En
pleno cambio demográfico y social, EU redescubre la historia de las víctimas
latinas de la violencia “anglo”
WASHINGTON ► “Un deporte
al aire libre”. Así definió la práctica de linchar mexicanos en California el
periodista Carey McWilliams.McWilliams, autor de North from Mexico (Al
norte de México, 1948), un libro de referencia sobre los mexicanos de
Estados Unidos, fue uno de los pocos en preservar la memoria de un episodio
vergonzoso en un país que nunca deja de revisar su joven historia.
El recuerdo de la muerte, a manos de
las turbas anglosajonas, de centenares, seguramente miles, de ciudadanos de
origen mexicano entre mediados del siglo XIX y las primeras décadas del XX,
quedó esparcida en canciones populares, en leyendas que contaban de padres a
hijos, en un puñado de westerns y novelas de género. Era un
recuerdo vago, una historia remota, medio olvidada.
Pero jamás, hasta que los historiadores
William Carrigan y Clive Webb se pusieron a investigar, se desvelaron las
dimensiones de los linchamientos a mexicanos, superados solo por los
linchamientos de negros en el Sur hasta mediados del siglo XX.
EE UU se transforma y también se
transforma la manera de contar la historia, más allá de la mitificación del
patriotismo más superficial. Cambia la demografía: los latinos —la mayoría, de
origen mexicano— son la minoría más pujante. Y cambia el pasado, que nunca es
estático: Estados Unidos incorpora otros traumas al acervo común.
Visiones divergentes del pasado “Los blancos y los mexicanos recuerdan el pasado de manera distinta”, dicen los historiadores William Carrigan y Clive Webb en un correo electrónico. “Mientras que es posible que los blancos vean la violencia en la frontera contemporánea como algo conectado solo al presente, a las tensiones tras el 11-S por la inmigración, los mexicanos sitúan la violencia en un contexto histórico más amplio y lo conectan a episodios pasados de nativismo violento y prejuicios”, explican los autores del libro Muertos olvidados.Las diferentes visiones del pasado, las memorias múltiples, pueden complicar el diálogo. Carrigan y Webb ven más diferencias que similitudes entre los episodios que estudian en su libro y casos actuales de xenofobia o abusos: no hay un vínculo directo. Pero para muchos, la asociación es inevitable. “La cuestión”, dicen, “es que las autoridades no entienden por qué tantos mexicanos sí ven conexiones”.
Muertos olvidados: violencia en grupo
contra mexicanos en Estados Unidos 1848-1928 es el título del libro de
Carrigan y Webb, publicado hace dos años. Los hechos quedan lejos y son
incomparables con cualquier discriminación del presente. La publicación
reciente de un informe que amplía en 700 el número de muertes conocidas por
linchamiento de afroamericanos, sumada al goteo de noticias sobre
arbitrariedades policiales, y a los debates sobre la inmigración, coloca la
tragedia bajo otra luz: los negros no fueron las únicas víctimas del racismo.
Farmington (Nuevo México), 16 de
noviembre de 1928. Cuatro hombres enmascarados irrumpen en el Hospital del
Condado de San Juan y se llevan al paciente Rafael Benavides. Benavides es un
pastor ingresado tras agredir a una niña mexicana, asaltar a una mujer
anglosajona y quedar malherido por los disparos de los agentes delsheriff.
Los enmascarados se lo llevan en un camión a una granja abandonada. Le atan una
soga al cuello y lo cuelgan de un árbol. Los asaltantes nunca serán juzgados.
Benavides, cuya muerte reconstruyen
Carrigan y Webb, disfruta del raro privilegio de ser la última víctima mexicana
de la violencia en grupo y extrajudicial documentada. Los historiadores han
documentado 547 víctimas mexicanas (inmigrantes y estadounidenses de origen
mexicano), pero el número total de personas “ahorcadas, quemadas y tiroteadas”
es superior. Fueron miles, según la estimación de Carrigan y Webb.
Con el ahorcamiento de Rafael Benavides
terminó una era que había empezado en 1849, tras la derrota de México en la
guerra contra Estados Unidos, la anexión de Texas por EE UU y la
transferencia a este país, por el Tratado de Guadalupe Hidalgo, del actual
suroeste del país. La frontera política se desplazó centenares de kilómetros, pero
los mexicanos siguieron allí; los anglosajones eran los recién llegados, los
inmigrantes, pero unos inmigrantes que intentaban imponer su ley en un medio
hostil. Las tensiones eran inevitables.
Existía una justificación racional para
el llamado vigilantismo —el mantenimiento del orden público por parte de
individuos o grupos civiles— y los linchamientos. En el Oeste, un territorio
donde el Estado era débil y la justicia lenta, ineficiente o directamente
ausente, muchos veían en los procesos y ejecuciones informales la única opción
para combatir el crimen en ese territorio.
Carrigan y Webb cuestionan que la
persecución de mexicanos fuera una mera reacción de las carencias del sistema
judicial en las tierras de frontera. La violencia no se explica sin los prejuicios
raciales y la competición económica. “El trasfondo de tanta violencia entre
anglos y mexicanos puede ligarse a la pugna por el oro, a conflictos
aparentemente constantes por la tierra y el ganado o a la batalla por los
términos y las condiciones laborales”, escriben.
El 3 de mayo de 1877 de madrugada,
Francisco Arias y José Chamales se hallaban en la prisión de Santa Cruz
(California) cuando una muchedumbre se los llevó. Les acusaban de robar a un
carpintero, recuerdan Carrigan y Webb. Les ahorcaron sin juicio y nadie
respondió por el crimen: un deporte al aire libre, como dijo McWilliams.
En 1990, el poeta de Brooklyn Martín
Espada describiría en un poema los rostros, “descoloridos como peniques de
1877”, de la muchedumbre que se acercó para ver a los muertos. Arias y Chamales
presentaban “la mueca dormida de los cuellos rotos”. En la fotografía de aquel
linchamiento, que ilustra esta página, la mirada del público y la mueca de
ajusticiados cruzan los siglos.
Negros y latinos 1. Los historiadores Carrigan y Webb documentan 547 casos de muertes de mexicanos por linchamiento entre mediados del siglo XIX y 1928, aunque el número total puede elevarse a miles. El número documentado de negros linchados en el sur de EE UU es de 3.959, según un recuento reciente.2. Una diferencia entre negros y mexicanos ante la violencia blanca fue la resistencia. Los negros, tras el fin de la esclavitud, volvieron a ser una clase subyugada. Los mexicanos, en cambio, eran dominantes en partes del Oeste y disponían de ayuda en la diplomacia de México.3. Los mexicanos linchados, a diferencia de los negros, raramente eran acusados de violencia sexual contra sus mujeres: los anglos no veían a los mexicanos como una amenaza en este sentido, como sí les ocurría con los negros. En el caso de los mexicanos, los motivos de los linchamientos eran sobre todo económicos.
Por Marc Bassets | El País
Febrero/28/2015
www.libertadguerrero.net
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