ESTRICTAMENTE
PERSONAL
❍ El epílogo del rock star
[Por Raymundo Riva Palacio]
En el inicio de todo, un grupo de
expertos se reunió con Enrique Peña Nieto, candidato a Gobernador del Estado de
México, entre quienes estaba Ana María Olabuenaga, creadora del concepto
mercadológico “Soy Totalmente Palacio”, que definió a toda una generación de
negocios y moda. Al terminar el encuentro, Olabuenaga diagnosticó: “Es un rock
star”. Joven y apuesto, con un copete más cercano a Elvis Presley y James Dean
que al de un político convencional, era a quien Olabuenaga, a quien llamaba
Carlos Monsiváis “la emperatriz de lo efímero”, comenzó a construir como futuro
Presidente.
La imagen de Peña Nieto se proyectó
como alguien inédito en la política mexicana. Tenía un carisma innato y apelaba
naturalmente a la gente, pero se necesitaba más para el proyecto. A la mitad de
su gestión en el Estado de México, buscaron a una estrella de televisión para
ser la cara de su gobierno. Televisa recomendó a Angélica Rivera, una actriz de
telenovelas. Peña Nieto se enamoró y empezó a salir con ella, por lo que se
vieron forzados a sustituirla. Con la anuencia de la señora Rivera, contrataron
a su amiga Lucero. La historia de amor era un éxito, y Peña Nieto volaba a la
Presidencia.
El rock star había logrado algo que se
creía imposible: impactar a los jóvenes, un segmento anti priista, que lo veían
con ojos aspiracionistas. No duraría mucho el fenómeno. Las elecciones
legislativas de 2009 dejaron a un PAN en la lona y enfurecieron al entonces
Presidente Felipe Calderón, quien se quejó con Peña Nieto de lo sucio que
habían jugado los gobernadores priistas. Empezó una campaña contra varios de
ellos, se armaron expedientes y comenzó la cacería de priistas en el Golfo,
imputados por vínculos con cárteles de la droga.
La embestida fue eficaz. Frenó el
ascenso de Peña Nieto y empezó el declive del PRI entre 2010 y 2011. Nunca más
se volvería a revertir la curva. Le alcanzó a Peña Nieto para ganar la
Presidencia, con su historia de amor más de monarquías que de repúblicas, y el
trabajo del PRI. El problema es que la historia creada de Tolucandia tomó forma
de corte real en Los Pinos. El rey empezó a escuchar sólo lo que quería oír, y
se distanció del pueblo. En diversos textos se ha explicado en este espacio la
forma como se alejó Peña Nieto de todo lo que era y de cómo fue secuestrado por
la Presidencia Tripartita. El aislamiento le propició un revés en las elecciones
de 2015, que sólo leyó a nivel federal y no local –los resultados fueron
antagónicos-, y un atragantamiento en la jornada del 5 de junio.
La suma de su aislamiento y su
negación ante el creciente rechazo ciudadano por políticas públicas que
afectaron al PRI, provocaron un fenómeno inédito: la crítica de los priistas a
un Presidente priista en funciones. Antes esperaban hasta que dejara el poder
para denostarlo, como parte de un sistema cruel pero funcional, donde cada
sexenio un grupo de ellos llegaba al poder y otro se iba seis años a hibernar.
En ese modelo circular todos, en algún momento, eran incluidos, y todos, en
otro, excluidos. Eso explicaba los golpes quirúrgicos sobre funcionarios del
anterior gobierno para legitimarse. Pero nunca estos ajustes de cuentas
pragmáticos, adelantaron sus tiempos. No se había percibido el cambio porque el
PRI perdió la Presidencia en 2000, y sólo la recuperó hasta 2012.
Peña Nieto está viviendo en su cuarto
año de gobierno, el equivalente al séptimo. Las críticas internas al Presidente
y la inconformidad con su gestión, son una de las externalidades más dramáticas
de la derrota del 5 de junio. Dentro del PRI hay señalamientos directos al
Presidente de los descalabros, en una crítica no se centra en las traiciones,
como acusaron a ex presidentes del PRI en el pasado, sino en la mala operación
política que a muchos sigue decepcionando. Hace unos días en una reunión
plenaria de diputados del PRI, la nueva presidente interina del partido,
Carolina Monroy, prima de Peña Nieto, escuchó esos reclamos de manera abierta y
directa, en una catarsis que se volvió reclamo directo al Presidente. Si la
caída mantiene la tendencia de las elecciones en 2015 y 2016, el PRI saldrá una
vez más de Los Pinos por culpa, acusan, de Peña Nieto.
La imagen magnética del rock star está
en la basura. A sus políticas equívocas le añaden la mala imagen que tiene Peña
Nieto en la nación, que se hundió de manera estrepitosa en noviembre de 2014 al
revelarse la existencia de la casa blanca. Desde entonces el humor social
empeoró y nada hizo por mejorar las alianzas que lo llevaron al poder. Al
contrario. Todos los sectores, viejos aliados, viejos rivales, o grupos
neutrales, se están manifestando contra él. En las críticas de los priistas,
emerge la cultura priista. El Presidente, como un todo, tiene en sus manos el
porvenir o, en este caso, la desgracias. Por tanto, las soluciones para
corregir, revertir y salvar lo que queda del gobierno, la Presidencia y
modificar el destino, dependen solamente de él.
Peña Nieto se encuentra en un dilema
muy profundo, porque tiene que luchar contra él mismo para aplicar la solución.
Pero a la vez es una nueva oportunidad que tiene en las manos. Las anteriores
que tuvo, no hay que olvidar sin embargo, las despilfarró.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
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opinión cuyo contenido refleja el punto de vista del autor.]
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