ACAPULCO ► Sin poses
políticas, claro y directo como es su costumbre, el gobernador Rogelio Ortega
Martínez reconoce que en Guerrero la gente vive con miedo, miedo que se está diluyendo tras los acontecimientos de Iguala, en una entrevista
donde revela su pasado rebelde, cuando fue apresado y torturado.
En
exclusiva, el gobernador del estado conversó con el periodista Juan Martínez Ahrens, colaborador de El País, sobre su
experiencia como preso político en sus tiempos de estudiante y profesor
universitario.
La habilidad de su entrevistador lo lleva
a recordar y desvelar su pasado, lo que permite conocer de viva voz su
experiencia al ser privado de la libertad y llevado a una mazmorra.
Ortega habla también del ataque a
estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa “Raúl Isidro Burgos”, en Iguala,
caso que —desde su punto de vista— ha sido detonante para que la gente pierda
el miedo y exija justicia por los asesinados y los desaparecidos en el pasado
reciente.
Reconoce el gobernador que el caso
Iguala ha sido aprovechado por líderes antisistémicos que han involucrado a los
padres de familias en su movimiento para llevarlos a la confrontación y
alejarlos de su objetivo de exigir justicia, para meterlos a una dinámica ajena
que tiene como finalidad impedir las elecciones en Guerrero para renovar los
poderes públicos.
Rogelio Ortega Toca también el tema del
narcotráfico que involucra a buen número de campesinos guerrerenses en la
siembra de enervantes, ante la falta de oportunidades para que obtengan
ingresos para subsistir.
A continuación leerás la entrevista completa
que publica en su edición digital El País. (Enlace original http://bit.ly/1vb9o13)
Rogelio Ortega: “Si Guerrero
da miedo
fuera, imagine a quien vive
aquí”
| Foto: Saúl Ruiz |
A Rogelio Ortega Martínez, el
gobernador de Guerrero, la tierra más violenta de México, le horroriza dormir
con la luz encendida. Es un recuerdo de cuando le llamaban El Tigre y era un
joven profesor universitario que seguía la estela del legendario Lucio Cabañas,
el guerrillero salido de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa. Eran
tiempos salvajes. El presidente José López Portillo azuzaba la jauría contra
los revolucionarios, y líderes como El Tigre tenían las horas contadas. Uno
detrás de otro iban cayendo. El turno le llegó a él de noche, al salir de la
casa. Dos coches le bloquearon el paso. Encapuchado, fue arrastrado hasta una mazmorra
de 1,6 metros de largo por uno de ancho, donde no cabía estirado. En ese
espacio mínimo descubrió el infierno. Mientras fuera su familia denunciaba con
denuedo la desaparición, él, bajo una incesante luz eléctrica, conoció las mil
formas de la bestialidad. De día y de noche fue torturado hasta que, cuando ya
se daba por muerto, el cerebro de la guerra sucia, el mayor Arturo Acosta
Chaparro, entró en la celda. “Vas a salir, ahí fuera hay ruido, pero a mí no me
engañas, eres de la guerrilla”, le advirtió. Vendado, fue conducido en un
escarabajo hasta la Frente del Diablo, el acantilado donde se arrojaba a los
opositores. Allí, antes de liberarse, olió a mar. Habían pasado 28 días desde
su desaparición.
Rogelio Ortega nunca antes había
detallado su historia a un periodista. Lo hizo al finalizar la entrevista,
cuando el fotógrafo le pidió que sostuviese entre las manos una cabeza de tigre
de porcelana. Ahí recordó su apodo. Luego vino el resto. Han transcurrido casi
38 años y la vida ha dado muchas vueltas. Acosta Chaparro fue ascendido a
general, condenado por narcotráfico y asesinado de tres balazos en la cabeza. Y
El Tigre, su prisionero, es ahora la máxima autoridad en Guerrero. En octubre,
como hombre de consenso del PRD, asumió el cargo tras la dimisión de su
antecesor, barrido por la matanza de Iguala. Después de verano, este
catedrático en Ciencias Políticas abandonará el puesto y espera volver a la
universidad.
Pregunta. ¿Usted es consciente de que
Guerrero da miedo a mucha gente de fuera?
P. ¿Se siente amenazado?
R. A cada quien le toca vivir su
realidad y al que no le gusta, tiene opción de salir. Somos seis millones de
habitantes, pero en Guerrero sólo vivimos tres millones, el resto se fue en
busca de mejores oportunidades. Y no a Yale o a Harvard, fueron a realizar
los trabajos más duros. Y eso es lo que hace falta en Guerrero, trabajo.
P. Guerrero es el mayor productor de
opio de México, tiene la mayor tasa de homicidios y es una de las zonas más
pobres. ¿Cómo se gobierna un Estado así?
R. Si la amapola se cultiva, es
porque alguien compra el producto. Y si alguien lo compra es porque está mejor
cotizado en el mercado que los productos tradicionales de Guerrero, como el
maíz o el aguacate...
P. Y para acabar con eso, ¿qué se
puede hacer?
R. Hay que pagar al campesino por
encima de lo que ofrece el narco. Mire, la amapola se cultiva dos veces al año
y, sólo en el semestre pasado, se destruyeron 50.000 plantíos. Mi reacción fue
decir ‘¡pobres campesinos!’ ¿Por qué? Porque el narco les paga por adelantado
la cosecha. ¿Y cómo van a devolver ese dinero, si les queman el cultivo? Pues
con sus hijos. El narco se los lleva para convertirlos en sicarios,
les entrenan para que ejecuten sin que les tiemble la mano.
P. La violencia está también en las
ciudades y alcanza a las autoridades. ¿Hasta qué punto se ha apropiado el narco
del poder?
R. No es un fenómeno exclusivo de
Guerrero. Desde hace más de 10 años hay una infiltración de la delincuencia
organizada en las instituciones, no sólo en la burocracia, en los jueces o los
procuradores, sino también en los partidos políticos. Estos les abrieron las
puertas para financiar candidaturas; luego el narco se dio cuenta de que ellos
podían ser el alcalde, el diputado y hasta el gobernador.
P. ¿Y eso ocurre en Guerrero?
R. Penetraron y penetraron muy
fuerte. Iguala es el caso emblemático. Ya había indicios con el asesinato
del líder campesino Arturo Hernández Cardona. Pero el problema es que nadie
intervino, y la sociedad tampoco, por miedo. Ahora bien, Ayotzinapa es la
oportunidad de que se pierda el miedo. Es el detonante de una crisis, no la
crisis. Pudo darse en cualquier municipio con alcaldes vinculados al narco,
donde el terror gobierna.
P. ¿Y por qué no quedó en silencio
en Iguala?
R. Porque el narco chocó con la
Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, que es un colectivo con tradición de lucha,
ahí el crimen no quedó impune ni en silencio. Ahora, en Iguala, se me acercan
familias enteras a decirme que se llevaron a sus hijos; gente que había
callado, ahora ha perdido el miedo.
P. ¿Considera cerrado el caso
Iguala?
R. ¿Cómo se va a cerrar ese
capítulo? A todo padre y madre que le dicen que su hijo ha desaparecido, va a
buscarlo hasta debajo de las piedras, y si le aseguran que su hijo está muerto,
lo primero que hace es no creerlo. Si hasta dudamos cuando vemos a un pariente
en el féretro. Pues tratándose de un joven, aún más. Cuando la autoridad sea
capaz de entregar evidencias como la de Alexander Mora[normalista
identificado por ADN], entonces la vida seguirá.
P. ¿No le bastan los indicios que
hay ahora?
R. Eso es lo de menos. Hay que
construir una ruta que les ayude. Sabemos cuándo empiezan los conflictos y cómo
se intensifican, pero no sabemos cómo terminan. Yo sé cómo no quiero que esto
termine. No quiero más violencia ni una salida autoritaria. Es muy fácil
decirles a los padres, en la incertidumbre, en el dolor que sufren, vayan
ustedes al frente, vamos a asaltar un cuartel.
P. ¿Están manipulando a los padres?
R. Es fácil hacerlo en el dolor. El
bloqueo de carreteras, el secuestro de vehículos y autobuses… Hay
un repertorio de acciones que difícilmente el colectivo de familiares
se las estaría planteando si fueran ellos los que auténticamente estuvieran
dirigiendo las acciones.
P. ¿Les están usando para una
finalidad política?
R. En el movimiento hay
indiscutiblemente voces antisistema. La idea de impedir las elecciones en
Guerrero, ¿tiene que ver con la desaparición de los muchachos? Yo creo que
tiene que ver con el repertorio de liderazgos antisistémicos que hoy aprovechan
esta bandera legítima y justa, el reclamo y el dolor, para llevar el movimiento
al cauce antisistémico y confrontativo.
P. ¿Y no teme algún incidente que
aumente la protesta?
R. Nunca se puede descartar un
escenario de esa naturaleza, pero es lejano porque los violentos están cada vez
más aislados.
P. ¿Podrá México superar Iguala?
R. Hay hechos, como la noche de
Tlatelolco, que nunca se borran en la historia. Ayotzinapa es uno de
ellos, trascendió México.
Por
Staff de Redacción
Febrero/08/2015
www.libertadguerrero.net


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