BAJO
FUEGO
❍ La tormenta
El diferendo entre los gobiernos estatal y
municipal, debido al crédito aprobado por el Cabildo porteño, pasó de ser un
problema de procedimiento a una abismal ruptura entre ambos órdenes de
gobierno, una situación que impactará negativamente en la gobernanza local.
Por desgracia para la comunidad, las
diferencias entre ambos gobiernos se profundizaron desde que el titular de
Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, en tono nada amable reprochó al alcalde
Evodio Velázquez que su jefe de policía hubiera falseado documentos para
acceder al cargo.
Había algo de cierto en esa acusación, de
modo que el edil porteño tuvo que hacer los cambios exigidos en la estructura
de Seguridad Pública, fundamental para hacer frente a la responsabilidad de
prevenir el delito, que es lo que le compete al municipio.
Pero las diferencias han escalado, de modo
que el asesinato del alcalde de Ciudad Altamirano y la revisión a fondo de la
estrategia de seguridad para Acapulco, siguieron en la lista de desacuerdos
entre ambos órdenes de gobierno, ante la pasividad de una sociedad civil local
que se porta muy exigente cuando sus intereses personales son tocados, pero
omisa cuando se trata del interés público -nadie, ni los colegios, ni el sector
privado, ni las ONG, se han pronunciado para mediar en este conflicto
creciente-.
En fecha reciente la aprobación de una línea
de crédito por 158 millones de pesos, apoyada mayoritariamente por el Cabildo
pero sin pasar por la sanción del Congreso, generó nuevos encontronazos entre
la gestión municipal que encabeza Evodio Velázquez Aguirre y estatal de Héctor
Astudillo Flores.
Parecieran diferencias de carácter
ideológico, pero no lo son.
Son diferencias originadas en la calidad de
la gestión, es decir, en el modo de gobernar, que por desgracia impactarán en
la vida pública del municipio y del estado en lo general dado que afecta la
interacción ascendente (entre órdenes de gobierno) y descendente (la calidad de
la relación con los gobernados).
A querer o no, estamos ante un conflicto
inter-institucional que tarde o temprano afectará la eficiencia de la
administración pública municipal en Acapulco y, en menor medida, en el gobierno
del estado.
En este punto sería deseable que el Congreso
del Estado, en términos institucionales, interviniera para suavizar el estado
de cosas con el fin de evitar que una interposición desde otras instancias
-entiéndase el Congreso Federal o la Auditoría Superior de la Federación-,termine
en un procedimiento de carácter penal con ingratas consecuencias.
Pero hablamos de una mediación política, no
de la actitud golpeadora de los empleados de Luis Walton, que buscan la menor
oportunidad para atacar al munícipe, con todo y que su gestión se caracterizó
por la mediocridad.
Por otra parte, aquí habría que determinar
quién o quiénes metieron al joven edil en esa ruta de confrontación con la que
pretendían evadir los controles del Congreso local, diferendo en el que nada tiene
que ganar Velázquez Aguirre.¿Acaso tiene algo que ver su jefe de asesores?
Y mientras Evodio sortea el vendaval, sus
colaboradores cercanos hacen de las suyas: fuentes internas mencionan a Merced
Valdovino Diego, secretario de Finanzas, y a Víctor Aguirre Alcaide, de
Desarrollo Social, como dos poderosos funcionarios que buscan copar los
espacios de la administración municipal por cualquier medio, como una suerte de
avanzada para el recambio del poder.
Así, mientras el alcalde afronta la tormenta
exterior, quienes debieran ser sus hombres de confianza buscan posicionarse
dentro de la estructura gubernamental clientelar en aras de un futuro más
promisorio, incursión en la que derriban a todo el que se les atraviese, así
sean compañeros de otras dependencias de la misma alcaldía.
En particular el inalcanzable secretario de
Finanzas es mencionado como quien está preparando el terreno para una incursión
política de mayores alcances, cuando estamos a un mes de que la administración
de la que forma parte apenas cumpla el primer aniversario.
Merced Valdovino debiera ser observado a
partir de los resultados que dejó en la administración municipal de Coyuca de
Benítez, donde una abrumadora mayoría lo repudio cuando quiso repetir como
alcalde, en particular porque en su gobierno menudearon los secuestros.
Una revisión exhaustiva de los antecedentes
del exalcalde de Coyuca podría aportar elementos suficientes para entender su
conducta. En el caso de Aguirre Alcaide no es necesario investigar
antecedentes. Sólo pregunten en Tlapa cómo se las gasta, en especial cuando se
encuentra bajo inspiración etílica.
Fuera de las fobias y las filias que
caracterizan a un equipo político, Evodio debiera comenzar a valorar hacer los
cambios necesarios en su gobierno para premiar a quienes han aportado
resultados efectivos a su gestión y mandar a su casa a los que simulan
eficiencia. Entre ellos estos dos secretarios.
Así, con estos aliados, Evodio no necesita
enemigos. Con los que tiene dentro de su gobierno basta y sobra.
[Usted acaba de leer un artículo de
opinión cuyo contenido refleja el punto de vista del autor.]
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