BAJO FUEGO
• Horizonte de fusiles
[ Por José Antonio Rivera Rosales ]
“Las autoridades
quisieron gobernar sin los ciudadanos y terminaron gobernando contra los
ciudadanos”.
Esa frase,
pronunciada por el sacerdote Jesús Mendoza Zaragoza durante la presentación reciente
del título La rebelión ciudadana y la
justicia comunitaria en Guerrero, condensa lo que está sucediendo en México
y en Guerrero.
Por desgracia, la
clase política nacional y estatal le apuesta a la reproducción de un círculo
vicioso en el que el fenómeno de la violencia se genera una y otra vez sin que
aparezca alguna luz de esperanza en el futuro inmediato, que más se asemeja a
un horizonte configurado por fusiles que por ramas de olivo.
Y, también por
desgracia, ni los políticos locales o nacionales, de izquierda o de derecha, ni
el sector privado, parecen estar interesados en prevenir un escenario de tal
naturaleza a pesar de las señales visibles que se presentan en el futuro
cercano.
Sólo una parte
del sector social, integrado por movimientos populares emanados de las
comunidades rurales de Guerrero, parecen ser los únicos en darse cuenta de los
peligros inminentes que acechan a los guerrerenses -y a la sociedad nacional- a
la vuelta de unos cuantos meses.
Cada quien, desde
su zona de confort, han hecho o han dejado de hacer lo que les toca para
generar condiciones de cada vez mayor explosividad social.
En principio, el
gobierno de Enrique Peña Nieto es el principal promotor de una coyuntura
histórica en la que sus reformas estructurales, principalmente las reformas laboral
y energética y, en fecha próxima, las inminentes reformas sobre el agua y el campo,
serán causa ineludible de un estallido social que comienza a asomar su rostro aciago
en las inconformidades ciudadanas más visibles.
Sin embargo, los
efectos positivos de las reformas estructurales ni siquiera fueron mencionados
por los banqueros que la semana pasada se reunieron en el puerto de Acapulco,
quienes simplemente olvidaron mencionar los supuestos beneficios de la reforma
financiera que debía generar condiciones para ampliar el techo financiero del
crédito al consumo y a la producción. Más crédito y más barato, dijo en su
momento Peña Nieto.
Pero al parecer los banqueros consideran que
la banca ha crecido a más del doble entre 2000 y 2015, al margen por completo de
la reforma financiera, que simplemente fue obviada de toda mención.
De acuerdo con
datos proporcionados por los banqueros, entre 2011 y 2014 la banca creció 2.4
veces su tamaño en un lapso de 13 años que han sido “13 años de crecimiento sólido
y constante”, lo que se traduce en un incremento promedio anual de 7.8 por
ciento, de acuerdo con palabras de Luis Robles Miaja, presidente de la
Asociación de Bancos de México (ABM).
Es decir que en
los peores años de violencia en México, cuando la economía registró un
incremento promedio de apenas 1.8 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB),
el más bajo en los últimos 30 años, la banca logró un crecimiento
impresionante. Vaya, que cruel ironía.
Otros datos
aportados por los propios banqueros son igual de impresionantes: en 2014 la
banca concedió créditos por 3 billones 115 mil millones de pesos, una cantidad
86 por ciento superior a la liberada el año 2000, crédito asignado en un 45 por
ciento a las empresas, 22 por ciento para el consumo, 17 por ciento para la
vivienda y sólo 16 por ciento para el gobierno.
Tan sólo para
ilustrar su éxito, en el 2000 la banca afincada en México contaba con 21
millones de clientes, mientras que en la actualidad disfruta de una cartera
estimada en más de 50 millones.
Como para coronar
estos logros, para 2015 los banqueros dicen tener en disponibilidad 100 mil
millones de dólares para crédito destinado al crecimiento de la economía
mexicana.
Frente a este
balance de 13 años de operaciones, resulta bastante claro que la reforma
financiera de Peña Nieto, con apenas 14 meses de vigencia, ha servido para
maldita la cosa, como no sea más que para consuelo mediático de los mexicanos.
El gran problema
aquí es que estas cifras ilustran las ganancias del capital especulativo, muy
distinto del capital productivo que en un 80 por ciento se concentra en la
pequeña y mediana industria, así como en las empresas de servicios turísticos.
Es decir, el capital productivo es financiado por el capital especulativo que,
sin generar riqueza, es el que se lleva las ganancias de la economía mexicana.
Así pues, tenemos
una banca privada poderosa frente a una economía nacional pobre y a la baja,
con una clase laboral integrada por varios millones de desempleados y
asalariados -con salarios de hambre, hay que matizarlo-, lo que sólo nos
permite atisbar un poco en el pozo profundo en que está hundido México y, en
particular, los estados del sur -Guerrero, Oaxaca, Chiapas-, que están al borde
de un estallido por hartazgo y pobreza ¿Suena parecido con lo que pasó en 1910?
Para dejarlo en
claro: este es el lamentable papel que han protagonizado la clase política
gobernante y el sector financiero de México, que viven en un mundo distinto del
resto de los mexicanos: el mundo del poder y del dinero.
El resto de los
mexicanos en general y los guerrerenses en particular tendrán que resignarse a
vivir en el mundo real, muchos con una economía paupérrima e ingresos que
apenas si alcanzan para medio comer.
Frente a este
escenario, las reformas estructurales de Peña Nieto, cuya efectividad está en
duda, se constituyen como las fuentes primordiales de agravios a la clase
laboral, a los sectores populares y, debido a la nueva ley de aguas nacionales
que se cocina en el Congreso de la Unión, también alimentarán la rebeldía de
los núcleos familiares integrales, que se verán lesionados por todos estos
ordenamientos que sólo benefician al gran capital mexicano y a los capitales
transnacionales.
Pero si las
reformas estructurales son el blanco de las inconformidades gremiales en mediano plazo, el detonante es sin duda la
matanza y desaparición de estudiantes normalistas de Ayotzinapa, ocurrida en
septiembre pasado, que se constituye como el principal agravio contra los
sectores populares.
En este gran
escenario de inconformidad social tienen su parte de culpa, como ya se ha
citado en este espacio, los partidos políticos de izquierda y derecha dirigidos
por canallas que sólo buscan ser uno y lo mismo con el mundo del poder y del
dinero.
Habremos de
volver sobre este punto.
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