ENTRESEMANA
El Día del Presidente…
Por Moisés Sánchez Limón
Hace ocho años, Vicente Fox recibió el portazo legislativo que lo aterrizó en la realidad del repudio nacional; su sucesor estuvo a un tris de perder la contienda frente a Andrés Manuel López Obrador.
Hay evidencias de que al tabasqueño le robaron la elección, pero la historia se escribió con tinta de alianzas perversas, como la del acuerdo operado por el entonces secretario de Hacienda y Crédito Público, Francisco Gil Díaz, con legisladores panistas y priistas para dar largas a la revisión de la Cuenta Pública del periodo 2002-2003 de la administración foxista.
Y es que, consecuencia de las severas irregularidades que evidenciaban la galopante corrupción de esa administración federal panista, había elementos suficientes para someter a juicio político a Vicente Fox. Bueno, ahí estuvo la mano de la maestra Elba Esther Gordillo Morales pero igual la de los legisladores Héctor Larios Córdova y Emilio Gamboa Patrón, estos últimos de nuevo en el escenario de las negociaciones en el Senado de la República. Otros tiempos.
A Vicente Fox lo abuchearon en el salón de plenos camaral –en el Palacio Legislativo de San Lázaro--cuando presentó su Quinto Informe de Gobierno. Su bono de popularidad, incluso, estaba agotado. Pero.
Era viernes 1 de septiembre de 2006 y, por ahí de las siete y veinte de la noche, en ese mismo recinto el entonces secretario de Gobernación, Carlos María Abascal Carranza, informó al presidente Fox que no había condiciones para que, desde la tribuna del salón de plenos de la Cámara de Diputados, rindiera su último informe de gobierno.
En torno de San Lázaro se había tendido un cerco de seguridad pocas veces visto. La oposición de izquierda se había desplegado de forma tal que buscaba impedir el acceso de la comitiva presidencial a la Cámara de Diputados. Pero Vicente Fox llegó e ingreso por el acceso principal del recinto; ascendió por la escalinata y, cuando ingresó al vestíbulo del inmueble, le dijeron que no podía ingresar.
Dentro, esa izquierda furibunda había tomado la tribuna. Cosas de la historia, el hoy procurador Federal de Protección al Ambiente, Guillermo Haro Bélchez, entonces secretario General de la Cámara baja, recibió de manos de Vicente Fox el informe de gobierno y sus anexos.
Después, Felipe Calderón ingresó hasta la tribuna para rendir su Primer Informe de Gobierno, pero la entonces presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, la legisladora perredista Ruth Zavaleta, evitó recibir el documento y, antes, dejó su sitio al panista Cristian Castaño Contreras.
Hoy, Zavaleta, es nuevamente diputada federal, pero por el Partido Verde Ecologista de México y, por ende, parte del esquema de apoyo político-legislativo de la administración del presidente Enrique Peña Nieto, quien no acudirá, como el año pasado, al Palacio Legislativo de San Lázaro, a rendir su informe.
Pero ello no implica que haya desaparecido el Día del Presidente. No. Desde que fue reformado el artículo 69 constitucional, cesó la obligación del Presidente en turno de acudir a la apertura del periodo ordinario de sesiones del Congreso de la Unión y rendir su informe de labores.
Felipe Calderón evitó el deprimente espectáculo de que, por voluntad de diputados de oposición, se le negara el acceso al recinto camaral o que, en el mejor de los casos, se enfrentara a un auditorio mayoritariamente adverso y siempre en el riesgo de que a la investidura presidencial se le faltara al respeto. Cuestión de la liturgia política no escrita.
Sin embargo, al margen de esa reforma constitucional con la que se formalizó el rechazo a la presencia del mandatario en turno en una ceremonia de corte republicano, el informe presidencial se rinde en un recinto externo, en este caso Palacio Nacional, como ocurrirá este lunes. Y despierta la expectativa de su contenido y de lo que ocurrirá en su entorno.
Entre la oposición, como suele ocurrir, hay rechazo y crítica a dicho informe. De antemano se le descalifica. El partido oficial, el PRI, asume el papel que le corresponde y pondera lo realizado por el gobierno. Cada cual en su papel.
Apuéstele, pero Enrique Peña Nieto no sería rechazado como en su momento lo fueron Vicente Fox y Felipe Calderón. Dos presidentes camarales, en el Senado y en Diputados, de filiación perredista, no estarían en condiciones de aceptar que sus compañeros de bancada y militantes acarreados incurrieran en tal barbaridad.
Son de oposición, no son tontos. Su líder, Jesús Zambrano Grijalva planteó una postura que no va más allá de lo enunciativo. Este lunes, inclusive, Aleida Alavez, quien se quedó en el umbral de ser presidenta de la Cámara baja, asumirá su papel como vicepresidenta y punto.
Y qué de los diputados del Partido del Trabajo y los de Movimiento Ciudadano. Unos están más preocupados por el destino de su partido que en pensar en protestas; los segundos, bueno, son los segundos.
En fin, Peña Nieto no acude al Palacio Legislativo. ¿Para qué? Al final de cuentas el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, en acto protocolario entrega el documento y final del a acto. ¿Se acabó el Día del Presidente? Digo.
LUNES. Para comentar. Mire usted, en la reunión plenaria de los senadores del PRI, celebrada en Veracruz, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, manifestó amplio reconocimiento a la senadora Cristina Díaz, por la campaña que, como dirigente de la CNOP, hizo en todo el país, con la difusión de los beneficios de todas las reformas, en especial de la financiera y hacendaria. Hubo aplausos de todos los senadores, incluso de su coordinador Emilio Gamboa Patrón. Pregunta técnica: ¿Qué lectura le damos a este reconocimiento? Nuevo León está a la vista. Digo.
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