ESTRICTAMENTE
PERSONAL
❍ Desestabilización
en Acapulco
[Por Raymundo Riva Palacio]
El domingo por la
noche, la zona costera de Acapulco desde el Club de Yates hasta la Zona Dorada,
que albergan a más de 100 hoteles, vivió horas de pánico. Grupos armados
atacaron los dos hoteles en donde se hospeda la Policía Federal y generaron una
balacera. Muchos tiros que causaron terror, pero dejaron el saldo de un
atacante muerto y un federal herido.
¿Qué se pretendía? “Estábamos preparados,
pues ya se veía venir”, dijo a la prensa el Gobernador de Guerrero, Héctor
Astudillo. “Hubo una articulada organización para tirar balazos y provocar
zozobra; todo preparado por la delincuencia organizada”. Lo que sucedió en
Acapulco llena los casilleros de un proceso de desestabilización sólo visto con
ese nivel de preparación y construcción de condiciones de terror en Reynosa,
durante la década pasada.
El gobernador Astudillo refirió que la
balacera del domingo obedeció a la captura en Los Cabos, Baja California Sur,
de Freddy del Valle Verdel, “El Burro”, anunciada por la Comisión Nacional de
Seguridad el domingo pasado. Las autoridades lo identificaron como el jefe de
plaza del cártel de los hermanos Beltrán Leyva, encargado de la venta y
distribución de drogas en el puerto, a la vez que ordenaba secuestros,
extorsiones y asesinatos de sus rivales, el cártel independiente de Acapulco,
que es una escisión de la vieja organización que a finales de la década pasada
controlaba todo el negocio de la droga en el corredor que iba de la Ciudad de
México a aquella ciudad. Sin embargo, la desestabilización se venía dando, como
en Reynosa, casi dos semanas antes.
En Reynosa, el entonces gobernador Eugenio
Hernández enfrentó en un día múltiples rumores que causaron enorme zozobra en
la población. Aunque condenó las redes sociales, en ese momento aún no habían
detectado que dos semanas antes de ese punto climático de incertidumbre y
pánico, se habían comenzado a difundir rumores en cuentas de Twitter que recién
se habían abierto, donde anticipaban balaceras, cierre de escuelas, comercios y
advertencias a los pobladores que no salieran de sus casas. Un día de balacera sirvió
para magnificar los eventos criminales, darle veracidad a lo que la
especulación venía construyendo e introducirlo en una temporada de
inestabilidad política.
En el caso de Acapulco, de acuerdo con un
recuento de Federico Sariñana, director de Capital Máxima Chilpancingo, en las
dos últimas semanas se había registrado una inusual actividad en las redes
sociales, así como mensajes de alerta transmitidos por WhatsApp. A través de
robots (bots, en el lenguaje cibernético) sincronizados, añadió Sariñana, se
transmitieron audios y videos para atemorizar a la población, entre ellas
fotografías de episodios de violencia que habían sucedido en ese puerto seis
años antes.
El último audio fue enviado este lunes,
después de la balacera en Acapulco, donde una mujer, aparentemente en una
conversación telefónica, afirmaba que el martes se iba a decretar el toque de
queda en el puerto, con lo cual toda la actividad pública sería restringida,
con lo cual, se puede argumentar, buscaban compras de pánico en mercados y
establecimientos comerciales que generaran aún más zozobra.
Panfletos distribuidos misteriosamente entre
la población, a través de las redes sociales, comenzaron a llegar a las casas
de los acapulqueños. Uno, el viernes, decía: “A todos los habitantes del puerto
de Acapulco se les hace la advertencia que este fin de semana será muy
violento, no nos hacemos responsables de la gente inocente que se atreviese,
vamos a terminar con la bola de lacrosos que circulan por las noches en bares y
discotecas de Acapulco… Así que no salgan después de las 10 de la noche, este
fin de semana no es puente ni vacaciones así que no hay turismo…”. El panfleto
estaba cruzado por un letrero, como prueba de agua, que decía “Periódico
Dictamen de Guerrero”, que no existe, y a diferencia de las narcomantas, salvo
la puntuación gramatical, no tenía faltas de ortografía.
El domingo circuló otro panfleto que decía:
“El cártel de Sinaloa informa que a partir de mañana lunes 25 de abril
estaremos haciendo recorridos por todas las colonias del puerto a partir de las
6 de la tarde y a todo aquel que veamos sospechoso será levantado. Les
recomendamos no salir de sus casas si no tienen nada que hacer, tampoco
queremos ver niños jugando en las calles o serán balaceados. La plaza de Acapulco
es nuestra y no queremos que haya muertos inocentes por eso advertimos que no
salgan y cierren sus negocios”. Por la tarde del domingo, apareció en Twitter
un mensaje apócrifo que decía que las clases se habían suspendido este lunes.
Algo en ciernes mostró sus síntomas, pero
hasta este momento no está del todo claro quién está atrás de esta campaña de
desestabilización, que por definición busca minar a un gobierno y mostrarlo
incapaz de controlar lo que sucede. La pregunta es si el gobierno de Astudillo
es el objetivo primario de esta acción extraña, o si hay una meta ulterior, el
gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, que se ha empeñado reiteradamente
en llevar la paz a Acapulco y establecer parámetros de normalidad en Guerrero.
El Gobernador asegura que no hay motivaciones más allá de las criminales.
Empero, en cualquier caso, la afrenta es al Estado mexicano, que debería
encarar el desafío con la misma fuerza y energía con la que están probando sus
capacidades y fortalezas.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
[Usted acaba de leer un artículo de
opinión cuyo contenido refleja el punto de vista del autor.]
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