ESTRICTAMENTE
PERSONAL
❍ La narrativa de Nochixtlán
[Por Raymundo Riva Palacio]
Nochixtlán es un túnel negro. ¿Qué
sucedió este domingo donde murieron cuando menos 11 civiles y a policías
federales les cortaron dedos a machetazos y terminaron con pies heridos por las
bombas caseras que les explotaron? Nadie tiene una explicación clara de la
cadena de sucesos, y lo que está explicando el Gobierno Federal en voz del
Comisionado de la Policía Federal, Enrique Galindo, no tiene sentido. La
narrativa de Galindo insultan la inteligencia de los mexicanos porque no hay
sustento a lo que afirma. Pero si realmente dijera la verdad, probaría que los
mandos de la Policía Federal son incapaces y llevaron a sus elementos a una
carnicería.
Galindo dijo que
la Policía Federal recuperó la vialidad en Nochixtlán “sin ningún tipo de
incidente”. El operativo, dijo el Gobernador de Oaxaca, Gabino Cué, comenzó a
las 10 de la mañana, y Galindo precisó que desde las siete de la mañana habían
solicitado que levantaran el bloqueo en Nochixtlán, que conecta a Puebla con
Oaxaca y el sur del país, que había estado bloqueada durante una semana. El
desalojo duró media hora. “Después de las 10 y media cambió el escenario”, dijo
Galindo. “Vivimos una emboscada. Llegaron grupos con armas y bombas Molotov”.
En este punto
empiezan las contradicciones y la versión oficial se debilita. A esa hora, en
voz del comisionado, empezaron a escuchar detonaciones de armas de fuego, con
lo cual el escenario del desalojo cambió en forma “radical”. Según explicó, se
solicitó apoyo aéreo, y cuando llegaron los helicópteros, a una hora que no
precisó, fueron recibidos a balazos. No informó a qué iban los helicópteros, y
si respondieron o no el fuego. A las 11 y media de la mañana, dijo, es cuando
llegó un grupo adicional de la Policía Federal con armas. No antes, no después.
El domingo, poco
después de las tres de la tarde, la Comisión Nacional de Seguridad, difundió un
comunicado donde afirmó: “Los elementos de la Policía Federal que participan en
el operativo no se encuentran armados ni portan tolete”. En primera instancia,
Galindo desmintió a su propio jefe, el Comisionado Renato Sales. Pero
adicionalmente, mintió a los mexicanos. La primera fotografía de federales
armados la tomó Jorge Arturo Pérez, de la agencia Cuartoscuro, cuyas imágenes
tienen grabada la hora automáticamente de la cámara, entre las 10 y 15 y las 10
y media. Es decir, antes de que la Policía Federal descubriera hombres armados
entre los maestros. Pérez, además, dijo no haber visto a nadie armado que no
fuera agente federal.
La narrativa de
Nochixtlán siguió desvaneciéndose. Galindo le dijo a Adela Micha en el Grupo
Imagen que se había recuperado la circulación sin ningún problema (entre 10 y
10 y media), pero cuando se dieron los primeros disparos, hubo “un cambio
dramático de escenario”. Lo que se dio “fue una especie de emboscada”. Minutos
después, añadió en Radio Fórmula con Ciro Gómez Leyva, que hasta dos mil
personas llegaron a rodear a los federales y a los policías estatales. Nadie lo
cuestionó, pero lo que aseguró Galindo es un disparate.
La emboscada
tiene una definición clara. El primer elemento en ella es la sorpresa, lo cual
no existió porque el bloqueo llevaba una semana, y sus organizadores habían
adelantado públicamente que se endurecería el fin de semana; es decir, ese
factor era inexistente. La variable de que se realiza desde una posición oculta
tampoco se dio. La emboscada se define también como una táctica militar sobre
un enemigo en movimiento o que ocupa una posición de manera temporal. Los
manuales sobre emboscadas las ubican como uno de los métodos más eficaces en la
lucha contra un enemigo, pero requieren de un conocimiento pleno de esa técnica
así como una planeación que permita la conducción y ejecución de la estrategia
para acotar su libertad de movimiento y restringir al máximo su capacidad de
respuesta.
Afirmar como lo
hizo Galindo que participaron dos mil personas en ella, es un sin sentido. Las
dos mil personas no formaban parte orgánica de quienes atacaron a las policías,
sino eran habitantes de las comunidades que se sumaron a los bloqueos. Las
autoridades no tienen idea de cuántas personas participaron en esa operación
contra ellos, que sí fue planeada y ejecutada con perfección. Grupos no
identificados actuaron de manera coordinada. Cerraron los caminos para obstruir
los apoyos de los cuerpos de seguridad, y los fueron atrayendo hacia las
posiciones que ellos escogieron, mediante repliegues tácticos a puntos
específicos donde tenían pertrechos para volverlos a atacar y causar bajas.
Sus agresores
siguieron el manual: breve combate violento, desenganche rápido de la acción, y
una retirada rápida hacia la siguiente posición defensiva. Lo llevaron a su
máxima expresión en Hacienda Blanca, a 10 kilómetros de la capital, donde se
dieron los enfrentamientos más duros. Los agresores jugaron con los federales,
cuyos mandos operativos no supieron cómo actuar. No tenían infiltrados entre
los grupos de atacantes, ni desplegaron los drones para obtener inteligencia
visual. Tampoco recordaron las mismas tácticas empleadas en la capital de
Oaxaca en 2006 cuando los mismos grupos buscaron derrocar al gobernador Ulises
Ruiz, para utilizar las estrategias usadas para neutralizarlos en aquél entonces.
La narrativa de
Nochixtlán es la crónica de un nuevo desastre de la Policía Federal y la prueba
que los enemigos del Gobierno pueden someterla cuando quieran, como quieran y
de la forma que quieran. Las noticias de Oaxaca, son ominosas.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
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opinión cuyo contenido refleja el punto de vista del autor.]
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