WASHINGTON (www.libertadguerrero.net).- Localizar en el océano Atlántico una ballena franca del tamaño de un autobús puede ser como encontrar una aguja en un pajar. Sin embargo, una nueva generación de robots submarinos podría localizarlas en tiempo real.
Estos dispositivos con forma de torpedos, provistos de equipamiento acústico, pueden oír el canto de las ballenas y alertar a los humanos para que los barcos puedan evitarlas y los científicos, localizarlas. El mes pasados, dos robots de 1,8 metros de largo de la Institución Oceanográfica Woods Hole (WHOI, por sus siglas en inglés) detectaron 9 ballenas francas glaciales (Eubalaena glacialis) en el Golfo de Maine (Estados Unidos). Se trata de la primera detección de este tipo de ballenas por vehículos submarinos.
«Al grabar el sonido de las ballenas se crea un espectrograma que representa visualmente los sonidos», explica el investigador de WHOI Mark Baumgartner. Los robots procesan y clasifican los sonidos y salen a la superficie cada dos horas para informar de la presencia de ballenas a los ordenadores situados en la costa mientras los animales siguen cerca. «Se puede utilizar esta información para marcar rápidamente un punto en el mapa. Así, el gobierno puede avisar a los barcos y pedirles que reduzcan la velocidad en la zona».
El 5 de diciembre, uno de estos «torpedos» permitió al Servicio de Pesca de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, por sus siglas en inglés) advertir a los barcos de la presencia de ballenas de 70 toneladas a unos 90 kilómetros al sur de Bar Harbor, Maine (ver mapa) y 145 kilómetros al noreste de Portsmouth, New Hampshire.
Las colisiones con barcos son una de las mayores causas de mortalidad de las ballenas francas, animal en peligro de extinción, representando quizá un tercio de las muertes registradas. Unido esto a la caza de ballenas, la recuperación de la especie es muy lenta: quedan menos de 500 ejemplares, y los biólogos señalan que la supervivencia de cada uno de ellos es importante para el conjunto de la población.
La bióloga Regina Asmutis-Silvia, de la Whale and Dolphin Conservation, que ha trabajado durante años estudiando las amenazas para las ballenas (caza, accidentes, etc), afirma que estos robots pueden llegar a ser muy útiles tanto para la ciencia como para la conservación de la especie. «Sin embargo, tienen sus límites, como todo», advierte. «Desde el punto de vista de la conservación, el problema es que las ballenas francas no emiten sonido todo el tiempo, por lo que aunque no las oigas, no significa que no estén», añade.
Una gran ayuda para la ciencia
Unas boyas con un sistema de alta tecnología para captación del sonido efectúan detecciones similares en las rutas de navegación de Stellwagen Bank National Marine Sancturary, cerca de Boston.
«El sistema es fantástico», señala Baumgartner. «Pero los dispositivos están fijos en un sitio, mientras que nuestros robots pueden moverse, lo que se acerca más a sistemas autónomos para detectar animales remotamente».
El sistema acústico de los robots es también muy flexible. Aunque en la actualidad cuentan con datos para detectar ballenas francas, ballenas jorobadas, rorcuales comunes y rorcuales norteños, se pueden ir añadiendo nuevos sonidos y especies para localizar otras criaturas marinas.
Estos «torpedos» pueden estar en el mar durante cuatro o cinco semanas antes de tener que recargar la batería. Si lo permite su gestión y financiación, un día podremos tener verdaderas flotas de robots viajando continuamente para recoger datos sobre ballenas y otros animales.
Los robots cuentan con una serie de sensores ambientales para registrar temperatura y salinidad y calcular los niveles de población de algas. «Tienen incluso una herramienta que nos permite hacernos una idea de la cantidad de zooplankton, alimento de las ballenas francas, presente en la zona », señala Baumgartner. «Por lo que tienen gran capacidad para ayudarnos a entender no sólo dónde están las ballenas, sino por qué están ahí».
Los métodos tradicionales de localización, supervisados por la NOAA, utilizan observadores en barcos y aviones. Son técnicas que tienen sus ventajas, pero son caras y no siempre funcionan, especialmente cuando el clima es malo. «He trabajado con varios proyectos con los que teníamos dificultades para encontrar los animales», confirma Baumgartner. «Así que es un gusto tener la posibilidad de obtener información con cierta antelación. Antes de salir ya sabíamos que había ballenas en nuestra zona de estudio, lo que se confirmó al llegar ahí».
Fuente: National Geographic
Enero/22/2013
www.libertadguerrero.net
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