ENTRESEMANA
•El
villano favorito
[ Por Moisés Sánchez Limón ]
¿Es Enrique Peña Nieto el presidente de la
República con la mayor crisis nacional en la historia contemporánea de México?
¿Tiene Peña Nieto la mayor caída en la preferencia ciudadana? No. Pero la
oposición y las redes sociales lo han instalado en el protagónico del villano
favorito; Carlos Salinas de Gortari queda en el calendario de las efemérides,
junto con otros personajes sexenales.
Veamos. Plutarco Elías Calles fue un
Presidente repudiado por católicos y ateos. Provocó una guerra doméstica, la
cristera, en nombre de la religión que cobró miles de vidas de mexicanos que
fueron perseguidos por su fe y que tomaron las armas en defensa de ésta.
¿Por qué asesinaron a Álvaro Obregón? No por
su simpatía –demagógica si quiere usted—con los próceres de la anarquía. El
sonorense tenía fama de irredento y despiadado con sus enemigos. La historia lo
dibuja con las características de quien diezmó a los yaquis. Cuando lo
asesinaron en La Bombilla, no hubo manifestaciones callejeras que demandaran
justicia. “¿Quién mató a Obregón? ¡Calles..e!”, rezaba vox populi.
Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y
Abelardo L. Rodríguez grises presidentes cuyos apellidos han sido utilizados
por su descendencia que no puede presumir de castidad burocrática; en lo que
concierne a Manuel Ávila Camacho, el hermano incómodo, Maximino se hizo de la
buena fama de pillo y tirano, ambicioso que quiso ser Presidente de la
República. Pura anécdota posrevolucionaria.
¿Popular Miguel Alemán? El llamado cachorro
de la revolución tiene un espacio entre los millonarios sexenales, enriquecidos
bajo la sombra del poder y el cobro de diezmos y la autorización de venta de
terrenos nacionales y la concreción de negociazos en aras de la modernidad.
Nadie le organizó manifestación de repudio.
Adolfo Ruiz Cortines carga con la medalla de
la austeridad, contrastante con el boato de su tocayo Adolfo López Mateos cuyo
mandato corrió en busca del desarrollo pisoteando derechos laborales; enfrentó
a ferrocarrileros y médicos, pero no forjó fama de corrupto, sí de galán
corredor de autos y de faldas.
Ni qué decir de Gustavo Díaz Ordaz y Luis
Echeverría Álvarez. Los gobiernos de éstos últimos enfrentaron una crisis de
credibilidad y repudio, al final, ya por la masacre de estudiantes ya por la
crisis económica que devaluó la moneda y, luego José López Portillo que dejó
las arcas vacías y posibilitó que México se declarara en suspensión de pagos,
meced a la estatización de la banca y obligado a renegociar la deuda externa
con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Su sexenio fue cuna de millonarios
y lo atacaron cuando ya no le hacían daño.
A Don Pepe López Portillo no pasaron de
ladrarle en comederos de Madrid, por aquello de que defendería al peso como un
perro y terminó aullándole a la desgracia.
Así, Carlos Salinas de Gortari ha sido, hasta
el momento, el Presidente que enfrentó sí, real y absoluta, una severa crisis
política y social, coronada con una devaluación fenomenal provocada a los pocos
días de entregar el cargo a Ernesto Zedillo Ponce de León, porque éste le quitó
los alfileres que sostenían a la economía, y debe sumarse la persecución
política que devino en la aprehensión y procesamiento judicial de su hermano
Raúl.
A Carlos Salinas, cuando todo le sonreía y su
gobierno era miel sobre hojuelas, superada la aduana de los comicios
intermedios de 1991 que, con carro completo, validó su cuestionado triunfo de
1998, le viene el primer grave conflicto con los millones de católicos
mexicanos, cuando en Guadalajara es asesinado el cardenal Juan Jesús Posadas
Ocampo; después le estalla una dizque guerrilla armada en Chiapas con el
llamado Ejército Zapatista de Liberación Nacional, a los pocos meses asesinan a
Luis Donaldo Colosio, el candidato en el que había depositado la continuidad de
su gobierno.
Y, por si algo faltara en ese escenario de
severa crisis, asesinan a su ex cuñado José Francisco Ruiz Massieu, quien se
perfilaba a ocupar la Secretaría de Gobernación y, de ahí, buscar la
Presidencia de la República en el año 2000.
Peor crisis no pudo haber ocurrido. Por ello,
si de paralelismos tratamos, no puede decirse que el gobierno de Enrique Peña
Nieto enfrente la mayor crisis de la historia patria.
Indudable, una crisis que permea en las
instituciones, que ha puesto en un predicamento a la propia figura presidencial,
merced a las acusaciones de corrupción, tráfico de influencias y conflicto de
intereses.
Sí, por lo menos el segundo año de gobierno
ha sido difícil para Peña Nieto. ¿Por qué? Porque a diferencia de sus
antecesores, incluso de los más recientes como Vicente Fox o Felipe Calderón,
las redes sociales, la Internet han avanzado de forma tal que su socialización
ha escalado niveles nunca vistos y menos imaginados.
Hoy, cualquier mexicano, menor de edad o
mayor y con posibilidad de votar, tiene acceso a las redes sociales, al
Twitter, al Facebook y los simples mensajes de texto o de voz, mediante los
cuales el mensaje elemental, cierto o no, fundamentado o simplemente armado con
la versión del rumor o trascendido, escala en linderos del escándalo y la difamación,
la denuncia y la solución.
Los esquemas son variopintos y nadie se
atreve a cuestionar e investigar la veracidad de la fuente de información. El
chisme o el rumor se convierte en una verdad hasta en tanto no se demuestra lo
contrario. Palo dado ni Dios lo quita, versa la conseja popular. Esto es,
infortunadamente, una realidad a la que todos, todos, nos enfrentamos
cotidianamente.
Por eso, cuando alguien con capacidades
manipuladoras del mensaje vía redes sociales echa a andar una versión --tal es
el caso de Ayotzinapa que el PRD volteó con maestría para endilgar la
responsabilidad al gobierno federal de filiación priista o el tema de la Casa
Blanca por encima de la enorme transa de la Línea 12--, la respuesta siempre
será extemporánea; el daño estará hecho.
En este tenor, en algún momento preguntaba
en este espacio de entresemana quién defiende al
Presidente de la República. No hay. Salvo quien, so riesgo de parecer
oficioso o amanuense a sueldo del gobierno federal, eleve una contraofensiva
que responda a la versión, real o inventada, que involucra cuando no señala
abierta responsabilidad del Presidente en asuntos irrelevantes que se
convierten en trending topic.
Y los cancerberos legislativos del principal
opositor al gobierno federal y, por supuesto, a Enrique Peña Nieto, en la
Cámara de Diputados tienen la plataforma ad hoc para echar a andar versiones
que lindan en la difamación y la persecución enfermiza, olvidándose de la viga
en el ojo propio, por la simple razón de que no hay quien los cuestione y
demande pruebas.
Así, los operadores de Andrés Manuel López
Obrador, operan de forma tal que una situación de crisis la tornan anécdota o,
de plano, la minimizan y le dan la característica de una acción armada desde
Los Pinos.
El caso más reciente, ocurrido el pasado 25
de enero, en la cabecera municipal de Santa María Huatulco, Oaxaca, donde hubo
una verdadera rebelión contra la nominación de Lorenzo Lavariega Arista, ex
presidente municipal de esta localidad, a una diputación federal por Morena,
fue tratado como un incidente sin reparar en la actitud de Andrés Manuel López
Obrador, quien no solo regañó a los disidentes, incluso los encaminó a la idea
de que este asunto seguramente había sido armado por los ex gobernadores José
Murat y Ulises Ruiz, o el PRIAN, sin detenerse a advertir que seguramente
Televisa le daría vuelo al desaguisado.
¿Qué ha pasado? Absolutamente nada. Del lado
de Morena y de los diputados federales afines a López Obrador, la vida corre en
carriles de la industria de la oposición que deja pingües ganancias, lo mismo
diputaciones federales que gubernaturas.
¿Es el de Enrique Peña Nieto el gobierno con
la mayor crisis del México contemporáneo? Las redes, los diarios digitales, la
Internet es herramienta para la descalificación y la colina desde la que se
despeña una mentira que se concierte en verdad cuando comienza a correr por la
llanura de la información. ¿Por qué no usarla para responder, en tiempo real,
con pruebas de contundente veracidad o, por lo menos, la versión que
contrarreste a la praxis goebbeliana que los morenos denuestan pero bien
practican? Digo.
MIÉRCOLES. Por cierto, alguien explicará el
caso de la Secretaría de la Función Pública. Tema de telenovela. Conste.
sanchezlimon@gmail.com
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