ESTRICTAMENTE
PERSONAL
❍ Trompadas contra Trump
[Por Raymundo Riva Palacio]
Oportunista,
demagogo, racista, tonto, insensato, absurdo, falaz, y con un discurso que
evoca la retórica de Adolfo Hitler y Benito Mussolini. Así es como el
Presidente Enrique Peña Nieto y cinco miembros de su gabinete se han referido
al puntero por la candidatura republicana para la Casa Blanca. Tarde y atropellada
la irrupción contra del empresario neoyorquino, que desde que perdió un juicio
en Baja California tuvo que pagar más de siete millones de dólares a 100
personas por un fraude inmobiliario en Rosarito, decidió que la mexicana
apestaba tanto como sus ciudadanos. No fue por una lentitud de reflejos; fue
peor: se plegaron a una petición del Partido Republicano de no meterse en el
proceso electoral.
Trump tomó a México como su eje de
campaña –junto con China- desde que lanzó su candidatura presidencial en junio
pasado, al afirmar: “Cuando México envía a su gente, no están mandando a los
mejores. Están enviando gente que trae muchos problemas consigo, drogas,
crimen. Son violadores”. En julio aumentó la visceralidad: “Los peores
elementos en México son empujados a Estados Unidos por el Gbierno mexicano. Una
tremenda enfermedad contagiosa está cayendo sobre la frontera”.
La primera respuesta vino cuatro días
después Texas. El entonces canciller José Antonio Meade, dijo en una entrevista
con The Dallas Morning News: “En la política no hay lugar para el prejuicio y
la ignorancia plena. No contribuye cuando uno introduce racismo, prejuicios e
ignorancia plena en una mezcla política. Pero pensamos que la reacción a esos
comentarios ha sido positiva y sus puntos de vista no son la visión dominante”.
El diagnóstico del Gobierno resultó equivocado, pero esa falla analítica los
llevó a aceptar la petición del Partido Republicano. “Nos pidieron que ellos
lidiarían con Trump”, recordó una fuente diplomática.
El Gobierno de Peña Nieto accedió, pese
a las señales desde Estados Unidos que decían lo contrario. Las primeras
declaraciones de Trump contra los mexicanos provocaron una reacción aireada de
cadenas de televisión que le cancelaron programas y numerosas empresas
retiraron publicidad para no asociarse con él. Peña Nieto pagó con desgaste
hacer caso a los líderes republicanos, y hasta septiembre, en las Naciones
Unidas, dio un tímido paso adelante. “En todos los continentes, en todas las
latitudes, los migrantes viven historias de riesgo, de rechazo, discriminación
y abuso”, dijo. “Esas condiciones se agravan cuando por ignorancia, mala fe,
racismo o mero oportunismo político, los inmigrantes y sus hijos son
estigmatizados y responsabilizados de las dificultades propias de los países de
destino”. Pero después de eso, de nuevo el silencio.
La cancillería mexicana volvió a
equivocarse en el diagnóstico y optó por el mutis. El embajador en Washington,
Miguel Basáñez, no se sobrepuso a la realidad que se vivía en Estados Unidos.
La presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, Gabriela
Cuevas, dice que Basañez ha sido incapaz de servir como un enlace eficiente con
sus contrapartes en el Capitolio, y no ha facilitado una comunicación directa y
fluida entre legisladores de los dos países. Es decir, para el desafío actual,
el enviado de Peña Nieto es una decepción.
Las elecciones primarias comenzaron en
enero y Trump fue consolidando su liderazgo entre los aspirantes a la
candidatura presidencial. El magnate obligó con su retórica incendiaria que el
resto de los que luchan por la Casa Blanca se corran a la derecha en materia de
migración y comercio, en un retroceso de casi un cuarto de siglo y tres
gobiernos, dos demócratas y uno republicano. La incertidumbre sobre las
perspectivas económicas en Estados Unidos han alimentado el espíritu
proteccionista y las tentaciones de que, cualquiera que busque restarle apoyo
político-electoral, tenga que asumir que los vientos del libre comercio están
cambiando.
Si Trump no puede levantar un muro para
frenar inmigrantes en la frontera con México, sí podría levantar uno comercial,
como ha amenazado. Esa mera posibilidad, con una economía como la mexicana
inserta en el aparato productivo estadounidense desde hace dos décadas,
finalmente provocó la preocupación del Gobierno mexicano y una reacción en
cascada. Los secretarios de Hacienda y Economía, le han respondido a Trump en
los últimos días descalificando sus argumentos. “No entiende de comercio”, dijo
el Secretario Ildefonso Guajardo, “su discurso es falto de verdad y falaz”. El
Secretario Luis Videgaray, añadió que es “una insensatez” poner aranceles a los
productos mexicanos, como dijo recientemente el pre-candidato.
Las palabras de los dos, ante el
electorado estadounidense, no valen nada. La Canciller Claudia Ruiz Massieu ya
lo llamó “racista e ignorante”, y el Presidente Peña Nieto comparó su retórica
con la de Hitler y Mussolini. “Estas expresiones de retórica estridente, sólo
ha llevado realmente a escenarios muy fatídicos dentro de la historia de la
humanidad”, dijo en una entrevista reciente.
Previamente Ruiz Massieu había dicho
que el discurso de Trump afectaba la percepción de la relación bilateral con
Estados Unidos; este lunes, Guajardo admitió que “el daño ya estaba hecho”.
Torpe, por tardía, la respuesta del
Gobierno mexicano a Trump. Videgaray señaló este martes que sus últimas
declaraciones eran una “oportunidad” para aclarar las cosas, dado que “se han
construido muchos mitos basados en el miedo, en el enojo (y) en la
desinformación”. Sólo le faltó decir que también en el silencio medroso del
Gobierno peñista, que con su ausencia en el debate público, limpió el camino
para la lengua de Trump, que le sigue ganando electores.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
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opinión cuyo contenido refleja el punto de vista del autor.]
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