WASHINGTON ► La pretensión del
presidente Donald Trump de establecer una política exterior que ponga a
"Estados Unidos primero" genera preguntas sobre quién ocuparía su
lugar como líder mundial.
China y Rusia se encuentran
entre los aspirantes a generar una mayor influencia económica y militar,
mientras que una ambivalente Alemania podría surgir como la brújula moral de
Occidente.
Durante generaciones,
Estados Unidos se ha encargado principalmente de fijar la pauta de la economía
global, vigilar las amenazas a la seguridad internacional y encabezar la
respuesta a crisis como la epidemia de ébola y el terremoto en Haití.
Pero luego de abrirse paso
hasta la presidencia con un mensaje cargado de aislamiento, fincado en la
noción de que Estados Unidos necesita volver a enfocarse en sí mismo, Trump no
ha dicho ni hecho mucho por disipar la noción de que quiere que el resto del
mundo solucione sus propios problemas.
En su discurso de toma de
posesión, Trump dijo que durante mucho tiempo Estados Unidos se ha dedicado a
las industrias, ejércitos, fronteras e infraestructura de otros países,
permitiendo que las propias caigan en "un deterioro".
"Eso quedó en el
pasado", subrayó el mandatario.
En uno de sus primeros
actos, Trump retiró el lunes formalmente a Estados unidos del Acuerdo Transpacífico,
un proyecto lanzado durante el gobierno el presidente George W. Bush y
negociado por Barack Obama para fijar reglas comerciales con Asia y
contrarrestar la influencia económica de China.
Al romper el acuerdo, Trump
dijo que estaba haciendo "algo grandioso" por los trabajadores
estadounidenses. Pero el senador John McCain, también republicano, indicó que
con ello "entrega el liderazgo de Estados Unidos en Asia a China".
China no es el único país
que podría beneficiarse del atrincheramiento estadounidense. De alguna manera,
Rusia y Alemania también podrían jugar un papel más importante a nivel mundial.
Pero nadie puede igualar de manera simultánea el poder económico, militar y
moral de Estados Unidos, por lo que un Estados Unidos más aislado podría
generar un vacío de poder.
"No existe ningún país
o conjunto de países que puedan hacer lo que Estados Unidos ha hecho durante el
último medio siglo", dijo Jon Alterman, ex funcionario del Departamento de
Estado y actual miembro del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales.
"Es, parcialmente, un asunto de recursos y capacidad, y también es,
parcialmente, cuestión de ambición".
"Simplemente se
dejarán de hacer muchísimas cosas", advirtió.
Aunque China y Rusia
apreciarían la oportunidad de intentar reemplazar a Estados Unidos en el plano
internacional, muchas naciones de Asia, Europa y otras partes, se han mostrado
inquietas por la posibilidad de una retirada estadounidense. Incluso Alemania
aún no fija una postura sobre jugar un papel cada vez más grande como ejemplo
moral.
China, que ha invertido
miles de millones de dólares en África y Latinoamérica para generar influencia
en las naciones en desarrollo, podría convertirse en una potencia económica
cada vez mayor. Ya busca de manera agresiva un acuerdo comercial multinacional
que sería la alternativa más viable al Acuerdo Transpacífico, un escenario que
el gobierno de Obama advirtió que le permitiría a China "dictar las
reglas" y generar peores estándares laborales y ambientales.
Beijing ha utilizado la
toma de posesión de Trump como una oportunidad para ridiculizar la democracia
estadounidense y jactarse de que el sistema comunista es superior. Y muchos de
los vecinos de China comparten los temores de que las amenazas de Trump
disparen una "guerra comercial" con la potencia asiática al gravar
los productos chinos.
"Les guste o no, la
economía global es un enorme océano del que no se puede escapar", dijo la
semana pasada el presidente chino, Xi Jinping, en el Foro Económico Mundial de
Davos, Suiza, al delinear sus planes de crecimiento, inversiones extranjeras y
oportunidades de comercio expandido. Fue el tipo de agenda que Estados Unidos
pudo presumir en el pasado.
Las alianzas militares de
Estados Unidos tampoco están garantizadas.
Trump ha dicho que la OTAN
es "obsoleta" y ha retado a los aliados de Estados Unidos a asumir
mayores costos para incrementar su presencia militar en el Pacífico, mientras
que Rusia ejerce mayor poderío militar en Europa del Este, que sufrió durante
décadas bajo dominio soviético.
No es el único lugar en el
que el Kremlin ha demostrado su fuerza. En Siria, Rusia ha respaldado por más
de un año las exitosas ofensivas del gobierno sirio en contra de grupos rebeldes,
y actualmente dirige las negociaciones de paz entre ambas partes. Estados
Unidos fue un simple observador en las negociaciones del lunes, mientras que la
Casa Blanca dijo que podría aliarse con Rusia para combatir al grupo Estado
Islámico en Siria. Un acuerdo de ese tipo mejoraría de manera importante la
reputación rusa en Medio Oriente.
"Con la elección de
Donald Trump, finalmente se acabó el viejo mundo del siglo XX", dijo el
ministro del exterior de Alemania, Frank-Walter Steinmeier al diario Bild, un
reflejo del generalizado lamento europeo sobre un confuso liderazgo
internacional y un desorden cada vez mayor.
Los planes de Trump
reflejan un debate mundial sobre globalización contra aislamiento. La primera
ministra británica, Theresa May, visitará a Trump a finales de esta semana,
buscando cooperación de un líder estadounidense que aplaudió la votación de su
país por dejar a la Unión Europea, algo por lo que Obama hizo campaña para que
no sucediera.
El presidente de Filipinas,
Rodrigo Duterte, quien alguna vez insultó a Obama por las críticas
estadounidenses a la guerra contra el narcotráfico en su país, aplaudió la
postura de Trump de "Estados Unidos primero" y expresó alivio de que
Estados Unidos ya no le dirá a otras naciones cómo comportarse.
El primer ministro húngaro
Viktor Orban, quien desde hace tiempo es acusado de tendencias poco
democráticas, respaldó dicho mensaje al declarar "el fin del
multilateralismo" en la era Trump.
Aunque la cada vez mayor
fortaleza económica de China y el vigor militar de Rusia podrían ser atractivos
para algunos, pocas naciones pro occidentales buscarán liderazgo moral en
alguno de esos países. Alemania ha intentado ocupar ese vacío, aceptando a cientos
de miles de refugiados y defendiendo un decreciente multilateralismo 70 años
después de ser causante de algunas de las mayores atrocidades de la historia
durante la Segunda Guerra Mundial.
Pero Alemania, el motor
económico de Europa, tiene una notable deficiencia: una incapacidad para
igualar el poder de los aspirantes a líderes mundiales en Moscú y Beijing. Y
pese a todos sus esfuerzos, la canciller alemana Angela Merkel enfrenta una
complicada reelección a finales de este año, en las que averiguará si su
Alemania es inmune a esta nueva oleada de populismo.
Fuente: IRZA
Enero/23/2017
www.libertadguerrero.net
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