Rechaza haber criminalizado a las víctimas de la Simón Bolívar: “Jamás dije que la familia estaba involucrada en cuestiones ilícitas”, sostiene

Fuente: Agencias
ACAPULCO, 18 de noviembre de 2019.- En la
calle 2 de la colonia Simón Bolívar de Acapulco, la caseta donde doña Honoria
vendía galletas y refrescos está cerrada. Son casi las dos de la tarde del
miércoles 30 de octubre. Los alumnos del turno vespertino de la primaria
Nicolás Bravo que acaban de entrar no la han visto abierta desde hace 15 días,
cuando junto con su hija y sus tres nietos fueron sacados de su casa, a unos
pasos de aquí, en el andador Granados. Los hallaron un mes después, en una fosa,
a dos kilómetros de distancia.
Poco o nada se sabe de lo ocurrido, salvo un
escueto informe policial que dice que hombres armados entraron a la vivienda en
la madrugada y se llevaron a doña Honoria Rendón Ríos, de 70 años, a su hija
Adriana Gutiérrez Rendón, de 34, y a los chicos: Josué Almazán Gutiérrez, de
19; Pedro Ramírez Gutiérrez, de 16, y René Calderón Gutiérrez, de 11. Los
vecinos pasan estoicos por la callejuela que metros abajo pierde el concreto y
parece no llevar a sitio alguno que no sea un desbarrancadero.
La casa marcada con el lote 2 manzana 10,
donde vivían, semeja una casa fantasma. La vecina, una anciana con parálisis
parcial, abre la puerta de su patio, amable, pero dice que ella no supo nada.
Más tarde, su hija la reconvendría por hablar con extraños.
Los vecinos varones, morenos y robustos,
vestidos de bermudas hasta las rodillas, camisetas y sandalias, hablan con
recelo y dicen lo mismo. Nadie vio nada, nadie oyó nada. Nadie se enteró de la
desaparición de una familia completa, sino hasta muy entrado el martes 15.
La
Simón Bolívar
La Simón Bolívar se creó hace 32 años como un
asentamiento irregular en las laderas cercanas a la Emiliano Zapata, colindante
a su vez con Ciudad Renacimiento, una colonia fundada a principios de los 80
por el exgobernador Rubén Figueroa Figueroa para darle vivienda a unas 100 mil
familias que vivían como paracaidistas en el anfiteatro de un Acapulco que lo
prometía todo y que no cumplió en nada.
De acuerdo con el informe de 2015 del Consejo
Nacional de Evaluación de Política Social (Coneval), Acapulco es la ciudad
mexicana con mayor índice de pobreza alimentaria.
De 771 mil habitantes en la zona urbana
(Inegi, 2015), 172 mil tienen lo mínimo para comer (viven en los umbrales de la
pobreza extrema) y otros 400 mil son pobres; 89.6% es analfabeta y 45% de la
población en edad de estudiar no lo hace. Más de 10% no tiene acceso a agua
potable.
En 2012, recién entrado el gobierno de
Enrique Peña Nieto, en la Simón Bolívar inició la Cruzada Nacional Contra el
Hambre, con un comedor en lo alto de la colonia cuya operación no duró ni seis
meses.
Los vecinos del inmueble en escombros donde
estuvieron unas hornillas, unos bancos y un mesón no recuerdan mucho. Salvo que
la secretaria Rosario Robles llegó con toda la pompa, se tomó la foto y se fue.

Hasta acá, una cuadra antes del andador
Granados hacen parada las camionetas alimentadoras que vienen de la parte baja,
del bulevar Vicente Guerrero. Parten de los linderos de Ciudad Renacimiento, a
una media hora de distancia, atraviesan la Emiliano Zapata, pasan por alguna
parte de la Libertadores —que alberga la sobrepoblada cárcel estatal, donde 28
presos fueron asesinados en una riña interna en 2017— y que junto a Las Cruces,
la Sabana y la Frontera conforman el hiperviolento Polígono D.
El mismo que hizo de Acapulco por muchos años
la ciudad más violenta del mundo, de acuerdo con el Consejo Ciudadano para la
Seguridad Pública y Justicia Penal, hoy en segundo sitio, con 110 homicidios
por cada 100 mil habitantes, por debajo de Tijuana, aunque arriba de Caracas,
Venezuela.
Es mejor callar en este sitio donde la única
caseta de policía está en ruinas, donde son comunes los enfrentamientos, donde
los rondines de vehículos con chicos al servicio del narco son rutinarios
pasadas las seis de la tarde y todo el mundo se encierra, y donde los policías
ministeriales son echados a tiros si osan subir hasta este sitio.
Son las dos de la tarde y todo está cerrado.
Las cortinas de los negocios que se cruzan para llegar hasta acá tienen marcas
de polvo y tierra de hace meses o años, con leyendas de “se renta” decoloradas
por el tiempo. Las casas en venta o abandonadas por quienes huyen de un
cataclismo se cuentan por docenas.
“No tenemos policías suficientes”, dice la
síndica procuradora de Acapulco, Leticia Castro Ortiz, cuando se le pregunta en
su oficina del ayuntamiento sobre el abandono en seguridad para las colonias de
los cinturones de miseria, la Simón Bolívar entre ellas.
De 3 mil agentes que deben andar en la calle,
sólo tienen 580. Hay 2 mil 100 efectivos en total, concede, pero los otros mil
520 hacen labores administrativas. Luego habla de la periferia, de sus
carencias, de la falta de oportunidades, redundancias, porque en la Costera y
en el Acapulco de clase media sí que hay presencia policial.
“En marzo pasado lanzamos una convocatoria
para reclutar nuevos agentes. Llegaron 150 aspirantes; en las primeras pruebas
se quedaron 75 y en el filtro final sólo 45”, explica.
El presupuesto en materia de seguridad
pública es de más de 500 millones de pesos. La síndica comenta que ese
presupuesto no es suficiente y que tienen que trabajar con lo que les den. “Lanzaremos
una gran convocatoria ciudadana para reclutar nuevos agentes. No sé, me parece
que tampoco sea una tarea que cualquiera quiera asumir por las condiciones de
la ciudad. No es fácil ser policía en Acapulco”, dice.
Desapariciones
“Y mientras, la calamidad quién la para”,
dice Emma Mora, presidenta de la organización Familias de Acapulco en Busca de
sus Desaparecidos. Cuando empezaron a platicar para organizarse y buscar a los
suyos en 2015, en la iglesia del padre Jesús Mendoza Zaragoza, eran cuatro
familias; cuando se conformaron, en enero de 2016, ya eran 16 y hoy, tres años
después, son 226 familias integrantes de esta Asociación Civil que buscan a sus
padres, hijos, esposos, hermanos.
En los últimos 10 años tienen un registro de
3 mil desaparecidos sólo en Acapulco. Hay un patrón. La mayoría, 80%, unos 2
mil 400 casos, son de la periferia: de las colonias Zapata, Simón Bolívar,
Renacimiento, Chinameca, Sinaí, Coloso, Colosio, Jardín, son más de 500 las
colonias regulares y otra cifra igual las irregulares; los desaparecidos son
chicos de entre los 18 y 25 años.
De las 226 familias que buscan a su familia
han logrado esclarecer 54 casos, si esclarecer es hallarlos en fosas
clandestinas, como a Honoria y sus familia. Otros 24 más se han logrado
rescatar de diversas circunstancias de las que prefiere no abundar la
activista.
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