ESTRICTAMENTE
PERSONAL
❍ El delincuente del Ferrari
[Por Raymundo Riva Palacio]
La impunidad con la
que se ha manejado durante años Alberto Sentíes Palacio parece llegar a su fin.
No por iniciativa original de las autoridades, que en tres ocasiones vieron
cómo libró tres acusaciones de fraude y delincuencia organizada, sino porque un
ciudadano grabó el momento en que sus escoltas, molestos porque un conductor no
abrió el paso cuando su patrón, al volante de un Ferrari escarlata de seis
millones de pesos, lo amenazaron, golpearon y robaron sin importar que decenas
de personas atestiguaban sus delitos.
Las autoridades de la Ciudad de México
descongelaron una de las tres averiguaciones que existen en contra de Sentíes
Palacio que descansan en el área de delitos financieros, e irán por él. El
presunto delito será co-autoría intelectual o, al menos, encubrimiento. Sentíes Palacio pagará deudas con la
justicia que de no haber sido por la violencia de sus escoltas, a los cuales
soltó y avaló para que actuaran con fuerza, alevosía y ventaja contra un ciudadano,
seguirían sin ser saldadas. Sentíes Palacio es un financiero que se ha
especializado en recaudar recursos de fondos extranjeros para inversionistas.
Sin embargo, de acuerdo con las autoridades, ha incumplido sus contratos y
varias de las firmas involucradas lo han denunciado por fraude. Una de las
averiguaciones que se encontraban congeladas, regresó a la cocina con una
renovación de la denuncia, para que se proceda en su contra.
Podría no ser lo único por lo que se le
acuse. Dentro del Gobierno capitalino se analiza la posibilidad de que se
inicie una investigación por presuntos delitos financieros, por lo cual podrían
solicitarse órdenes para catear sus propiedades y, de ser necesario, dar vista
al SAT para que revise sus ingresos y determinen si hay violaciones fiscales.
Está claro que el Gobierno de Miguel Ángel Mancera quiere dar un escarmiento
público al cargarle la mano al empresario, aunque habría que preguntarse
primero porqué si había expedientes abiertos en su contra no se actuó contra
él; y segundo, porqué es un comportamiento natural de aquellos que tienen
dinero y se sienten con poder, que cuando se les confronta con un acto de
autoridad o les incomoda que alguien respire a su alrededor, actúan con
violencia y la convicción, a decir de sus actos, que no importa lo que hagan, nada
malo pasará con ellos.
El delincuente
del Ferrari, dicho de esta manera no por el caso que se le reactivará, sino por
haber presenciado un delito cometido por su equipo de seguridad sin haberlo
impedido, se comportó de esa forma porque seguramente no era la primera vez que
lo hacían. Su impasibilidad frente al delito cometido en su nombre –porque sus
escoltas agredieron a un automovilista porque no le cedió el paso-, sugieren
experiencias reiteradas. ¿O alguien bien nacido permitiría que su escolta interceptara
a un automovilista, que uno de ellos se bajara con una pistola, que rompiera un
vidrio del vehículo, amenazara al conductor, lo bajara a empellones, lo llevara
a un lugar apartado para golpearlo y después regresara a robarle su dinero y
pertenencias? Demasiadas violaciones en esta acción con exceso de fuerza para
que imperturbable esperara al volante de su auto deportivo que sus escoltas
finalizaran con su fechoría.
La
impunidad es un mal endémico en la sociedad mexicana. Hace escasas cinco semanas
el Centro de Estudios Sobre Impunidad y Justicia de la Universidad de Las
Américas Puebla y el Consejo Ciudadano de Seguridad y Justicia de Puebla,
dieron a conocer el Índice Global de Impunidad México 2016, que fue un
recordatorio del atraso que se vive en el país en materia de justicia. El
documento mostró que de 59 países que miden, México ocupó el penúltimo lugar de
mayores niveles de impunidad. Los datos que difundieron eran descorazonadores:
solamente se denuncian 7 de cada 100 delitos cometidos desde 2013, que
representa menos del 92.8%, por la desconfianza con la autoridad y el sentir de
pérdida de tiempo. Peor aún, más del 99%, o visto de otra manera, menos del uno
por ciento de los delitos en México, son castigados.
¿Cómo no va a haber personajes como Sentíes
Palacio circulando por las calles del México hobbsiano? “Una sociedad no puede
confiarse en que los valores y principios de sus integrantes son suficientes
para garantizar una convivencia armónica y respetuosa”, escribió en el prólogo
del Índice Andrea Ambrogi Domínguez, presidente del Consejo Ciudadano. “Es
necesario asegurarse que las conductas antisociales de los individuos sean
sancionadas y que todos los miembros de la comunidad estén conscientes de ello…
Al constatar que pueden quebrantar la ley sin ningún castigo, los delincuentes
encuentran un aliciente para cometer sus ilícitos y mantener el hábitat
adecuado para subsistir”. El caso del delincuente del Ferrari es uno de los
múltiples ejemplos cotidianos en México: no hubo valores ni principios que
garantizaran la convivencia respetuosa, ni confianza en la autoridad –el
afectado el viernes pasado prefirió ir a los medios por encima de la
autoridad-, y se constató que se quebrantó la ley sin castigo alguno. Sólo la
valentía de un ciudadano que grabó el momento de arbitrariedad y lo difundió
por las redes sociales obligó a actuar a las autoridades. Bueno, cuando menos
hasta ahora. Ya se verá si Sentíes Palacio, como tres veces antes, vuelve a
caminar hacia la libertad con lo que seguramente será su sonrisa del que puede
todo en la selva donde vive.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
[Usted acaba de leer un artículo de
opinión cuyo contenido refleja el punto de vista del autor.]
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