ESTRICTAMENTE
PERSONAL
❍ La
propaganda de “El Chapo”
[Por Raymundo Riva Palacio]
Ya fuera mediante un diagnóstico y análisis
de posibilidades o no, lo que El Chapo y todo el entramado detrás de este
objetivo logró, fue aprovechar la fractura en la sociedad mexicana y el enojo
creciente contra sus gobernantes. El Cártel del Pacífico encontró –una vez más,
intuitiva o racionalmente-, un terreno fértil para ello. En abril de 2010
tuvieron su primera acción pública de propaganda. Ismael El Mayo Zambada, jefe
del Cártel del Pacífico, utilizó al venerado periodista Julio Scherer para que
en formato de conversación acrítica, transmitiera un mensaje al entonces
Presidente Felipe Calderón: en nuestra guerra, las familias son intocables; no
te metas con la mía, no me meto con la tuya. Para entonces, el narcotráfico ya
le había tomado la medida a los medios mexicanos que publicaban sin filtros sus
decapitados –propaganda de terror refinada por Estados Unidos en las guerras en
América Central-, y le abrían los micrófonos a los criminales que quisieran
dialogar a través de ellos, con las autoridades.
En la mayoría de las instancias, la
propaganda tuvo éxito. Los decapitados minaron la capacidad de las autoridades
y las desacreditaron, generando con el terror un consenso en contra de las
políticas de seguridad. Fue tan poderosa la generación de una opinión negativa
durante el Gobierno de Calderón, que el equipo entrante a la administración del
Presidente Enrique Peña Nieto creyó más a la prensa que a los informes
gubernamentales y durante ocho meses, bajo la creencia que la violencia se
originaba en la confrontación con las organizaciones delincuenciales, abandonó
el combate a los cárteles y las pandillas, y cerró las puertas a las agencias
de inteligencia y policiales de Estados Unidos en una forma tan extrema como
fue la apertura que les dio Calderón.
El Gobierno de Peña Nieto tenía la convicción
de que el problema de inseguridad era de opinión pública, y que esta se
resolvía presionando y censurando a los medios. El Presidente vació su discurso
de lenguaje criminal –un gran acierto-, pero su gabinete de cocina en Los Pinos
decretó que con silenciar a los medios se modificarían las percepciones. La
resaca fue peor: la realidad rebasó a la propaganda. En el Gobierno piensan que
la prensa es la principal responsable de la mala imagen del Presidente, lo que
les impide ver el fenómeno con asertividad, y aceptar que la sociedad está
indignada con el Gobierno. A las encuestas de aprobación presidencial que están
en la parte baja de los 20s por ciento y el humor social que es
proporcionalmente invertido a su apoyo nacional, se les suma la creciente
irritación de los electores contra los tres grandes partidos: PRI, PAN y PRD.
Esto no es marginal. En cada elección crece el número de mexicanos que votan
contra ellos tres, que son el tronco del régimen: 19% en 2009, 20% en 2012, y
39% en 2015, de acuerdo con los datos del Instituto Nacional Electoral del
total de votación válida.
El quiebre político refleja el quiebre de la
sociedad, donde los medios son una parte importante como vehículo de sus
frustraciones y angustias. La pérdida de consenso nacional es cristalina,
reflejada cotidianamente cuando los actores anti sistémicos o críticos del
gobierno actúan. En este caso es El Chapo Guzmán y su entorno, así como –se
podría suponer- una mente entrenada, que han venido trabajando en el esquema de
propaganda del criminal y el Cártel del Pacífico, aprovechando la debilidad del
Gobierno de Peña Nieto. En el balance de las dos primeras semanas de esta
estrategia, el saldo para Guzmán es altamente positivo.
Los mensajes que ha transmitido su familia y
abogado han entrado en los medios mexicanos e internacionales como una verdad
absoluta, tímidamente cuestionada en el menor número de ellos, y ampliamente
asumida como una verdad. ¿Cuál?: El Gobierno de Peña Nieto pactó con el
narcotráfico y lo traicionó; el Gobierno de Peña Nieto lo tortura en la cárcel.
Es tan crítica su situación en un penal de máxima seguridad –de donde se fugó-,
que su vida está en riesgo. No importa si se trata de un acto criminal contra
43 normalistas de Ayotzinapa o la acción contra un criminal que ha contribuido
con el baño de sangre nacional: la culpa es del Estado, con “E” mayúscula, cuyo
mensaje subliminal tiene el nombre de Enrique Peña Nieto.
Mañana: Peña Nieto: la impericia mediática.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
[Usted acaba de leer un
artículo de opinión cuyo contenido refleja el punto de vista del autor.]
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