ESTRICTAMENTE PERSONAL
• El
ingenuo subsecretario
[
Por Raymundo Riva Palacio ]
Probabilísticamente hablando, era cuestión de
tiempo para que la Coordinadora de Trabajadores de la Educación, tuviera un
mártir. Este martes, finalmente, tras medio año de provocaciones calculadas a
las fuerzas federales y confrontaciones, Carlos Castillo Peña, profesor de
primaria egresado de la mítica normal de Ayotzinapa, murió por los golpes
recibidos durante el desalojo que hizo la Policía Federal en la lujosa zona de
Punta Diamante, en Acapulco. Combustible para la disidencia magisterial,
organizadora y articuladora de la revuelta social en el sur del país desde hace
unos 18 meses, con la ayuda involuntaria –quiere uno pensar- del subsecretario
de Gobernación, Luis Miranda.
Sin él, la disidencia magisterial sería lo
que siempre fue, un grupo de presión acotado a cuatro estados. Por él, la
Coordinadora es actualmente un movimiento social y político con presencia en el
70% del país, capaz de frenar las reformas constitucionales del presidente
Enrique Peña Nieto y tener de rodillas al gobierno federal y varios estatales,
incapaces de frenar su beligerancia y escalada táctica de fuerza y propaganda
que busca, en primera instancia, la derogación de la Reforma Educativa, al
menos en Oaxaca, Guerrero, Chiapas y Michoacán, y en segunda, la cancelación de
las elecciones para gobernador en Guerrero en junio próximo.
Miranda es su pilar inopinado, a quien han
usado los maestros disidentes, lo han manipulado y le han arrancado dinero y
poder, que es lo que les permite seguir incendiando el país. El subsecretario
no está rebasado ahora. Siempre lo estuvo al no saber nunca negociar con la
disidencia magisterial, que lleva cuatro décadas realizando la misma estrategia
de tres fases: movilización-negociación; confrontación-negociación; y confrontación-receso.
Miranda, que no quería la violencia, siempre les abrió les cumplió sus deseos y
les abrió la chequera del gobierno. Les dio plazas, que significaban recursos,
contraviniendo la Reforma Educativa, y llenó las tesorerías de la Coordinadora
con más de 10 mil millones de pesos en menos de dos años. También fue su
promotor ante los gobiernos estatales a quienes obligó a que tuvieran
representación de la disidencia magisterial, inclusive en entidades donde nunca
habían existido.
Gran promotor de la insurrección mexicana,
forma parte del núcleo de la aristocracia mexiquense que tiene en Atlacomulco
la capital del reino. Forma parte delgrupo político al que políticos
mexiquenses agraviados por el ascenso meteórico de un puñado de jóvenes, los
bautizaron como Los Golden Boys. Los encabezaba Miguel Sámano, el
poderoso secretario particular del gobernador Arturo Montiel, quien tenía dos
patas: Carlos Rello, coordinador de su campaña para gobernador y secretario de
Economía, y Miranda, subdirector de Asuntos Jurídicos, y responsable de
establecer y mantener las relaciones políticas con las celebridades del PRI,
como el ex presidente Carlos Salinas. Atrás, prudente, casi tímido, estaba
Enrique Peña Nieto.
El grupo se fragmentó, y el ascenso de Peña
Nieto fue dejando víctimas entre los viejos camaradas. Rello, vinculado aún a
Montiel, está en el sector privado; Sámano, arrumbado como diputado verde sin
lustre. Miranda consolidó su relación con Peña Nieto. El hombre de las leyendas
sobre las bóvedas de billetes que tiene la clase política mexiquense, de todas
las confianzas de Montiel, se convirtió en operador incondicional de Peña
Nieto, quien lo arropó. Secretario de Gobierno en la administración peñista en
el estado de México, y responsable de resolver los problemas, se caracterizaba
por ser un político primitivo, que pensaba que las soluciones se daban con
dinero. No tenía creatividad ni talento como negociador. “Todo lo resolvía con
dinero”, dijo una persona que lo conoce desde hace más de una década. Como
presidente, Peña Nieto lo colocó como cuña a su amigo Miguel Ángel Osorio Chong
en Bucareli, donde lo nombró subsecretario del ramo, para hacer lo que hacía en
Toluca.
Como varias veces se ha expresado en esta
columna, nunca entendió que Toluca no era México. Pero Miranda, con la
confianza de su compadre el presidente, el único con quien Peña Nieto bebe
whiskey, juega regularmente golf los domingos en Ixtapan de la Sal y lo invita
a pasar la Navidad juntos, hizo lo mejor que sus capacidades le permitían con
la Coordinadora: dinero, concesiones y prebendas. Adoptó como asesor de
cabecera al ex gobernador José Murat, junto con quien mangoneaban a los
funcionarios para satisfacer las pretensiones de la disidencia
magisterial. Obligaron a los subsecretarios de Hacienda y de Educación a
entregar plazas y recursos a la Coordinadora, forzando los recursos para que
salieran a través del ISSSTE, mediante el juego de apagar el cerillo aunque
creciera el incendio en el bosque.
Si el dinero era inagotable en Toluca, en el
gobierno federal no. Sin dinero, Miranda alcanzó su Principio de Peter, o sea,
su nivel de incompetencia. Su amigo el presidente, que no tiene empacho en
regañarlo tantas veces sea necesario, no corrigió, el camino que Miranda diseñó
con los maestros rebeldes. Los resultados son las movilizaciones permanentes,
violencia en las calles, debilidad institucional, ausencia del Estado de
Derecho y Reforma Educativa trunca. En marcha está la insurrección y la disputa
por el poder, donde todos los días se van agotando las opciones del Estado
Mexicano para enfrentar la inestabilidad y restaurar la gobernanza. Miranda es
el arquitecto de este desastre institucional, quien por ingenuidad llevó al
país a estos niveles de desacuerdo nacional. Pero algo habrá en su favor cuando
se escriba la historia de estos momentos: nunca se mandó solo.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
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