>>El
puerto está bajo control de militares que no han podido restablecer la paz que
reclaman los habitantes de este destino turístico
Por Staff de Redacción
ACAPULCO,
GRO. (09/Mayo/2022).- Hace unos meses, las autoridades —desde el presidente de
la República hasta la alcaldesa— presumían que en Acapulco los homicidios
dolosos y en general la violencia estaban en sus niveles más bajos. Las cifras,
así lo decían. Pero vino el cambio de gobierno en la alcaldía y en la
gubernatura y la violencia se soltó de nuevo.
Esta
nueva etapa de violencia comenzó minutos antes de que la alcaldesa, la
morenista Abelina López Rodríguez, rindiera protesta en el cargo. La noche
previa hombres quemaron la discoteca Baby’O y le siguió la quema del tianguis
de la colonia Zapata, el asesinato de ocho choferes de la ruta de la Costera
Miguel Alemán, los decapitados, más asesinatos contra transportistas, los
homicidios en playa, otros decapitados.
Llegó
enero y los empresarios comenzaron a denunciar que los criminales los asfixiaban
con las extorsiones. La noche del 19 febrero desde casi cualquier punto de la
ciudad se vio una columna de humo: 80 puestos del mercado central fueron
quemados por hombres armados. Una de las versiones es que un grupo criminal los
quemó porque los locatarios un día antes se negaron a protestar para exigir que
militares dejarán de vigilar esa central de abasto.
Apenas
comenzaba el último día de febrero, cuando a las 6:30 de mañana cuando llegaba
al gimnasio, fue asesinado a tiros Juan Carlos Brito, un ex funcionario y
delegado del PAN en el puerto.
El
primero de marzo, en plena Costera un ex funcionario de la alcaldía se aventó
de un automóvil en curso cuando vio a militares. Había sido secuestrado días
atrás. En los días de cautiverio le mutilaron un dedo del pie.
El
sábado 2 de abril, en playa Manzanillo dos hombres armados asesinaron a otros
dos; cuando intentaron huir policías ministeriales los persiguieron y los
asesinaron. Cuatro asesinatos con la playa llena de turistas que corrieron a
protegerse.
Dos
días después, en la colonia Renacimiento dejaron abandonado un automóvil con
cuatro cadáveres, uno el de una mujer.
El
jueves 7, en el poblador de Barra Vieja, muy cerca de la zona Diamante,
emboscaron integrantes del grupo de autodefensa de la Unión de Pueblos y
Organizaciones del Estado de Guerrero (Upoeg), dos murieron y otros tres
quedaron heridos.
Así
la violencia ha ido recordando a la ciudad que el terror que se instaló hace
más de 15 años no ha terminado. Desde ese tiempo, Acapulco está lleno de
militares que no han podido detener la violencia.
Expertos
indican que en el puerto de Acapulco operan 20 grupos delictivos que se dedican
al cobro de piso, a su vez comerciantes han denunciado que les exigen hasta 50 mil
pesos para dejaros trabajar y cobros mensuales que van desde 5 hasta 10 mil
pesos.
UNA DE MUCHAS HISTORIAS
DE TERROR
Todo
estaba listo para abrir su taquería. Eran las cuatro de la tarde de un domingo
de finales de enero. Jaime, su esposa, sus dos hijas y su suegra se sentaron en
una mesa en la banqueta del negocio. Comenzaban a comer.
A
unos 20 metros se detuvieron dos camionetas. Jaime las vio y tuvo un
presentimiento. Gritó a su esposa, a sus hijas y su suegra que corrieran, que
se metieran al local. Él también corrió para agarrar su pistola.
Mientras
su familia se refugiaba, de las camionetas bajaron dos jóvenes, cuenta Jaime.
Los dos, armados, caminaron directo a la taquería y abrieron fuego. Jaime
intentó defenderse y también les disparó.
Cuando
terminaron de disparar, casi caminando regresaron a las camionetas, se subieron
y se fueron.
"No
creas que se fueron rechinando las llantas, iban bien tranquilos",
recuerda Jaime.
También
recuerda perfecto como las dos patrullas de la Policía Turística que estaban a
una cuadra no intentaron perseguir a las dos camionetas, se quedaron paradas como
si nada hubiera ocurrido.
Tras
el ataque, Jaime corrió a ver a su familia, todas estaban bien, sin ninguna
lesión, pero todas con el corazón a punto de estallar. Su esposa y su suegra
tenían crisis nerviosas. Decidió cerrar el local y llevarlas a un hospital.
La
reacción de Jaime no fue un impulso, sabía que en cualquier momento podía
pasar. Semanas atrás recibió mensajes donde le exigían dinero. Lo estaban
extorsionando. Primero le exigieron 50 mil pesos. Se negó.
“Les
dije que podía con 10 mil. No podía más. En Acapulco no hay gente después de
las 10 y las ventas no están buenas”, dice.
En
el último mensaje le advirtieron: “Si no nos das los 50 mil pesos te vamos a
llegar con largos”. Con armas, con
rifles.
Jaime
cerró 10 días la taquería, ahora atiende con mucho miedo y mucha precaución,
sus hijas ya no le ayudan en el negocio, pero la menor sigue sonando que los
hombres armados regresan y lo matan.
Hace
ocho años, Jaime tramitó el permiso para portar un arma. La decisión la tomó
después de un intento de extorsión.
Lee también: Acapulco, el municipio guerrerense con más asesinatos en mayo
A
un negocio que tenía en la zona dorada una vez llegaron dos motos. Jaime
acababa de salir, apenas iba dando la vuelta. Llegaron y preguntaron a los
trabajadores por el dueño. Luego fueron con una de mis hijas que estaba en la
caja. Preguntaron por un familiar, le dijeron el nombre de Jaime. Luego que
había tenido un accidente en su tsuru blanco, pero Jaime nunca ha tenido un
tsuru. Su hija les dijo que no sabía nada. Se fueron.
“Me
habló mi hija, me contó y le dije que se saliera del negocio, que se fuera a
otro lado, que se metiera a un bar a donde encontrara”.
Después
de eso tramitó el permiso para portar arma.
Esa
fue una de las tantas veces que lo han querido extorsionar, pero no todas las
ocasiones se ha podido salvar.
“Ya
había dado la extorsión para estar más tranquilo. En Acapulco casi todo dan. Te
hablan muchos, unos dicen que son de un grupo, otros que del otro, luego te
dicen que porque hubo cambios, que ya hay otro cártel. Son muchas personas.
Antes le daba a una persona, máximo a dos, pero ahora vienen de todos lados”.
—¿Tienes
miedo?
—Sí
tengo miedo. Tengo más miedo que le pase algo a mis hijas. Uno debe ser
valiente, no tener miedo porque por eso nos están haciendo esto.
LA VIOLENCIA EMPEORA
Carlos
Juárez Cruz, director del Instituto para la Economía y la Paz (IEP), es
acapulqueño y ha estado aquí gran parte de su vida. Es contundente en su
análisis de la situación: no se ha hecho ni el intento por entender qué pasa.
"Me
parece que en Acapulco hace falta entender los patrones, tendencias que con los
años se han hecho muy claras. Sabemos que en las elecciones se eleva la
violencia y cuando pasan, gane quien gane, hay como una especie de reajuste,
nuevos equilibrios negociados o no negociados. Esa información debería servir
para prevenir", advierte el letrado.
Explica
que en el IEP detectaron que, al final del gobierno del priista Héctor
Astudillo Flores, hubo una caída en la violencia. Guerrero pasó de la posición
31 a la 25 en el índice de paz. "Para este año esperamos que no cambie
mucho, pero estamos viendo que la tendencia está empeorando por el aumento de
la violencia", dice.
En Acapulco ya hay tendencias muy claras de la violencia. ¿Por qué no se atiende? ¿No te parece que hay una omisión deliberada?, se le pregunta. "Lo que está pasando en Acapulco me parece grave, señala y agrega: Hay una ausencia del Estado. Si grupos del crimen organizado controlan territorios, cobran impuestos, si proveen la seguridad, si los ciudadanos les rinden cuentas, eso es un repliegue del Estado. Un grupo criminal no podría espontáneamente apropiarse de un territorio".
Con información de El Universal.
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