🔘 El féretro fue
colocado frente a la tumba de San Pedro y enfrente del imponente baldaquino de
Bernini; una monja amiga del papa saltó el protocolo para despedirlo
Por Staff de Redacción
CIUDAD DEL VATICANO (23/Abril/2025).- El féretro abierto
del papa Francisco, llevado en procesión a hombros por los 'sediarios'
pontificios y escoltado por la Guardia Suiza, llegó a la basílica de San Pedro
y fue colocado ante el Altar de la Confesión. Un poco más tarde, los fieles
comenzaron a darle el último adiós. La capilla ardiente durará tres días y este
sábado se realizará el último acto fúnebre con la presencia de varios jefes de
estado de todo el mundo.
La ceremonia del traslado del féretro del papa
Francisco, que falleció este lunes a los 88 años, de la capilla de Santa Marta,
comenzó a las 9.00 hora local desde la que fue su residencia, a la basílica de
San Pedro.
La procesión recorrió la plaza de Santa Marta y la
plaza de los Protomartires Romanos y atravesó el Arco de las Campanas hasta
salir a la plaza de San Pedro y entró en la Basílica Vaticana por la puerta
central. El féretro estaba precedido por los cardenales presentes en Roma
mientras que cerraban la procesión las personas que más cerca estuvieron del
pontífice, sus secretarios y sus asistentes.
El féretro fue colocado frente a la tumba de San
Pedro y enfrente del imponente baldaquino de Bernini.
MONJA
ROMPE PROTOCOLO
Sor Genevieve Jeanningros saca el pañuelo del
bolsillo e intenta secarse las lágrimas, abrumada por la angustia. La hermana,
de 82 años, amiga del Papa y comprometida desde siempre con los más
desfavorecidos —en particular con la gente del circo, a quienes también hizo
conocer a Francisco—, fue una de las primeras personas en rendir homenaje al
Papa, cuyo cuerpo está expuesto desde este miércoles en la basílica de San
Pedro, y su imagen conmovió al mundo.
La monja, de la orden de las Hermanitas de Jesús,
es sobrina de otra religiosa francesa, Leoni Duquet, secuestrada y asesinada en
la Argentina durante la última dictadura.
Pequeña, con su gran mochila verde a la espalda, la
religiosa parece aún más diminuta bajo el peso de un dolor sincero. Está
despidiendo al Papa, alguien con quien se hablaba con frecuencia y se veía en
todas las audiencias generales de los miércoles.
Para despedir a su amigo, Sor Genevieve salta el
protocolo, y en el Vaticano se lo deja pasar. La religiosa supera el cordón
tendido en torno al ataúd del Pontífice para impedir el paso y, si bien al
principio algunos diáconos intentan alejarla diciéndole que no puede estar ahí,
que debe esperar, algunos gendarmes la reconocen y la asisten. La llevan hasta
el féretro y le permiten quedarse ahí para llorar desconsoladamente a su amigo.
Genevieve -“la niña terrible”, como le decía
Francisco, por su mirada vivaz y sus ojos azules, como los de un niño- veía al
Papa todos los miércoles por la mañana, los días de la audiencia general. Se
sentaba en el Aula Pablo VI junto al padre Andrea Conocchia, párroco de
Torvaianica que desde hace años ha recibido a personas trans en su parroquia.
“Sigan adelante, sigan adelante”, les decía Bergoglio a ambos.
De sus encuentros con el Papa, acompañada de toda
la gente que ayudaba, la religiosa salía muy emocionada, pero más quienes iban
con ella. “Sufrían en su identidad y en el desprecio del pueblo. Y me emocionó
ver su alegría”, contó una vez. “Lo quieren mucho porque es la primera vez que
personas trans y gay son acogidos por un Papa, por fin han encontrado una Iglesia
que ha ido a su encuentro”.
Esta religiosa de las Hermanas de Jesús vive en una caravana junto a otra monja, en un parque de atracciones de Ostia, cerca de Roma, y desde hace 56 años ayuda a pobres, prostitutas y transexuales que trabajan en la calle, predica entre la gente del circo. Hasta ese parque fue Francisco dos veces para visitarla, en 2015 y en 2024.
Lèonie Duquet, la tía de Genevieve, era una de las
dos monjas francesas –junto a Alice Dumon- que vivían en la Argentina durante
la última dictadura militar, que ayudaban a las madres de Plaza de Mayo y que
fueron secuestradas y torturadas en 1977. En un caso que provocó una fuerte
tensión bilateral con Francia, las monjas fueron asesinadas por medio de lo que
se conoció como los “vuelos de la muerte”. Narcotizadas, fueron arrojadas desde
un avión al Mar Argentino.
Duquet era amiga de Jorge Bergoglio, entonces
general de los jesuitas en el país, quien ayudó a escapar o esconderse a
algunos disidentes.
Cuando Bergoglio se convirtió en el papa Francisco, sor Genevieve se puso en contacto y le contó que era la sobrina de Duquet, y que también era monja. Allí comenzó su amistad.
Con información de Agencias.
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