OSLO (www.libertadguerrero.net).- Cruzando los fiordos y el hielo eterno, el autor y sus amigos emprenden la búsqueda del mayor carnívoro del planeta, del cual se calcula que solo sobreviven 20 mil ejemplares porque su peor enemigo, el hombre, ha acabado con ellos.
Ha sido un viaje cercano a las dos horas y media de Oslo a Longyearbyen. Sus mil 600 habitantes conforman la mayor población del Archipiélago de Svalbard que no niega sus orígenes mineros, vocación definida principalmente por la extracción de carbón desde 1906.
Es el único lugar en el mundo donde dejó de funcionar el cementerio hace 70 años, al comprobarse que el “permafrost”, o hielo eterno, impide la descomposición de los cuerpos. Aquí se construyó el almacén o banco de semillas más grande del mundo para salvaguardar la biodiversidad de las especies de cultivos. Se conoce popularmente como “Bóveda del fin del mundo”, se terminó de construir en febrero de 2008 y se encuentra a 120 metros de profundidad para resguardar 100 millones de semillas de todo el orbe a 18 grados bajo cero en cajas de aluminio cerradas herméticamente.
El rompehielos que abordaremos nos espera en el pequeño muelle. Las “parkas” —abrigos térmicos impermeables— no son suficientes para cubrir el frío. Suena la sirena del barco en señal de que iniciamos nuestra travesía. El capitán Kruess nos da la bienvenida. Durante todo el trayecto no aparecerá nuestra vieja amiga la noche y los naturalistas estarán las 24 horas escaneando el horizonte en busca de fauna.
El Ártico indómito está frente a mí.
URSUS MARITIMUS
Los osos polares son carnívoros dominantes que habitan únicamente en el Polo Norte. Presentan una cabeza más pequeña que otros osos y un perfil con cuello alargado que los hace muy aptos para nadar. Se han tenido registros de especímenes que han nadado hasta 300 kilómetros.
Resisten muy bajas temperaturas por su gruesa capa de grasa subcutánea y su denso pelaje —en realidad no es blanco sino translucido—, formado por pelos huecos que al estar llenos de aire le sirven como aislante térmico y que, al reflejar la luz solar, le dan la apariencia de blancura. Bajo el pelaje la piel es negra para atraer mejor la radiación solar y aumentar su calor corporal. Llegan a vivir entre 25 y 30 años en estado silvestre.
Su sentido más desarrollado es el olfato, mientras que su vista y oído no son espectaculares. No hibernan. Los machos adultos alcanzan entre 300 y 800 kilos de peso aunque se han registrado individuos de hasta una tonelada. Pueden medir 2.50 metros de altura. Las hembras alcanzan los 350 kilos.
Su dieta principal son las focas, aunque también atrapan a las ballenas belugas (Delphinapterus Leucas) y a morsas juveniles o infantiles. La estrategia que más utilizan para capturar a sus presas es la paciencia vía el acecho junto a agujeros perforados sobre el hielo, donde esperan el momento en que emergen las focas para respirar y atacarlas. Se comen la grasa y la piel y dejan las entrañas a osos más jóvenes, zorros y carroñeros.
Se les localizan en Alaska, en Canadá —allí habita 60 por ciento de la población mundial—, en Groenlandia, en Siberia y en el Archipiélago de Svalbard, Noruega. Se estima que la población de osos polares se ha reducido en los últimos 45 años en un 30 por ciento y que ahora es de 20 mil individuos.
Su principal amenaza es el ser humano y por eso está prohibida su cacería en Rusia y Noruega, mientras que en Canadá y Estados Unidos se otorgan permisos temporales.
También es tremendamente dañina la acumulación de contaminantes en el hielo y atmósfera árticos, y por supuesto el calentamiento global que provoca el derretimiento de los hielos que flotan sobre el Océano Ártico. Los osos usan las “costras” de hielo para su cacería, pero ahora desaparecen tres semanas antes que en 1970, lo que los obliga a retirarse a tierra firme sin haber completado sus reservas de grasa.
PRIMER DESPERTAR
4:30 am. Suena el intercomunicador de la cabina. Los naturalistas de guardia, en su mayoría filipinos, han detectado una osa a 600 metros de distancia del barco.
Está recostada, descansando sobre su pecho. Patas delanteras cruzadas una sobre la otra, con su cabeza reclinada sobre ellas. Son las 5 de la mañana pero la luz está en su esplendor. El capitán, conservacionista y experto en este ambiente, acerca milímetro a milímetro el barco hacia la hembra. Su principal prioridad es no molestarla.
Ahora estamos a unos 250 metros. Uno de los naturalistas me señala al borde del barco. En uno de los hielos que vamos rompiendo y que no superan los dos metros de espesor hay huellas. “Ese es un macho adulto que pasó por aquí hace unas dos horas. Sus huellas miden aproximadamente 12 pulgadas de diámetro”, me indica.
A 150 metros, la hembra no se ha inmutado con nuestra presencia. Solo levanta ligeramente la cabeza con la curiosidad de cualquier otro animal pero sin preocuparse. El silencio es absoluto. Todos nos encontramos afuera del puente. Las hélices del rompehielos apenas se escuchan. Nos detenemos por aproximadamente 30 minutos.
El capitán Kruess da la instrucción de mover el barco. Después de avanzar un poco, la osa lentamente se levanta. Nos contempla con algo de inquietud. Podemos apreciar su belleza. Sus 350 kilos de fuerza. Ahora sí las instrucciones son de retirarnos.
La osa observa y decide regresar a su posición inicial. Poco a poco se recuesta de nuevo. La pata izquierda sobre la derecha y con gracia baja su cabeza. Se recuesta sobre sus miembros que de nuevo usa como almohada. Entrecierra los ojos. Con un simple suspiro nos dice adiós…
LAS ZODIACS
El trayecto lo traza el capitán día con día. Primero hacia el sur y después sobre la parte oriental del archipiélago. Más adelante hacia la parte occidental de Spielberg.
Suenan las señales y todos nos dirigimos a las zodiacs. Vamos a toda velocidad en dirección a Gnalooden donde anidan cientos, miles de aves. Keneth Monsoon (especialista en osos polares) me indica que nos dirijamos hacia una zona alta, lateral al risco y alejados del grupo general. Porta su rifle de alto poder. Para mi sorpresa toda la zona no está nevada y el suelo reverdeció.
Del rompehielos avisan a nuestro líder que la expedición debe moverse cerca de un kilómetro al occidente. Sorprendentes los telescopios y la sapiencia de nuestros amigos filipinos que pueden detectar todo desde el barco y en especial si algún oso puede significar un peligro. Nadie se imagina que nuestra vida y seguridad está en sus manos.
Nos señalan que existe un movimiento muy extraño en la zona alta de ese risco. Parece ser que un zorro de invierno tiene una presa y que la está trasladando hacia una hondonada en la parte baja.
En cuestión de instantes aparece. Algo trae en la boca. No puedo distinguir… Parece un ave. Corre velozmente. Su atuendo de verano incluye un pelaje que ahora es café con algunos detalles blancos, lo cual le permite mimetizarse con el ambiente actual. Keneth se vuelve a reír de mí porque no pude tomar fotos.
No pasan ni cinco minutos cuando jala mi hombro y para mi sorpresa veo que la zorra regresa a toda prisa. Me señala que es su costumbre mudar todas las crías en esta época del año, y así lo hace. Una, otra y otra en carreras interminables.
LA BUSQUEDA
De forma inusual, Keneth toca en mi cabina y me pide salir en la zodiac. Él es experto en osos polares. Pasó estudiándolos en una tienda de campaña por más de cinco noches eternas… y fue atacado al menos en una ocasión. Es un sobreviviente o un loco apasionado. “Brinca de una vez. Súbete rápido y que nadie te vea”.
Arrancamos a toda velocidad y comenta: “Uno de mis amigos filipinos me ha dicho que en la isla de enfrente está un macho alpha. Quiero que aprecies por qué este es el carnívoro más grande del mundo”.
Damos vuelta al borde del “fjordo” y perdemos de vista al rompehielos. Avanzamos sobre la esquina de un pequeño islote y al dar vuelta en una península llegamos a una playa. Hay que tener cuidado al bajar ya que está llena de guijarros y piedras.
Keneth me comenta: “Tachi, a partir de este momento no podemos hablar... y debes ir dos pasos atrás de mí”.
Me instruye las señales: Dedo hacia arriba: “¡Hay que irnos!”. Dedos haciendo un círculo: “¡Todo está correcto!”...
La isla está libre de nieve y hielo. Keneth, en posición de guardia, sujeta horizontalmente su rifle y quita el seguro. No tenemos mayor visibilidad que la de 30 metros… Pasan 10 minutos, 15… Arrecia el viento. 30 minutos… 40… Una hora. Nada. Keneth se acerca y me comenta: “Capaz que me equivoqué”.
Iniciamos el regreso en silencio. A menos de 50 metros de la zodiac escuchamos solamente el ritmo del mar. Sorpresivamente, al igual que me pasó con los gorilas de montaña en Rwanda, Keneth me hace un ademán y se tira al suelo. Instintivamente lo imito. Dirige su arma hacia el frente.
Sobre la última colina que nos separaba de la zodiac aparece un portentoso oso polar macho. El viento sopla del agua a tierra y no nos puede ni oler ni distinguir. Toda su magnificencia apabulla. Paso taciturno con sus aproximadamente 800 kilogramos de peso. Para él tampoco fue una buena noche. No hubo morsas. Gira su gran cabeza hacia la derecha y después a la izquierda. Su mala vista hace que no nos detecte acostados. Camina lento, con calma. Se aleja y se pierde entre las colinas.
GIGANTE AZUL
La novatez no faltó. Voy rumbo al puente de mando. No había nadie y tengo por costumbre chiflar constantemente cuando me siento a gusto (mi abuelo hacía lo mismo). Sin esperarlo, el capitán Kruess me llama la atención y me dice: “Tachi, ¿no sabes que es de mala suerte chiflar en el puente?”. Me quedé frío.
Los delfines escoltan nuestro rompehielos. Brinco a brinco. Es un juego que consiste en ir justo frente a la proa. La quilla no les da miedo. ¡Y sorpresa!… Una gran sombra pasa por abajo del barco. Es mayor en tamaño que el rompehielos. No supe que era.
Uno de mis amigos filipinos me dice que se trata de una ballena azul. De nueva cuenta pasa por debajo de nosotros. “A ellas también les gusta jugar como a los delfines”, remata.
*Conocido como Tachi, el autor ha participado en proyectos de conservación en la Selva Lacandona, África, India, Nepal, Indonesia, la Amazonía, las Islas Galápagos, la Antártida y el Ártico Noruego. rafaelmorenot.rmt.com
Por Rafael Moreno Turrent*
Julio/06/2013
www.libertadguerrero.net
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