EL
VOYERISTA
❍¿Periodistas testigos de la historia?
[Por Alfredo Guzmán]
Por ser mañana (hoy)
aniversario del Sindicato Nacional de Redactores de la Prensa (SNRP) y por
estar cumpliendo más de 30 años de ser un profesionista de la comunicación, me
permito hacer algunas reflexiones.
Siempre quise
estudiar algo que me diera oportunidad de servir. Cuando joven quería ser
abogado, para sacar a los borrachos de la cárcel, porque en mi colonia, siempre
los llevaba la redada o la patrulla. Quise ser también policía investigador,
para poder conocer quién o quiénes hacen mal a la gente. Al final estudié
periodismo en la escuela de Ciencias de la Comunicación de la UAGro.
Claro, luego de haber
pasado por Filosofía un año, Economía 6 meses, Derecho 8 meses y Ciencias
Químicas, Ingeniería, Arquitectura y nada. Ninguna me llamó la atención.
Todo empezó cuando en
el Reportero de Andrés Campuzano me juntaba con varios periodistas y con
Leoncio Domínguez Covarrubias. Nunca supe cómo ni con quién llegué, pero
supongo que el trago, me llevó. Eran noches y días enteros de platicar,
comentar y beber.
Luego supe de un
curso de lectura y redacción que daba la maestra cubana Neysi Palmero en la
sección del SNRP. Conociendo mis limitaciones, acudí a varios cursos con el
Ágora Fohnapas, con un italiano de nombre Scopinichi. Y así fui a varios con
otros autores. Luego me invitaron a un curso de Comunicación Social, que
promovió el equipo del gobernador José Francisco Ruiz Massieu.
Claro desde que
llegué a Chilpancingo y me integré al Partido Comunista, fui voceador del
periódico Oposición, órgano de difusión ideológica del PCM. Luego me hicieron
responsable de su distribución en el estado y de mandar datos a la redacción en
México, D. F. Quizá por ello, fui Secretario de Prensa y Propaganda del
Sindicato de Trabajadores Académicos de la UAGro (STAUAG), unos años después.
Andrés me permitió en
las primeras borracheras escribir un comentario sobre la UAGgro. Inicié, pero
no me di cuenta, y también lo hice en Pueblo con Gustavo Salazar. Y me dijeron
que sólo debía hacerlo en el Reportero y así fue. No recuerdo a quien toqué que
desde ese momento, me leyeron la cartilla, sobre que había intocables. Zas,
cosas del poder. Ahí empecé a conocer cómo masca la iguana en los medios
informativos de Guerrero.
Me mandaron a la nota
roja con Miguel Cervantes Gómez, (a) El Harry, y recibía mi primer salario como
reportero. Llegué al Ministerio Público y cuando leía en las averiguaciones
previas QRR y QRA, suponía que ya conocían a los involucrados, pero no me
querían decir. QRR es quien resulte responsable y QRA, es quien resulte
agraviado. Así llegué de ignorante. Hoy, estoy cumpliendo más de 30 años de
aquella fecha. Inicié a trabajar en el periodismo en la nota roja.
He visto cosas que
nunca imaginé. Vi cuando el ejército, el gobierno federal, estatal y municipal
se sentaba con los narcos y con los empresarios guerrerenses que lavaban la
ropa tendida. Cuando la plaza la controlaban gente como Joaquín Guzmán Loera y
sus ayudantes en el estado.
De algunas cosas poco
se puede hablar. Porque en el periodismo, están los que ven y comentan, pero
hay cosas que no se pueden escribir. Al menos en el nivel que estuve. Los
héroes, están muertos.
Hoy, que he llegado
al nivel casi del retiro, me encuentro pleno y escribiré hasta que me quede
tinta en la mente.
El periodismo es una
profesión como todas, donde se cobran honorarios, por servicios. Los medios,
son propiedad privada y negocio de los dueños y editores. Uno escribe lo que le
permiten. Las notas informativas, son pasadas por un lector y determina qué
pasa y qué no. Hay quienes creen que con el periodismo van a hacer la
revolución. Ya mero.
Hay conciencia, ética
y servicio social. Pero como reportero, sólo hay que consignar hechos, y si hay
fuente, mejor. Uno reporta y quién decide si se publica, es el editor o dueño
del medio, de acuerdo a sus convenios o intereses particulares y financieros.
No hay truco.
Claro, cuando uno
opina, entra a otro nivel.
Hace 4 años, por
instrucciones de Jorge Salgado Leyva me informó Federico Sariñana, locutor de
Radio Capital, que estaba prohibido comentar, nada sobre la familia del
funcionario. Comenté en radio UAG y a partir de esa fecha dejé de comentar en
Capital Radio, dejando atrás 12 años de comentar los miércoles, cuando en
aquellos tiempos me invitó mi amiga Lilian Rivas Santillán.
Lo entendí y no hice
tos. Me refugié en las redes sociales. Me dolió, pero conocí en parte, los
excesos del poder.
Ya antes, desde la
llegada de Carlos Zeferino Torreblanca Galindo, me impidieron reportear en Casa
Guerrero. Gajes del oficio.
Hoy, en otras
condiciones, ya me invitan a las conferencias del poder.
Confieso que he
vivido y no me arrepiento de nada. Conozco las mieles y la forma en que el
poder seduce y conozco la hiel y el daño que provoca a la mente y al bolsillo,
estar fuera de las redes del poder.
Hoy, con libertad y
con la fuerza que me permite mi experiencia, conocimiento, capacidad, y las
redes sociales que no tienen dueño ni tienen poder los políticos, para callar a
nadie, he escogido mi trinchera. Hay quien supone que porque no escribo en un medio,
no tengo la fuerza necesaria para que mi voz sea escuchada. Varios medios y
revistas con mi permiso toman mis temas y los publican. A todos gracias, pero
subido a la red, ya deja de ser mío.
Les respondo a mis
detractores, que los lectores de las redes, me hacen más poderoso, que
cualquier periódico que se publica en Guerrero.
En efecto, sólo he
sido testigo de un tramo de la historia, que me ha tocado vivir. Y algunas
cosas las he narrado y otras las he cronicado. No me engaño ni me creo nada.
Soy un humilde periodista.
Quizá algún día,
pueda escribir de muchas cosas, como la que escribí cuando aquella historia
personal ocurrida en el Faraón, un 15 de septiembre del 2013.
Gracias vida, gracias
Dios. Y no es despedida, porque eso no lo decido yo. Gracias mil.
Prosperidad y
felicidad a todos en este 2016.
[Usted acaba de leer un artículo de opinión cuyo contenido
refleja el punto de vista del autor.]

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