresos por vía del turismo.
Por
ello, esas decenas de miles de trabajadores y trabajadoras -algunos convertidos
ya en empresarios exitosos en aquel país-, merecían contar con un enlace
oficial en el gobierno de Guerrero que, de manera formal, pudiera concretar
obras de beneficio social en las comunidades de origen de estos ciudadanos
guerrerenses bien nacidos, que llevan por lo menos 25 años apoyando la economía
estatal sin pedir nada a cambio.
Ese
enlace se constituyó apenas en octubre de 2011, en la forma de una Secretaría
de los Migrantes y Asuntos Internacionales (SEMAI), evento pensado como un acto
de elemental justicia que permita reconocer la labor que los migrantes guerrerenses
han llevado a cabo en los últimos 25 años por lo menos, en beneficio de su
estado natal. La verdad es que tardaron mucho para reconocerlos.
En
su corta existencia, esa dependencia ha tenido como titulares a políticos que
han tutelado derechos de terceros, pero más como simples administradores que
como personas que hayan vivido en carne propia el viacrucis que sufrieron los
migrantes para insertarse en la economía norteamericana. Eran, pues, personas
que miraban el fenómeno migratorio -con todo el dolor que esto conlleva- desde
lejos.
Por
ello resulta extraordinario que desde el inicio de su gobierno, Héctor
Astudillo haya designado al frente de la SEMAI a Fabián Morales Marchan, un
verdadero migrante que, junto con muchos y muchas más de sus paisanos, desde
1980 arrancaron una labor de vinculación solidaria con sus comunidades de
origen, a las que nunca olvidaron y de las que son ejemplo de orgullo e
identidad.
También por ello resulta por lo menos infame que grupos perfectamente
identificados de personas, atrincherados en membretes fantasmas, hayan lanzado
una campaña cobarde de descrédito, infundios y calumnias para tratar de echar
abajo la designación que recayó en Morales Marchan, con el único objetivo
visible de obligar al mandatario a dar marcha atrás en la decisión.
Durante esas maniobras, que por esa vía buscaban apropiarse del
presupuesto de esa dependencia, acusaron a Morales de haberse apropiado de
apoyos materiales enviados por los migrantes, ahora residentes en territorio
norteamericano, para mitigar los efectos de la tormenta Manuel, que tantos
daños causó al territorio y sociedad guerrerense.
Durante una conferencia de prensa ocurrida la semana pasada en la ciudad
de Chicago, la Federación de Guerrerenses Radicados en esa urbe norteamericana
-formación de la que forma parte Fabián Morales-, desmintió tajantemente los
infundios vertidos por esas personas que buscaban de esa forma cuajar sus
ambiciones personales, así sea mediante la intriga.
Con
evidencia en mano, Rubén Salgado y Carmen Ríos, presidente y expresidenta de
esa organización mayoritaria de guerrerenses radicados en aquella ciudad,
rechazaron los infundios y demostraron ante medios de información y paisanos
guerrerenses que todo lo que se difundió de manera dolosa, tenía un trasfondo
político.
Pareciera que esa conferencia, en la que los guerrerenses agremiados a
esa federación de comités -que cuenta con 45 clubes reconocidos por la ley, con
al menos unos 350 a 400 socios cada uno-, fue el punto final de la campaña de
insidia que buscaba solamente alcanzar posiciones políticas en lugar de
trabajar por la unidad, la solidaridad y la cultura, como han actuado los
guerrerenses organizados en esas formaciones ejemplares.
Toca
ahora a Morales Marchan demostrar con hechos que estará a la altura de los
retos que plantea la nueva relación del gobierno de Guerrero con todos los
guerrerenses radicados en los Estados Unidos. El tiempo será el mejor juez.
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