❍ Un gol de Hirving Lozano
resolvió la clasificación más tempranera desde 1977. México tuvo más opciones
de aumentar el marcador y sufrió al final. Séptimo Mundial seguido para el Tri
CIUDAD DE MÉXICO ► México
venció 1-0 a Panamá con gol de Hirving Lozano en duelo del hexagonal final de
Concacaf, resultado que le dio el pase al Mundial de Rusia 2018. El Tri sumó 17
puntos, cifra que no lo desbanca de los tres primeros lugares de la
eliminatoria, con lo que es imposible que quede fuera de los puestos de
clasificación.
Las cúpulas de la Catedral de San Basilio
están pintadas de verde blanco y rojo. El águila bicéfala del Estado ruso es un
águila real, con una serpiente muriendo en su pico. El Kremlin está bordeado de
arbustos, como Los Pinos. En la Catedral del Cristo Salvador mora un estandarte
de la Virgen de Guadalupe. Es correcto. México ya está en Rusia.
Tláloc se tomó una siesta después de haber
descargado su ira sobre el sur de la Ciudad de México. Una espesa cortina de
agua rodeaba el Coloso de Santa Úrsula durante los prologómenos. El quinto
diluvio universal (cuarto de la semana) obstaculizó la peregrinación de los
simpatizantes, ya desencantados con la Selección tras las deficientes notas del
verano. Las gotas golpeaban como perdigones de pintura. Sobre la explanada se
abría paso el nuevo lago de Santa Úrsula. Las escaleras como cascadas, los
chorros del drenaje como disparados por un cañón policial, la espuma que se
acumulaba en los pasillos. El rumor de la cancelación se apagó cuando, ante el
graderío semi-vacío, aparecieron mexicanos y panameños. La verbena de otras noches
mundialistas, ciertamente más mágicas, es solo un recuerdo.
El ‘Bolillo’ Gómez, consciente de los
alcances y límites de sus jugadores, no encontró reparos en recluir a Baloy,
Ovalle, Chen y Machado bajo candado. De alguna forma debía a contener a Damm y
Gallardo, tan torrenciales como la tormenta de la víspera. Pero un nombre
escapó a su escrutinio: Jesús ‘Tecatito’ Corona. Incisivo, galopante,
nigromante. Corona reconvierte el espacio-tiempo cuando cambia la marcha. El
balón anida dentro de sus pies. Un jugador escrito por Roberto Miró. Con el
atacante del Porto como faro, México fue un apasionado cúmulo de buenas
intenciones, como un beso perpetuo bajo la lluvia. No obstante, el labio no se
le abrió. La maniobra maradoniana de Guardado terminó con un tiro que se
estrelló en los diques del Canal. Chicharito también sufrió los logros de la
ingeniería civil panameña, capaz, incluso de hacer pasar agua donde reina la
sequía: el remate de Cooper en el segundo poste murió en las piernas de Ochoa.
El Tri, ensimismado, encontraba espacios y
transitaba con libertad detrás de Godoy y Gómez, pero el camino a la meta de
Calderón, incordiado por la tribuna a pesar de las advertencias de FIFA y las
promesas de labor social, seguía bloqueado por el fango. Entonces, Corona
imaginó un recoveco y colocó el balón en el borde derecho de Hernández, quien
lo colocó a nanómetros del poste.
No cesó el ritmo alto de la Selección, quizá
petición de Osorio, ni los cambios de frente de Herrera ni los cuchillazos de
Damm y Gallardo. Pero el infortunado bucle se repetía. Incluso cuando Vela
trazó una curva bellísima con su pincel derecho; el lance de Calderón
embelleció el cuadro. Al calor del reposo, el espíritu de Raúl Jiménez poseyó a
Tejada, aunque el panameño tuvo menos fortuna y misma plasticidad. El destino
de esa chilena estaba sellado desde su concepción: solo una por siglo.
La colosal falta lanzada por Buitrago, que
probó los propulsores de Ochoa, abrió el segundo tiempo. Aunado a las proclamas
de victoria tras el vuelo del portero del Standard de Lieja, el terror se
apoderó del Azteca. El tufo de las noches podridas de 2013. Minutos después,
Davis emuló a Vela y Ochoa, a Calderón. Y el pavor. Lo cierto es que el arrojo
panameño rompió los grilletes del partido, música para los oídos de Hirving
Lozano.
‘El Chucky’ aterrorizó hasta a Manuel Noriega
desde el primer segundo en el que puso un pie sobre el césped. En su primera
carrera, Ovalle le marcó el alto con métodos ilegítimos. Con el Azteca en
combustión, ‘Tecatito’ danzó sobre la línea final, lanzó el centro, y Lozano
cabeceó a placer, como llevara toda la vida en ello. Y el terror fue jolgorio.
El rugido, uno mismo. El gol, de Mundial.
El cerrojo del ‘Bolillo’ estaba hecho añicos.
Las ‘Manos de Piedra’ de Calderón detuvieron un bombazo de Herrera, Chicharito
también campaba a sus anchas en espacio aéreo panameño y Aquino, con el gol en
bandeja, optó por propulsar un misil de largo alcance para bloquear los de
Kim-Jong un. Mientras las ocasiones se sucedieron, nunca desapareció la
tendencia autodestructiva del Tri. La Selección de Osorio es un personaje de
Dostoyevski, siempre seducido por el autosabotaje. Ochoa debió prodigarse para
acallar los embates de Ovalle y Quintero. El desfile por la cornisa ocasionó
que la primera proclama de “Nos vamos al Mundial” fuera más tímida que el chubasco
que acompañó los minutos finales. El epílogo del encuentro fue sonorizado por
un inteligible ‘Cielito Lindo’ y una euforia contenida. El salmo de otras
clasificaciones, “Nos vamos al Mundial”, no removió los cimientos del Azteca
como en antaño. La falla de Gabriel Torres fue el anti-afrodisiaco por
excelencia. Escorado por Ochoa, reventó el cuero hacia las tribunas. El Azteca
sufrió un soponcio y luego se recuperó cuando el llamado de la aerolínea
anunciaba el vuelo a Moscú. El sufrimiento no amainó el festejo, pero lo
descafeinó. Como quien recibe una prueba de una enfermedad no mortal en plena
Navidad.
Es correcto. La catedral de San Basilio, el
Kremlin, la Catedral de Cristo Salvador, el Hermitage, el Kremlin de Kazán, el
Baikal, el Mar Negro, la cordillera del Caúcaso. Todo, todo aguarda por la
Selección.
Por Eduardo López | AS
Septiembre/01/2017
www.libertadguerrero.net
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