
ESTRICTAMENTE PERSONAL
EL RESCATE DE EVO Y ANDRÉS MANUEL
Por Raymundo Riva
Palacio *
El colaborador más funcional que tiene el
presidente Andrés Manuel López Obrador es Marcelo Ebrard, secretario de
Relaciones Exteriores. Esta semana dio muestras de su capacidad al rescatar a
Evo Morales de Bolivia y, al mismo tiempo, abrirle un tanque de oxígeno
político al presidente, que se estaba asfixiando en la crisis de seguridad. Una
chuza política que le trajo costos y beneficios, pero que logró sus principales
objetivos, cambiar la conversación –para ayudar a López Obrador-, y retomar la
política exterior –escapando por un momento del rol de bombero que le tienen
asignado en Palacio Nacional-.
El gambito está en la díada del
costo-beneficio. Los costos por haber llevado a cabo una acción que polarizó a
la sociedad –más por el encono hacia López Obrador, quizás, que por rechazo a
Morales-. Pero el beneficio en el campo doméstico, es enorme, al arropar al
presidente, que hasta el domingo estaba peleando sólo ante todos, y reforzar su
imagen en la opinión pública. La idea del asilo de Morales fue evaluada en las
primeras horas del domingo en la Cancillería. Ebrard habló con la embajadora de
México en La Paz, María Teresa Mercado Pérez, quien en las primeras horas de
caos en aquella nación, le dio la información clave para la toma de decisión:
el partido en el poder, Movimiento al Socialismo, condicionaba su participación
en el esfuerzo por estabilizar al país, sólo si Morales y el vicepresidente
Álvaro García Linera, podían salir del país.
La valoración era que la permanencia de
Morales en Bolivia haría imposible la pacificación del país y ponía en riesgo
su vida. Para entonces, las turbas opositoras ya habían irrumpido y quemado su
casa y la de su hermana. Ebrard se lo planteó al presidente y López Obrador lo
autorizó. Se dispuso un avión militar –originalmente adquirido por Emilio
Lozoya, ex director de Pemex- para ir por Morales y por García Linera, tan
pronto como se tuviera la aceptación del ex presidente y de las Fuerzas
Armadas, las únicas en ese momento que podían tomar esa decisión. Prácticamente
cuando Ebrard hacía pública la oferta de asilo, el avión partía hacia Bolivia.
El gobierno peruano autorizó que el avión
mexicano repostara en Lima, en donde esperó varias horas en espera de la
respuesta de las Fuerzas Armadas bolivianas. Cuando partió por Morales, la
Cancillería comenzó a tener problemas con las autoridades peruanas para obtener
el permiso de repostar con el ex presidente a bordo. No había una negativa para
el sobrevuelo, pero no quedaba claro porqué demoraba tanto la autorización. El
problema no era con los mexicanos, con quienes mantenían la comunicación
fluida, pero tampoco quedaba claro si querían pasarle una vieja factura a
Morales, con quien habían tenido una relación ríspida.
El avión llegó por Morales sin tener claridad
sobre la ruta para llevarlo de regreso a México. Ebrard urgió un plan alterno,
porque la situación en Bolivia se estaba deteriorando aceleradamente y el
aeropuerto Chimoré, por donde iba a salir, estaba rodeado por simpatizantes y
detractores. La embajadora Mercado Pérez ofreció conseguir el permiso para
sobrevolar Brasil, y su seguridad fue tomada con escepticismo. El subsecretario
de Relaciones Exteriores para América Latina, Maximiliano Reyes, ofreció buscar
el reposte en Paraguay. La embajadora Mercado Pérez habló con Ebrard media hora
después del ofrecimiento, para comunicarle que estaba arreglado y tenía los
oficios que respaldaban el sobrevuelo. Reyes habló con la cancillería
argentina, y el presidente Mauricio Macri reforzó la gestión mexicana ante el
gobierno del presidente paraguayo, Mario Abdo Benítez.
El avión con Morales partió hacia Asunción,
mientras la Cancillería buscaba permiso de Ecuador para volar en su espacio
aéreo. Sin ese permiso partió el avión, y entró al espacio aéreo ecuatoriano,
aunque el gobierno en Quito no había respondido a la petición mexicana. La nave
mexicana salió del espacio aéreo ecuatoriano y enfiló al mar, bordeando las
Islas Galápagos –a 900 kilómetros de la costa ecuatoriana- y enfiló rumbo a
México, donde entró a territorio nacional por Tapachula.
Los detalles en lo general de esta ruta fue
presentado por Ebrard el martes en la mañanera, narrada de una forma épica,
aunque en realidad, ese tipo de vicisitudes son normales cuando las naves
tienen incidencias extraordinarias –asilados polémicos, aviones de guerra rumbo
a un conflicto, o secuestros aéreos, por citar tres ejemplos-. La presentación
hecha por Ebrard le dio más espacio al presidente López Obrador, y permitió que
su gobierno le diera una recepción de víctima y héroe. La posición mexicana,
sin embargo, pareció ir rumbo a la confrontación con el gobierno de Estados
Unidos.
Para ser cuidadosos, se envió el mensaje al
Departamento de Estado que anunciarían el ofrecimiento de asilo a Morales.
Ebrard no lo habló con el secretario de Estado, Mike Pompeo, para no meterlo a
los temas de la relación bilateral. Quien lo informó a la Cancillería
estadounidense fue la embajadora Martha Bárcena. En la reunión de la OEA el
martes, el representante estadounidense, Carlos Trujillo, criticó la definición
mexicana de “golpe de Estado”, pero Ebrard minimizó la crítica a partir del
reporte de Bárcena, quien le informó que no había existido una reacción
negativa cuando les notificó el asilo de Morales.
El costo político con Estados Unidos, dice
Ebrard, será nulo. En cambio, desvió el énfasis informativo en los medios de
comunicación estadounidenses, y borró los temas de seguridad, frenando la ola
de opinión negativa contra López Obrador. Ahora, dependerá del presidente que
recupere la iniciativa perdida tras el culiacanazo. Será difícil. López Obrador
es muy terco y no ve en el mediano y largo plazo. Esa incapacidad ha hecho que
todas las bombas le estallen, como seguramente será en esta ocasión.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
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