WASHINGTON ► Hillary Clinton sonreía
más que Donald Trump cuando finalizó el primer debate cara a cara entre los
candidatos a la presidencia de Estados Unidos que se celebró anoche en la
Universidad Hofstra, en Hempstead, Nueva York.
La candidata demócrata consiguió su objetivo no
tanto de mostrarse más preparada que su rival, sino de presentar a su
contrincante como un advenedizo que no tiene las cualidades necesarias para
ejercer la presidencia.
Un sondeo de urgencia de la CNN concedió la victoria
a la candidata demócrata por un 62% de los espectadores consultados frente a un
27% que vio ganador a Trump pero seguramente debía ser por la alergia que les
debe provocar la ex primera dama. Trump no sonreía al terminar el debate porque
todavía se estaba recuperando de su último y definitivo tropiezo que de alguna manera
resumía lo que dio de sí la confrontación.
El moderador, Lester Holt, periodista de la NBC
News, le preguntó a Trump que aclarara por qué había dicho que Clinton, la
primera mujer candidata a la presidencia de Estados Unidos, no tenía
“apariencia” de presidente.
Rápidamente Trump cambió la palabra “apariencia” por
“resistencia” y otros sustantivos similares, y entonces Hillary Clinton
desplegó y comparó su experiencia. “Bueno, cuando él haya viajado a 112 países
y haya negociado un acuerdo de paz, un alto el fuego, la liberación de los
disidentes, una apertura de nuevas oportunidades en países de todo el mundo, y
pase once horas testificando ante un comité del Congreso, entonces podrá hablar
conmigo de la resistencia”.
Y a continuación le puso contra las cuerdas por su
actitud machista y las ofensas a mujeres durante la campaña. Ahí Trump ya se quedó
balbuceando y deseando que el árbitro pitara el final del partido. Así que
Trump no tuvo su noche y no la tuvo porque Trump no fue el Trump que enardece a
las masas.
Anduvo durante todo el debate con pies de plomo por
miedo a meter la pata y actuó sistemáticamente a la defensiva cuando el
moderador o su contrincante le interpelaban. Tuvo que defenderse por no enseñar
su declaración de impuestos, algo que han hecho todos los candidatos. Tuvo que
defenderse por las prácticas racistas de sus empresas inmobiliarias. Y hasta
tuvo que defenderse por haber puesto en duda durante tantos años que el
presidente Barack Obama hubiera nacido en Estados Unidos. Intentó arreglarlo
proclamando que gracias a su campaña Obama despejó las dudas mostrando
públicamente su partida de nacimiento. Fue cuando Clinton le llamó racista.
La candidata demócrata ha ganado el debate pero no
está clara la rentabilidad que podrá sacar de él. Mitt Romney casi dejó KO a
todo un presidente Barack Obama en el 2012 y luego perdió las elecciones. La
estadística señala que ganar el primer debate no garantiza absolutamente nada.
Ayer Clinton buscó más el apoyo de los conservadores que no soportan a Trump
que el de los jóvenes demócratas que apostaron por Bernie Sanders, pero también
adoptó esa actitud altiva y displicente que, según los sondeos, la caracteriza
tan negativamente.
Trump se presentó como “un ganador”, “un hombre de
negocios” el “candidato de la ley y el orden”, que bajará los impuestos a las
empresas y que se hará respetar en el mundo sin decir cómo. Y Clinton prometió
aumentar los impuestos a los ricos, aumentar los salarios y cambiar el sistema
penal que discrimina a los negros. Pero su frase más celebrada fue “Me he
preparado el debate, pero sobre todo me he preparado para ser presidenta de los
Estados Unidos”.
Fuente: Agencias
Septiembre/26/2016
www.libertadguerrero.net
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