CIUDAD DE MÉXICO ► El movimiento estudiantil de 1968 en México
abrió la puerta para que más mujeres estudiaran y participaran políticamente,
pero a 47 años de la masacre, la saña y la represión por parte del Estado
contra la juventud continúa, coincidieron líderes femeninas del Comité 68.
Hoy se conmemoran 47 años
de la tarde en la que el gobierno priista ordenó disparar contra miles de
personas –la mayoría jóvenes estudiantes– que se manifestaban en la Plaza de
las Tres Culturas en Tlatelolco, en esta capital.
Al paso de los años, la
misma gran urbe ha sido escenario para decenas de manifestaciones
multitudinarias. Este 2015 la demanda es por mayores oportunidades de
educación, rechazo a la reforma educativa, y la exigencia de justicia para los
estudiantes normalistas agredidos y desaparecidos de Ayotzinapa, Guerrero.
POR UN PAÍS MÁS
JUSTO
Luz María Aguilar Térres,
antropóloga, activista preparatoriana del 68 y guerrillera en los años 70,
consideró que la sociedad y la juventud mexicana actual tienen suficientes
razones para volver a manifestarse organizadamente como hace 47 años, ya que
ahora el Estado –como aquel entonces– se sigue “ensañando” con la población más
joven.
La activista reflexionó
que a diferencia de hace más de cuatro décadas, las y los jóvenes enfrentan
“mucha desesperanza”, pues antes se creía que se podía luchar por el socialismo
o cambiar al mundo; sin embargo, consideró, ahora las juventudes resienten que
los campos y el trabajo obrero se empobrezcan cada vez más, y que los planes de
estudio en la educación superior enseñe menos ciencias sociales y más ciencias
aplicadas.
En aquel entonces, en
1968 y con 16 años de edad, Luz María se movilizó por la defensa de la
autonomía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pero
principalmente por que se necesitaba de “un país más justo, y no creíamos que
la represión lo fuera”.
Recordó que tras ser
elegida como representante de su grupo para el Comité de Lucha, se integró al
Consejo Nacional de Huelga (CNH) junto a otras jóvenes, quienes enfrentaron el
rechazo en sus hogares y las “corretizas” por parte de la policía.
No obstante, se
entregaron al igual que los varones en el movimiento “boteando” (recolectando
dinero) en los centros de trabajo y los mercados, haciendo guardias,
participando en brigadas y realizando otras comisiones.
Rememoró que la tarde de
ese 2 de octubre, ella llegó a escasos metros de donde balaceaban a los
estudiantes porque la alcanzaron a alertar de la matanza que en ese momento
estaba ocurriendo en Tlatelolco.
“No sabíamos qué hacer
hasta que de repente vimos que salía un contingente de la plaza corriendo, pasó
junto a nosotros y nos dijo que nos fuéramos porque estaban atacando a los
grupitos. Nos quedamos como de piedra.
“Con miedo, rabia y
coraje nos regresamos, pero en cada esquina nos fuimos haciendo mítines
denunciando que estaban masacrando a los estudiantes en Tlatelolco. Nosotros
pensamos que esto no iba a quedar impune, que la gente se iba a levantar e iba
a protestar, pero parece que fue al contrario”, relató.
Después de 1968, Luz
María ingresó a la Facultad de Economía de la UNAM motivada porque –sostuvo–
ahí se gestaba la discusión sobre la situación nacional, era un núcleo
político.
No obstante, como
universitaria también vivió otras represiones contra las y los jóvenes, como el
llamado “Halconazo” en 1971. Finalmente, las ansias de justicia la llevaron a
participar políticamente en movimientos armados clandestinos.
Del 68 –dijo la activista–
surgieron nuevas mujeres políticas que hoy ocupan puestos de representación
popular, dirigen organizaciones civiles o que –como ella– se integraron a las
guerrillas urbanas, al considerar que en el país no había cauces legales para
protestar y cambiar al sistema, además de que las libertades democráticas
estaban clausuradas “en ese gobierno tan cerrado, prepotente y tan
injusto”.
No obstante, advirtió,
también hubo ganancias: “(El movimiento) vino a conseguir que la sociedad
tuviera más conocimientos, fuera más participativa y estuviera más atenta a sus
gobiernos”.
MÉXICO 68: PAÍS
AUTORITARIO Y MACHISTA
Adriana Corona Vargas,
integrante del CNH y ahora profesora de la Universidad Pedagógica Nacional
(UPN), explicó: “Nosotros (líderes del movimiento) salimos cada año a recordar
que no olvidamos y que no perdonamos porque no ha habido justicia, es un país
donde la justicia no existe aunque tengamos leyes muy bonitas”.
Adriana fue elegida
representante de la Preparatoria Número 6 de la UNAM para conformar comités de
lucha e integrar el CNH, lo que le permitió estar en las asambleas generales,
brigadas, pintar camiones, ir a marchas y a los “boteos”.
Reconoció que no sólo las
mujeres representantes participaron en el movimiento, ya que se conformaron
brigadas únicamente femeninas y a veces ellas reunían más dinero que los
varones.
Corona Vargas criticó que
como mujer siempre fue más difícil participar, y que algunas de sus compañeras
tenían incluso que escaparse de sus casas, mentir a sus familias, y hasta
disfrazarse para poder participar en el movimiento.
El 2 de octubre de 1968
ella salió a manifestarse a pesar de que sus compañeros ya habían alertado
sobre una fuerte represión. Desde una esquina de la Plaza de las Tres Culturas
miró el inicio de la balacera, y apenas le dio tiempo de salir corriendo.
Adriana participó en el
movimiento porque creía que las cosas tenían que cambiar, porque era un país
“autoritario, represivo, tradicionalista y muy machista”.
También creía en la necesidad
de conseguir justicia en un país en el que no la había, de que las mujeres
podían aportar más que sólo ser madres y tener proyectos de vida individuales.
Está de acuerdo que a 47
años de distancia, las reformas educativas están desmantelando la educación
básica a través de reducir presupuestos y quitar materias elementales, además
de que se busca desaparecer a las escuelas Normales. Además, aseguró que el
Estado sigue golpeando a las y los jóvenes, ignorando que “un país sin jóvenes
es un país sin futuro”.
Coincidió en que este
movimiento abrió la puerta para que más mujeres de manera masiva participaran
políticamente, pero también para que decidieran continuar estudios superiores
incluso en carreras donde están invisibilizadas, lo que derivó, por ejemplo, en
que la carrera de Medicina se feminizara.
“El 68 fue una
movilización por querer cambiar las cosas, por buscar un mundo mejor y porque
las cosas no se queden nada más en un país de simulación. Es una necesidad de
un mundo mejor y una esperanza en el futuro que hoy no hay”, resaltó.
Por Angélica Jocelyn Soto | Cimac Noticias
Octubre/01/2015
www.libertadguerrero.net
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