ENTRESEMANA
Bajo sospecha
Por Moisés Sánchez Limón
El del cabildeo y los cabilderos, es un tema del que se han bordado historias, reales o infundadas, de corrupción en los procedimientos de reformas legislativas, especialmente aquellas en materia fiscal, aunque las hay de otra influencia que entraña el juego de intereses políticos y económicos, como ocurre con la Ley de Juegos y Sorteos que evidencia tantos resquicios como el uso laxo de permisos que se vendieron en millonarias cantidades durante los doce años del PAN en la Presidencia de la República.
Recurrentemente, apenas asoma la hebra de una enorme madeja de presuntas maquinaciones corruptoras, en esto de maicear a diputados y/o senadores para, en la votación, tornar light una ley que se planteaba severa, o desaparecer restricciones que afectan intereses millonarios de una industria como la refresquera, los legisladores se vuelven autocríticos y se ofenden por sólo imaginarlos corrompidos.
Mire usted. Apenas en noviembre del año pasado, la Cámara de Diputados elaboró una especie de registro autorizado de cabilderos, personajes que suelen apersonarse en el Palacio Legislativo de San Lázaro cuando se negocia la iniciativa de Ley de Ingresos y la Miscelánea Fiscal, dizque para identificarlos y normar criterios, con el fin de evitar especulaciones, malos entendidos y que no cabildearan quienes no tienen rango autorizado.
La Asociación Nacional de Profesionales del Cabildeo, A.C., en su página web puntualiza:
“Para los profesionales de esta Asociación el concepto de cabildeo de define como "Informar para Influir", con los distintos agentes con poder de decisión, de manera lícita y transparente a favor de los intereses representados por el cabildero”.
Pero resulta que hace unos días los diputados y senadores se apanicaron por una nota informativa en la que se citaban los nombres de despachos de cabildeo que andarían en la oferta de lana en efectivo y hasta viajes o regalazos para los legisladores que inclinaran la balanza a favor de los intereses de sus representados.
La respuesta inmediata fue curarse en salud. El pleno de la Cámara de Diputados, por 457 votos a favor, ninguno en contra y cero abstenciones, aprobó este martes 15 de octubre de 2013 una reforma al Reglamento de la Cámara baja, “para que los servidores públicos de esta instancia no lleven a cabo actividades de cabildeo durante el ejercicio de sus funciones, así como tampoco sus cónyuges y parientes por consanguinidad o afinidad hasta el cuarto grado”.
El dictamen aprobado, que adiciona los numerales 3 y 4 del artículo 264 y, 2 y 3 del 265, “señala que las diputadas y diputados o el personal de apoyo no podrán aceptar dádivas o pagos en efectivo o en especie por parte de persona alguna que realice cabildeo o participe de cualquier otro modo para influir ilícitamente en las decisiones de la Cámara de Diputados”. Por prisas en demostrar que son incorruptibles y no están dispuestos a ser maiceados, dejaron abierto que pueden ser influenciados lícitamente. ¿Cómo?
Tema viejo que se renueva en esa impronta de las negociaciones en las que todos están bajo sospecha. Porque la clásica de Perogrullo indica que para que haya corrupción debe haber corruptor y corrompido.
¿Alguien pidió a los diputados vacunarse por enésima ocasión contra la corrupción? Proceder de esa forma, en la inmediatez de una reforma en casa, simplemente los exhibe bajo sospecha. Sí, todo el mundo señala con índice de fuego a los cabilderos; los imaginan con portafolios llenos de billetes verdes deambulando por los pasillos del Palacio Legislativo de San Lázaro, o afuera de los salones donde sesionan integrantes de las comisiones ordinarias, en busca de diputados a quienes corromper. Es pueril pensar así. Las negociaciones, las propuestas, los acuerdos y las chapuzas, se concretan a extramuros. ¡Caray!
Es el mismo cuento de ayer y antier. En noviembre de 2005, para no ir más lejos, diputados de prácticamente todos los partidos se pronunciaron a favor de reglamentar y transparentar el trabajo de los cabilderos.
Hasta diciembre de 2005 había en la Cámara de Diputados seis iniciativas de ley o decreto, relacionadas con el cabildeo; en el Senado se registraban tres iniciativas.
Y, bueno, en marzo de 2011, luego de aquel escandalazo de 2006 por la supuesta millonaria maiceada que las tabacaleras, encabezadas por la British American Tobacco, esparcieron entre diputados, se elaboró una relación de los cabilderos, entonces ya en número de 471, que podían desempeñar sus tareas en la Cámara de Diputados abiertamente.
Hoy se sabe oficialmente que para cabildear la Reforma Hacendaria, por de pronto, y la Ley de Ingresos 2014, hay autorización para 252 personas físicas y morales. ¿Quién de ellos ha pretendido corromper a los diputados? ¿Qué diputado estrenó mansión o abrió recientemente cuenta en las Islas Caimán? Sólo así se entiende esta enésima decisión de curarse en salud; aunque con ello todos quedan bajo sospecha. Conste.
sanchezlimon@gmail.com
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