
ESTRICTAMENTE PERSONAL
¡RECÓRCHOLIS PRESIDENTE!
Por Raymundo Riva
Palacio *
En tan solo 24 horas, el gobierno de México
ha vulnerado su seguridad nacional por instrucciones de quien debe ser su mayor
garante, el Presidente de la República. En dos conferencias de prensa
matutinas, el presidente Andrés Manuel López Obrador arrojó a la tarima de la
opinión pública al secretario de la Defensa Nacional, general Luis Cresencio
Sandoval, para que en aras de la “transparencia” -como retóricamente se esconde
la opacidad del gobierno-, revelara información secreta que pone en riesgo la
vida de militares y de sus familias, y mostró las capacidades tácticas y
tecnológicas que, al poder ser vistas y analizadas por el crimen organizado,
minan al Estado Mexicano. El Presidente no es un traidor a la Patria, no hay
que equivocarse. Lo que se puede argumentar es que no termina de entender es
que es Jefe de Estado, no un político en campaña permanente.
La nueva montaña rusa en donde se ha metido
de manera voluntaria ha rebasado su capacidad cognitiva y de reacción, pero no
su vocación indómita para hablar de todo sin detenerse un momento a reflexionar
sobre el daño que pueda causar. En la conferencia del jueves sucedió algo muy
grave. Neldy San Martín, de la revista Proceso, cuestionó que en la relatoría
que hizo el general Sandoval el miércoles, no mencionara quién había ordenado
el operativo, ni establecía la cadena de mando. Con una extraña demostración de
sinapsis, el presidente, que es el supremo comandante de las Fuerzas Armadas, interrumpió
al general Sandoval cuando hablaba de un militar que por no aceptar un soborno
del Cártel de Sinaloa el 17 de octubre fue amenazado, al igual que su familia,
le ordenó que, sin revelar el nombre de ese oficial, revelara el nombre del
“operativo en lo nacional”. Esa instrucción generó una lamentable confusión que
atenta contra el Estado.
Operación nacional no es la operación en
Culiacán per se. El general Sandoval no pidió explicación al presidente en la
tarima de Palacio Nacional, en una conferencia transmitida en vivo, ni tampoco
se negó a acatar la orden. Tampoco le pidió una aclaración a la instrucción
antes de dar el nombre del teniente coronel Juan José Verde Montes, jefe del
Grupo de Análisis de Información del Narcotráfico (GIAN), como el responsable,
no de haber ordenado el operativo o como el mando más alto en el culiacanazo,
sino como “el responsable de la generación de la obtención de información”. No
es lo mismo, pero el mensaje que salió de Palacio Nacional es que él fue el
jefe de las acciones del 17.
En un día, se revelaron dos secretos de
Estado. El miércoles, por instrucciones presidenciales, el general Sandoval dio
a conocer la existencia del GIAN, un órgano secreto adscrito al desaparecido
Estado Mayor Presidencial, que no podía encontrarse en ninguna parte de los
organigramas del gobierno federal. El GIAN fue descrito miércoles y jueves como
un grupo altamente capacitado que había participado en muchas acciones contra
objetivos de alto impacto. En la exaltación del GIAN señalaron dos de sus
acciones, aunque uno de ellos, Santiago Mazari, el jefe de la banda criminal de
Los Rojos, no fue capturado, sino se entregó este año. El otro secreto fue el
nombre del teniente coronel Verde, como jefe del GIAN, a quien, al haber
exaltado como un grupo de élite altamente exitoso, se puso su vida en riesgo.
En ninguna parte del mundo los nombres de
quienes encabezan las unidades especiales son expuestos. Uno de los ejemplos
más famosos de esta secrecía es el vestíbulo de la CIA en Langley, Virginia,
donde en un muro de mármol blanco están estrellas, sin nombre, de sus agentes
caídos en misiones. Cometer indiscreciones de esa naturaleza, por ignorancia o
ingenuidad, tiene consecuencias. En México hubo un episodio lamentable de
ruptura en la seguridad del Estado en diciembre de 2009, cuando después de que
se hizo un homenaje público a un marino que participó en el operativo donde fue
abatido Arturo Beltrán Leyva, como represalia sus hermanos subcontrataron a una
célula de Los Zetas para que mataran a su madre y a sus dos hermanos. El
presidente López Obrador, que forzó la revelación del nombre del jefe del GIAN,
había criticado, paradójicamente, aquella falla en la que incurrió el gobierno
federal.
Todo ello, empero, no reveló quién diseñó y
estuvo en lo alto de la cadena de mando operativa. El responsable de la
operación fue el general de brigada Luis Rodríguez Bucio, comandante de la
Guardia Nacional, ex jefe del GIAN, que trabajó con el teniente coronel. Lo que
sí quedó al descubierto con la relatoría de lo sucedido en Culiacán, fue la
capacidad táctica y operativa del Ejército y los cuerpos especiales militares.
Demostraron falta de organización, ausencia de estrategia, carencia de
información de inteligencia, y deficiencias notables en el mando. La estructura
completa de lo que se considera la última trinchera de defensa de México, quedó
exhibida como incompetente e incapaz.
Otro secreto de Estado que se reveló fue que
la Marina, que durante más de una década fue responsable del combate del Cártel
de Sinaloa, está desplazada. Sus comandos de élite, los más preparados de las
fuerzas especiales mexicanas, están en sus bases. El resultado se vio hace dos
semanas al intentar capturar a Ovidio Guzmán López, hijo de Joaquín El Chapo
Guzmán. De los operativos exitosos se pasó al fiasco. Y para ocultar la
vergüenza de una derrota tan pública y contundente, la fuga fue hacia adelante,
aumentando los yerros. Son estos muy graves, al haberse revelado secretos de
Estado, desnudando a la Fuerzas Armadas frente a las organizaciones criminales
y regalándoles información para que puedan humillarlos cuando, con dinero y
decisión, quieran hacerlo.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
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