Otro cachito de Mujeres Peligrosas
Atiendo peticiones de amables lectores transcribiendo otra parte de la novelita que le sacará canas verdes a más de tres:
“ - ¡Doña María Concepción!...tengo el gusto de presentarle al invitado de honor de esta fiesta del profesor Hank. Mi amigo es un corazón solitario que como médico me preocupa mucho. Mi paciente...el ilustre Catedrático don Mariano Tolín Sánchez, gloria de México, de quien me estaba usted preguntando tanto el otro día...
El propio catedrático no tuvo más remedio que admirar a la mujer. La conocía desnuda de casi niña en un óleo, pero así vestida arrebataba. El médico nunca se imaginó que llegara el día en que tuviera que ponérsela en suerte a otro hombre. Eso le molestaba en el fondo, pero tenía que hacerlo por conveniencia política.
Mariano Tolín, aunque jamás había sido aficionado a las mujeres, sí contaba con buen gusto estético. La dama de blanco era digna de las pinturas que tenía, ¡hasta de una estatua!.
Le emocionaba saber que estaba estrechando la mano de aquella casi niña que tanto había mirado plasmada en un lienzo de la colección de arte que poseía en su Hacienda San José. Le temblaban un poco las piernas y la voz, sintió la carne de gallina y un escalofrío recorrió su espalda. La mano que tocó era muy tersa y agradablemente tibia.
A partir de ese momento, María Concepción tendría que demostrarse a sí misma que aún sabía conquistar y dominar a los hombres. Bueno...en el caso particular, estaba consciente de que su buen cuerpo no le sería de gran ayuda.
Un reto fabuloso a su vanidad se le presentaba, pero como ya había recibido una excelente orientación del Doctor Cuéllar en sus "charlas moteleras", sabía que debía atacar por el lado intelectual y estimular la vanidad narcisista de su presa, además tenía que actuar contra reloj. Dejó su mano en las de Mariano, tal vez esperando un beso a la antigua etiqueta de la aristocracia y así lo recibió...
- ¡Mucho gusto licenciado!, pero... ¿no me diga que es usted el autor del Tratado de Derecho Precolombino?
- ¡Sí señora mía!; a los pies de usted.- Dijo ruborizado y desconcertado, pero sobre todo íntimamente halagado. Ella lo miraba escrutadoramente.
- Es una verdadera lástima que yo no supiera que iba usted a venir Maestro, hubiera traído su gran obra... me moriría porque me lo autografiara. Fíjese que también me interesó mucho el libro de texto de mi nieto, el que venden en Porrúa que hizo usted para la Universidad. ¡Qué honor para mí, poderlo llegar a conocerlo en persona!...yo que me lo imaginaba feo y mucho mayor, pero veo que está usted en la plenitud y además...muy guapo e interesante...todo un caballero de abolengo...debe usted tener muchas admiradoras Maestro...-Dijo zalamera.
El pobre de Tolín Sánchez no sabía en dónde esconder la cara de la vergüenza. Ella no le soltaba todavía la mano. No cabe duda de que cuando la mujer es hábil e inteligente, sabe por dónde y cómo llegar más rápido a su objetivo.
Cinco minutos más tarde ya estaba en gran plática con Mariano, sentados en una banca alejada de los demás. Tenía que tejer sus redes a toda prisa.
A lo lejos, Cuéllar Killer indicaba al profesor Hank que el enlace estaba hecho. Ambos miraban complacidos a la pareja, que se convirtió en el centro de atención de la reunión.
Comenzó el banquete de buffet.
-A ver don Mariano, yo le traigo su comida. Usted no se moleste por favor eh, la mujer se hizo para servirle al varón- Aunque en su fuero interno pensaba exactamente lo contrario.
Mientras caminaba hacia la mesa enorme con los suculentos manjares, se meneaba discreta y coqueta. Las mujeres la envidiaban... los hombres la deseaban.Regresó con los platos y las viandas.
- Mire Mariano, ¿le pongo salsita verde o roja?- Le preparaba ella misma un tradicional y democrático taco de barbacoa, el platillo típico de Santiago Teneltianguis y sus alrededores. También había chicharrón, consomé de carnero, arroz con chícharos e higaditos de pollo, carnes Hereford al carbón, filetes de pescado a la parrilla y enormes camarones al mojo de ajo. Los meseros, muy diligentes repartían bebidas a los comensales.
El Maestro estaba gratamente impresionado dejándose mimar por la interesante dama que no dejaba de hablarle dulcemente y al oído, con extrema familiaridad. Eso bien sabía que le convenía ante tanto malediciente sobre su cuestionada masculinidad.
El aliento de ella, tan cerca de su oído, lo hizo sentirse muy bien. María Concepción le decía todo lo que de él sabía pues "siempre lo había admirado desde lejos". La verdad es que sólo unos días antes, el Doctor Cuéllar le platicó todo lo relativo a los gustos y antecedentes del extraño solterón empedernido.
Mariano Tolín se percataba del modo en que lo miraban los concurrentes. Internamente les decía "¿A ver, cual maricón, desgraciaaadooos?,¡ ya quisieran!.
Ella continuó su ataque, mostrándole a todas las mujeres asistentes cómo se conquistaba a un inconquistable. Algunas de ellas cruzaban ya discretas apuestas.
-Mariano...¿qué sienten los grandes hombres como usted, que han dado lo mejor de su vida por el país educando a los universitarios respecto al futuro de México en estos tiempos?- Su pregunta fue con maña, sabía que con eso lo haría abrirse de capa e interesarse en dar otra de sus cátedras.
Un mesero les dejó entretanto sendas copas de coñac y jarritos típicos con aromático café de olla endulzado con piloncillo y canela.
El trato exquisito y los modales finos de María Concepción despertaron sentimientos de atracción en Mariano. Se sabía observado, sentía que estaba dejando con un palmo de narices a los envidiosos que cuestionaban su virilidad. La dama que tenía a un lado era todo un ejemplar de escaparate que seguramente le envidiaban más de tres.
El también estaba consciente de que su prolongada soltería tenía que dejar de serle un estorbo político para sus ambiciosas metas. En México era inaceptable un presidente soltero, divorciado o viudo sin nueva mujer de compañera”.
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