ESTRICTAMENTE PERSONAL
Tres Marías: ¿dónde está el piloto?
Por Raymundo Riva Palacio
Una vieja pugna en el gabinete de seguridad, nunca
resuelta por el presidente Felipe Calderón, se trasladó casi por osmosis a los
mandos operativos de las secretarías de la Marina y Seguridad Pública Federal,
y es responsable indirecta de que este sábado dos agentes de inteligencia
estadounidense y un capitán de la Marina, estuvieran a punto de morir. La falta
de comunicación en las áreas de seguridad que ha convertido a aliados en
adversarios, hacían inevitable este momento.
Doce policías federales realizaban un operativo en
el área de Tres Marías, una zona donde la criminalidad ha anidado desde hace
varios años, por el secuestro del director del Museo Nacional de Antropología,
Salvador Vidal Flores, a quien le habían quitado el dinero, su automóvil, y
retenido durante cinco horas. La unidad vio la camioneta donde viajaban los
estadounidenses acompañada de otros tres vehículos, y les hizo el alto, de
acuerdo con el parte oficial.
La camioneta y sus autos acompañantes, se dieron a
la fuga, y comenzó una persecución por más de cuatro kilómetros por la tierra
del camino vecinal hasta la carretera federal a Cuernavaca. La Marina dijo
abiertamente que los policías los atacaron, pero no menciona el escape
realizado ni aclara sobre los otros vehículos acompañantes. La Embajada de
Estados Unidos, más dura, afirmó que sus agentes fueron “emboscados”.
Una emboscada es un acto planeado para perjudicar a
una o más personas, por lo que la Embajada sugirió que los policías federales
sí maquinaron para atacar a sus agentes. Muy fuerte el señalamiento, ¿para
desviar la atención y evitar preguntas que pudieran revelar el grado de
involucramiento de sus agencias de inteligencia con la Marina?
La primera es porqué un capitán mexicano manejaba un
vehículo oficial del gobierno de Estados Unidos vestido de civil. El vehículo
era oficial, con placas diplomáticas, parte del territorio estadounidense, como
lo puede ser American Airlines. Para que un mexicano pueda operar en una
propiedad estadounidense, tiene que trabajar para el gobierno de ese país.
La segunda pregunta es si la Policía Federal estaba
en un operativo en una zona donde hay instalaciones de la Marina, ¿por qué no
alertaron sobre lo que hacían? Normalmente, cuando se realizan este tipo de
acciones, se informa a las diferentes dependencias para evitar confusiones y
reducir riesgos. Se puede entender que no se hayan detenido por, quizás, un
nuevo protocolo de seguridad tras la muerte de uno de sus agentes en San Luis
Potosí el año pasado al ser detenidos en un retén por narcotraficantes que
vestían uniformes similares a la Policía Federal, pero una vez más, nunca hubo,
durante los minutos de persecución, aclaración alguna.
Si es válida esa hipótesis, ¿por qué cuando los
perseguían y el capitán lo informó a su base, sus jefes no verificaron con la
Policía Federal al mismo tiempo del envío de refuerzos, si en efecto realizaban
un operativo en la zona? Cuando los agentes estadounidenses fueron detenidos en
San Luis Potosí, tuvieron tres minutos para comunicarse con la Policía Federal
y descubrir que no eran los suyos y que habían caído en manos de delincuentes.
Si uno calcula una persecución en tierra y las velocidades que permiten ese
tipo de superficie, se puede asumir que los marinos tuvieron unos cinco minutos
para verificar con la Policía Federal. ¿Qué pasó?
La experiencia que deja el episodio en Tres Marías
es que las áreas de seguridad del gobierno federal no se hablan. El tema se
arrastre desde hace al menos hace tres años cuando en el gabinete de seguridad
el almirante Francisco Saynez se enfrentó con Genaro García Luna, quien se
oponía a su propuesta de eliminar literalmente a los narcotraficantes. Nunca se
autorizó la idea de Saynez, pero tampoco resolvió el presidente Calderón el
diferendo estallado, que se desdobló a otros niveles. La falta de coordinación
y comunicación no es sólo de marinos con policías federales, sino también con
el Ejército; igualmente disfuncional ha sido la comunicación entre policías
federales y la PGR. Esa incomunicación dañó la estrategia en el combate contra
la delincuencia. No ha sido culpa sólo de los secretarios, sino principalmente
de su jefe, el Presidente, quien tenía la obligación de ponerlos a trabajar en
orden y en equipo, para evitar episodios como el de Tres Marías, que hace
tiempo estaba cantado que sucedería.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
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