❍ En los primeros 90 minutos
del Clásico Regio, los equipos mantuvieron la igualada con las anotaciones de
Nico Sánchez y Enner Valencia
MONTERREY ►
La carne asada regresó al congelador después del empate 1-1 entre Tigres vs
Monterrey, correspondiente a la ida de la Gran Final Regia. El acordeón
chirriaba hielo escarchado, y el calor abrasador de la Sultana del Norte fue un
mito. La primera parte del Clásico Regio, sí, tuvo futbol, y los goles de
Sánchez y Valencia, pero la sopa quedó fría. El domingo aguarda el plato
fuerte.
El humo del recibimiento 'a la argentina',
una explosión de humo amarillo y auriazul y brillantina azul platino, apenas se
había disipado cuando Pabón colgó desde el córner izquierdo, 'Nico' Sánchez la
rozó a primer poste y Nahuel Guzmán, petrificado por el frío, dejó la puerta
abierta de par en par. Entonces, Rayados se recostó. Encendió la fogata, se
cubrió con la manta y se refugió en ella mientras solo asomaba las manos hacia
el fuego. Los Tigres, empero, se lanzaron torso desnudo a un laberinto gélido,
infinito, con hacha en mano y los jadeos ahogados por el frío; como Jack
Torrance.
Vargas citó a Gignac con González en un giro
que firmaría Pluschenko sobre el hielo, pero al francés el gol le pareció
demasiado sencillo; lo difícil era trazar una comba violenta con firma a los
"Libres y Lokos". Así es Gignac. La estética de la dificultad le es
irrenunciable. Pero Valencia no perdonaría la osadía de Funes Mori, cuyas
aptitudes ofensivas son inversamente proporcionales a su oficio defensivo. El
ecuatoriano acarició dulcemente la pelota, le recitó cuento de Christensen, y a
dormir. Panenka está orgulloso de la viralización de su locura. Funes Mori
quiso enmendar el error, pero, a puerta abierta, solo desparramó el chocolate
hirviente en su intento de avivar el fuego. Cuando el tiro de Vargas se
convirtió en un copo de nieve, la lluvia se espesó, heló, y el partido entró en
hibernación.
El humo era ahora las exhalaciones de las
40,000 personas congeladas en El Volcán. Cuando el frío se ve, decía
Kapuscinski mientras rememoraba sus inviernos de infancia, era "el frío
verdadero". Por ello, Rayados siguió refugiado, con Sanchez como única
alma rebelde, y Avilés Hurtado, aterido. Precisamente, como Jack Torrance
cuando el frío le venció en la cacería de su hijo. Los Tigres siguieron
blandiendo el hacha, pero Hugo González, hombre de las nieves, soportó el
cabezazo de Vargas y rezó para que misil de Dueñas sacudiera la nieve de su
poste derecho. Y el frío se combate con fuego, y el partido se acercó a la
hoguera. Vangioni hachó a Sosa y Ayala, a Funes Mori. Hasta la violencia fue a
par. Los fuegos artificiales despidieron la velada siberiana y esta crónica a
dedos púrpura y uñas dolientes. En el BBVA, el domingo, no sólo saldrá el sol.
Por Eduardo López | AS
Diciembre/07/2017
www.libertadguerrero.net
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