ENTRESEMANA
Dudas y sospechas
Por Moisés Sánchez Limón
Despojar al gobierno federal del control electoral no fue cosa fácil, tampoco desactivar al Colegio Electoral de sui generis jurisdicción en que se convertía la Cámara de Diputados. La controvertida elección de Carlos Salinas de Gortari como Presidente de México dio pie a la creación del Instituto Federal Electoral, le seguiría el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
Toda una historia de jugarle a los demócratas aterrizó en la desconfianza nacional y desnudó al sistema cuando en aquella elección presidencial de 1988, luego de una fundamental reforma electoral de 1977 –la que creó a la Ley de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales--, para acabar con la clandestinidad política abrió las puertas de una sospechosa legalidad financiada con fondos públicos, las partidas presupuestales para los partidos políticos.
Dirigentes de izquierda cooptados, activistas becados en Europa cuando no exiliados en Cuba o en la entonces Unión Soviética, que luego retornaron al país para sumarse a la alta burocracia y las ligas mayores de la política cuando se alzaron diputados federales, senadores e integrantes de los gabinetes presidenciales o asesores con altas remuneraciones que les hicieron olvidar los días de lucha, de la clandestinidad, del ostracismo cuando no la persecución policiaca.
Militantes de la derecha y empresarios o ideólogos egresados de las universidades privadas y con posgrados en el extranjero, igual pugnaron por la apertura democrática y cuando llegaron al poder olvidaron la tarea, objetivos y convicciones.
Unos y otros, incluso, tuvieron a sus representantes en el naciente sistema electoral, con el IFE ciudadanizado y presidido por un académico de prestigio, José Woldenberg, que se ha mantenido en ese concepto respetable, aunque es acaso el único que puede presumir de aseo político.
Santiago Creel que se llamó ciudadano sin partido y con esa característica transitó como consejero electoral junto con otros personajes que presumieron apartidismos, mas al término de la encomienda se echaron a los brazos del PAN y del PRD, para combatirle al PRI en las urnas, incluso en aspiraciones presidenciales, legítimas sin duda, pero manchadas con el doble lenguaje de quien se llama impoluto y termina bañado en su propia demagogia.
Hoy, incluso en esas fuentes donde abrevaron la dizque democracia partidista, apoyan la desaparición del Instituto Federal Electoral, como parte de la reforma política y electoral que suponen basamento para pode entrar a la discusión de una reforma energética que, sólo por citar la denominación, nada tiene que ver con una elección, a pulso inmediato. En fin.
El PAN y el PRD proponen la creación del Instituto Nacional Electoral que supla a los institutos estatales electorales. No importa que ello entrañe daño al Pacto Federal. Buscan centralizar el control de los procesos electorales de todo el país, de ayuntamientos, diputados locales, diputados federales, senadores, gobernadores y, por supuesto, del Presidente de la República.
Pretenden combatir cacicazgos estatales con un virrey que dicte las pautas en los procesos comiciales. ¿Quién para dirigir al INE? Un personaje disfrazado de demócrata, porque al final de cuentas habrá de rendir cuentas al Congreso de la Unión, a los diputados federales y esto quiere decir a los partidos políticos. ¿Dónde la independencia de criterios del presidente del INE?
Esto de la democracia mexicana que busca y no acaba de encontrar el rumbo porque a cada paso se tropieza con la misma piedra y enredos reformistas, es el símil del perro que se persigue la cola cuando es parte de su propio cuerpo enfermo, azotado por males sarnosos como la compra de votos y el uso de fondos públicos para mantenerse en el poder.
¿Escucharán los diputados federales a los presidentes de 25 institutos electorales de igual número de entidades que tienen argumentos legales, de peso, válidos contra la pretensión de desaparecerlos mediante el INE?
Estos presidentes de institutos y consejos electorales fueron este jueves tres de octubre a la Cámara de Diputados y se entrevistaron con el presidente de la Junta de Coordinación Política, el perredista Silvano Aureoles Conejo, y el priista Alejandro Moreno Cárdenas, presidente de la Comisión de Gobernación, y otros legisladores federales a quienes expusieron su oposición a la eventual creación del IFE.
Hubo quienes bostezaron, despreocupados, ante las explicaciones de los funcionarios electorales, otros como Aureoles y Moreno vieron con simpatía su postura y convinieron en que el control electoral no puede ser centralista. Vaya, no se puede volver a los tiempos del gran elector desde el Poder Ejecutivo Federal, cuando el secretario de Gobernación era el presidente de la Comisión Federal Electoral. ¿Más de lo mismo? Digo.
sanchezlimon@gmail.com
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