Walton, presidente
Por
Jorge Valdez Reycen
En menos de un mes asumirá la alcaldía
de Acapulco Luis Walton Aburto, en medio de una agenda plagada de asignaturas
pendientes y, sin rubor de admitirlo: una crisis profunda en CAPAMA, que
financiera y operativamente está quebrada; una abultada deuda pública; los
servicios públicos colapsados, crecientes conflictos laborales y un incierto
panorama sobre su indefinición de ser líder de un partido que irá de la mano
con Andrés Manuel López Obrador a una aventura o sentarse a gobernar.
El sueño largamente acariciado por
Walton y hecho realidad por 120 mil votantes de ser presidente municipal, no
parece satisfacerle en lo mediato, por su condición de dirigente nacional del
Movimiento Ciudadano y cuya agenda de trabajo está anclada a otro proyecto
político que está a más de 400 kilómetros de Aca y no tiene puerto seguro.
La administración municipal que
Verónica Escobar Romo con valentía, pero con ausencia de operatividad política
y liquidez, enfrenta la cuenta final de los días de casi un cuatrienio –marcado
por lo político—, no puede ser rehén de una cadena de chantajes, ni tampoco
botín de aventureros sedicentes izquierdistas, que ven la oportunidad en el
infortunio ajeno.
Walton llega a la presidencia porteña con
la mayoría de sufragios computados, en un fenómeno electivo discordante con el
cómputo presidencial. Empero, la alianza PRD-PT-MC gobierna con “carro
completo” de senadores, diputados federales y Congreso local, además un
gobernador cuya popularidad y trabajo, en un año y medio de gestión, ha
enfrentado agudas crisis como la inseguridad, Ayotzinapa, el cochinero de su
antecesor enlodado en actos de corrupción, etc.
Walton ya debe tener un plan de
contingencia para Acapulco. Si CAPAMA como organismo paramunicipal, casi
clandestina y secretamente federalizado al depender de la Comisión Nacional del
Agua (Conagua), enfrenta una cartera vencida de 100 mil morosos, números rojos,
abultada nómina de empleados administrativos y sigue sin agua, pues debe romper
con ese círculo de “valores entendidos” y reclamar los millones de dólares que
España donó a Acapulco –no lo hizo a nadie más—para sanear su sistema
hidrosanitario y preservar la ecología de la bahía, sin descargas clandestinas.
Los burócratas eligieron a líderes
seccionales dóciles y afines al alcalde en funciones, en un juego de pirinola
donde “todos ponen” y sólo uno “toma todo”. La factura la cobran, ahora a
Escobar Romo y mañana a Walton. El desorden provocado intencionadamente tuvo su
origen en la improvisación de gente ávida de resolver su problema económico
personal y familiar, a costillas de un desaseado y previsible escenario de
caos, anarquía, confrontación y hasta violencia en la transición del poder
municipal.
La repartición de culpas con
justificaciones extemporáneas del desorden financiero tiene nombre y apellido,
pero también un salvoconducto llamado fuero. Esa es la verdad concisa, precisa
y maciza. Y la conseja popular dice: no abras frentes ni luches contra tus
enemigos al mismo tiempo.
Hay un exgobernador acusado y enjuiciado
popularmente por presuntos desvíos y quebrantos al erario por miles de millones
de pesos. Varios alcaldes y ex presidentes con sus tesoreros no han entregado
cuentas públicas y están en la picota, amenazados por un auditor que es como el
petate del muerto y le hace comparsa el contralor errante, por viajero y
preocupado más por diplomados en Washington, D.C., que en su función orgánica
de servidor público.
Walton debe cortarse el cordón
umbilical de AMLO y cumplir con el mandato de los acapulqueños expresado en
urnas, pero a la voz de ya. Renuncie al liderazgo de MC y sea congruente en
realizar una transición y devolver el orden a una ciudad caótica, sin principio
de autoridad, sin agua, ni leyes.
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