
El primer problemón con que Enrique Peña Nieto se
encuentra en su calidad de Presidente Electo, no es materia de salud pública,
educación, trabajo, estabilidad económíca u otras asignaturas pendientes, sino
tratar de que la serenidad, la paz y seguridad de los habitantes regrese cuanto
antes.
Sin confianza ni credibilidad en las instituciones y
los servidores públicos
involucrados en la seguridad pública, procuración y administración de justicia,
nada podrá comenzar a construirse o reedificarse, como cuando se remodelan
edificios ruinosos por falta de mantenimiento durante años.
Inmerso en sus homenajes de despedidas no muy bien
disimuladas el actual primer mandatario y jefe nato de las fuerzas armadas, se
la pasa machacando las genialidades de la nueva policía federal tan fregona,
que sigue a cargo del tesorero de los
más negros secretos de la oscura simbiosis
entre el enorme poder del narco y las autoridades civiles panistas, que anularon el endeble orden que existía en
México cuando lo gobernaban regímenes priístas, que pese a todo lo que se
quiera decir, nunca permitieron que los cárteles se les treparan a las barbas
ni se dieran espectáculos macabros.
Hasta el sexenio de Miguel de La Madrid Hurtado con
su hábil Secretario de Gobernación Manuel Bartlett Díaz, se contuvo el
expansionismo de las grandes organizaciones de narcotraficantes, limitándolas
en la medida de lo posible a respetar las rutas y territorios que se les
marcaban desde la PGR, Bucareli y Lomas
de Sotelo; los que se salían del guión iban a dar a prisión pero vivitos y
coleando: un capo importante por año era la cuota para que el gobierno yanqui
del norte “certificara” la lucha contra las drogas en México, regalando generosos
presupuestos millonarios en dólares para ayudar en ese combate, contar con
vehículos aéreos y escaso equipo obsoleto
para la intercepción de comunicaciones.
Sí claro, no faltaban cada mes noticias aisladas de
quema de plantíos y captura de “burros” acarreando pequeñas cantidades de
drogas, mientras toneladas pasaban o se producían en territorio a nacional pero
se iban directo a los USA, para abastecer la creciente demanda de tantos
adictos y viciosos de habla inglesa.
En cierto modo se “toleraba” la actividad de las
organizaciones y pocos cárteles a cambio de cuotas y porcentajes perfectamente
delimitados para dos o tres dependencias y los gastos de la partida secreta
presidencial, pero la condición estricta era que la droga no se quedara en México ni se aficionara a los
habitantes a ella.
No pudieron
faltar dos que tres gobernadores en Sinaloa, Jalisco,T,aulipas y
Quintana Roo que perdieron el rumbo y
terminaron como socios y jefes de los capos visibles que daban cara por ellos;
por ejemplo Manuel Salcido Azueta “El Cochiloco”, Ernesto Carrillo Fonseca y Rafael Caro
Quintero, relevados después por Miguel Angel Félix Gallardo y Amado Carrillo
Fuentes , de quienes fueron gatilleros incipientes Luis Héctor el Güero Palma,
algunos de los hermanos Beltrán Leyva y Joaquín Guzmán Loera en los litorales del Océano Pacífico de Sinaloa,
Nayarit, Colima, Jalisco, Michoacán, Guerrero, Oaxaca manejado por Pedro Díaz
Parada y Chiapas, con los protegidos de un
General y Gobernador.
En la frontera noroeste de México, concretamente en
Baja California con urbes como Tijuana y Mexicali, o en Ciudad Juárez,
Chihuahua, los fuertes fueron los hermanos Arellano Félix y Rafael Aguilar
Guajardo, el ex comandante de la Federal de Seguridad con Zorrilla Pérez que
curiosamente se hizo de Cancún y Mérida para recibir vuelos cargados de cocaína
para su redistribución vía aérea con escalas en Morelos.
En la frontera noreste, con Nuevo Laredo y Reynosa surgió
primero el Cartel de Matamoros que se
convirtió en el del Golfo, bajo el mando de Juan García Abrego, sobrino
del cacique contrabandista Juan Nepomuceno Guerra, compadre de Don Raúl Salinas
Lozano, el patriarca del Clan de Agualeguas en Nuevo León.
Ese Cártel de
cuna tamaulipeca se expandió por el litoral del Golfo hasta el Mar Caribe, o
sea desde Veracruz, Tabasco, Campeche y Yucatán hasta Quintana Roo; pero
también se hizo de Nuevo León, Coahuila
y Zacatecas.
Para 1988 en que llegó a Los Pinos Carlos Salinas de
Gortari, la narcogeografía mexicana no era
demasiado complicada pues prácticamente el país se dividía en dos. Una
mitad para los del Pacífico y la otra para los del Golfo…
Los familiares de aquel brillante economista corto
de estatura pero largo de alcances y ambiciones, fueron seducidos por la idea
de apadrinar grupos y cárteles, entonces
comenzó el desbarajuste y
disminuyó el control de las mafias, pese a la muy férrea actuación del
Subprocurador Javier Coello Trejo y el comandantazo Guillermo González
Calderoni; podría decirse que fue la época
dorada del Cártel del Golfo que comandara Juan García Abrego, protegido
por el hermano incómodo.
Le pegaron en
ese sexenio hasta por debajo de la lengua a
los mafiosos del Pacífico, cayendo varios grandes capos y lugartenientes
entrones como El Chapo Guzmán, so pretexto del asesinato del Cardenal Posadas
en Guadalajara aquel infausto mayo de 1993, mientras se le dio manga ancha a los del Golfo, permitiendo
que invadieran territorios ajenos y lejanos, como en el desarrollo inmobiliario
y turístico Diamante, que auspiciara el gobernador que fue cuñado del
Presidente Salinas.
En el mandato de Salinas les cambió la suerte a los
del Golfo y cayó García Abrego, tras haberse escondido en Acapulco y regresarse
a Monterrey para entregarse y ser extraditado vía fast track. Los del Pacífico
y Sinaloa seguían reclamando “sus
derechos” sobre rutas y territorio guerrerense.
No fue sino hasta que el PAN llegó a Los Pinos, en
que el conveniente ícono del Cártel, preso primero en Almoloya y después en Puente Grande,Jalisco, vino a dar
al bello puerto con sus primos los Beltrán Leyva allá por finales de marzo o abril el
2001, gozando de inmunidad virtual ordenada que se extendió por un sexenio más
en el 2006, con lo que logró su acomodo privilegiado entre los millonarios de
Forbes.
Pero no todo sería miel sobre hojuelas en los
sexenios panistas, al menos por lo que corresponde a Guerrero; en el 2005 llegó
una administración estatal disfrazada de perredista pero con demasiados nexos
con los del Cartel del Golfo y los Zetas, que aún no se independizaban. Se
toleró la reinvasión de norteños tamaulipecos y neoleoneses en Acapulco y
comenzó la escalada de narcoviolencia de la que aún no salimos.
Nunca pudo recuperar el Cártel de Sinaloa y el
Pacífico plenamente sus dominios sureños, porque desde el salinato se quedaron
bien incrustados pero agazapados en el
zedillato los del Golfo, tras la captura-entrega de García Abrego, que dejó el
mando en manos de Ossiel Cárdenas Guillén, de quien fue primero sicario Jorge Eduardo Costilla Sánchez “El Coss”,
después enviado a Acapulco como lugarteniente de Antonio Ezequiel Cárdenas
Guillén “Tony Tormenta”, que pretendieron desbancar a los Beltrán Leyva y a La
Barbie, Edgar Valdéz Villarreal allá por el 2005.
Caído ya “El Coss”, el Cártel del Golfo momentáneamente
quedó acéfalo para contento de los Zetas, los grandes enemigos naturales de los
sinaloenses.
Difícil se ve que la próxima administración los obligue a concertar la paz
entre ellos para que dejen de asustar a
los mexicanos con sus salvajadas. Tendrá Enrique Peña Nieto que reconfigurar el
control del narco para que cese la violencia en vez de patear el avispero como
Felipe Calderón y su consentido émulo de aquel negramente famoso Durazo.
selvicz@hotmail.com
Los comentarios y artículos de opinión son responsabilidad exclusiva
de quien los firma. Libertad Guerrero Noticias los publica en respeto
irrestricto a la libertad de expresión.
___________________________________________________
0 comments :
Publicar un comentario
Por favor, ingresa tu correo electrónico para poder contactarte posteriormente... Gracias por visitarnos.