CHILPANCINGO (www.libertadguerrero.net).- Luego de dos meses de conflicto con los maestros de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación de Guerrero, al gobernador Ángel Aguirre se le avecina otro problema con los normalistas rurales.
Hace una semana, el mandatario confirmó que la Secretaría de Educación Pública no otorgará más plazas para normalistas, incluso adelantó que para resolver el futuro conflicto se reunirá con el presidente Enrique Peña Nieto para solicitarle los espacios que demandan los estudiantes.
“Tenemos que ver el tema de las escuelas normales, están por egresar más de 700 jóvenes. Me están comunicando que no habrá plazas federales, eso va a profundizar más el conflicto, yo veré de qué forma, pero tengo que buscarle la alternativa a estos jóvenes que tendrán que ser sometidos a un proceso de evaluación y el único criterio que habrá de prevalecer será el académico”, aseguró.
Al respecto, el maestro Raúl Zapata aseguró que los normalistas rurales de Ayotzinapa están listos para salir a las calles y exigir lo que por ley les corresponde: lugares para trabajar.
“Si no hay plazas no vamos a laborar o qué. Vamos a salir a exigir, cuando el gobierno del estado nos ve también tiene miedo, se espanta, es lo que hemos aprendido. Sabemos que podemos hacer muchas cosas y haremos una lucha en conjunto”.
La escuela normal rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero, sobrevive a múltiples adversidades: el escaso apoyo del gobierno estatal, la carencia de recursos, así como la ubicación geográfica.
Los 522 alumnos cuentan con una ayuda gubernamental de 50 pesos diarios para subsistir, con ello deben hacer sus tres comidas y comprar sus materiales escolares.
Hasta 2012, recibían 35 pesos, pero a raíz la muerte de Jorge Alexis Herrera Pino y Gabriel Echeverría de Jesús, quienes fueron impactados por disparos de policías federales y estatales durante el desalojo de un grupo de alumnos de ese plantel que bloqueaba la Autopista del Sol, el estado les incrementó 15 pesos.
Desde su fundación en 1926, los estudiantes rurales han sido verdaderamente autosuficientes y claro ejemplo de ayuda social: tiene cuadrillas que van a los pueblos para hacer labores de limpieza; otros “son buenos para pintar y van adonde los llaman”, y después de clases algunos asisten a los cruces carreteros para botear, lo que les han provocado altercados con las autoridades.
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La normal rural de Ayotzinapa está a 30 minutos de Chilpancingo, capital del estado, y los pueblos que la rodean cuentan con mil 310 habitantes que están agradecidos con el apoyo de los jóvenes.
En la entrada se puede leer con letras negras y un fondo blanco la leyenda: “Cuna de la conciencia social”.
Tras el lema se encuentra el rostro duro de piedra de Manuel Altamirano, escritor, periodista, maestro y político mexicano, quien custodia a los alumnos.
Lo más representativo del antiguo edificio es la limpieza y los diversos murales que lo adornan, la mayoría pintados por los futuros profesores.
Como si fuera una empresa, en su puerta principal se puede leer la misión y visión de la normal rural de Ayotzi, además de varias placas de ex alumnos que evocan su paso por esas aulas.
Su biblioteca, aunque sencilla, tiene en sus seis escaparates cerca de 15 mil libros: siendo los de Octavio Paz, Jaime Torres Bodet, Juan José Arreola y José Joaquín Blanco los más leídos. También, los títulos de Evaluación educativa, La cocina de la escritura, Cómo aprenden los niños y Cómo hablar en público son best-seller.
La escuela Raúl Isidro Burgos es de los pocos internados académicos que existen en el país y solo tiene capacidad y recursos para recibir a 522 alumnos.
Ante el egreso anual de 140 alumnos y la apertura de sus espacios se lanza la convocatoria, en la que el único requisito para estudiar es “ser de escasos recursos”; para comprobarlo, el comité ejecutivo, integrado por los futuros maestros, acude a los domicilios para hacer el estudio socioeconómico.
“A veces quisiéramos contar con más espacios para los jóvenes que vienen a inscribirse, pero no tenemos la infraestructura ni el dinero para mantenerlos”, comenta Zapata.
Con los 50 pesos que el gobierno les da logran cumplir con sus tres comidas diarias, que pueden ser para el desayuno: huevo con salchicha o chicharrón; para la comida: caldo de res o carne con guarnición, y para la cena: pan o verduras y atole.
En Ayotzi también los acompañan sus muertos: en la plaza central están las placas que recuerdan a Jorge Alexis Herrera Pino y Gabriel Echeverría de Jesús, muertos el 12 de diciembre de 2011. Ahí se lee: “Por tu sangre derramada en estas tierras guerrerenses”.
Ese día, cerca de las 11:45 horas de la mañana, unos 500 normalistas bloquearon la Autopista del Sol y la carretera federal, a la altura de Chilpancingo.
Su demanda principal era una audiencia con el gobernador Ángel Aguirre, a quien pedían, entre otras cosas: el aumento de la matrícula escolar de 140 a 170 plazas para el ciclo 2011-2012 y que los aspirantes que tengan promedio de 7 de calificación puedan realizar el examen de admisión.
Apenas había comenzado el bloqueo cuando llegaron al menos 300 efectivos de las policías federal y estatal, estos últimos encabezados por el general Ramón Arreola Ibarría, subsecretario de Seguridad en Guerrero; posteriormente arribaron agentes ministeriales.
Minutos más tarde, uno de los estudiantes prendió fuego a una bomba despachadora de combustible, fue entonces cuando los federales realizaron disparos al aire.
Los estudiantes fueron atacados por dos flancos, de norte a sur, por ambos carriles de la Autopista del Sol, y por el puente del río Huacapa.
Un grupo de alumnos intentó resguardarse en uno de los camiones, y otro trató de repeler a los policías con cohetones y piedras, pero no lo logró.
Por el contrario, los balazos se intensificaron. Los cristales de los autobuses quedaron destrozados y las carrocerías con impactos de bala.
“Otra de nuestras peticiones ese día era que nos incrementaran los apoyos para subsistir. Desgraciadamente el aumento llegó por la muerte de nuestros compañeros…”, lamenta Zapata.
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A unos metros debajo de la plaza que evoca a sus muertos se encuentran dos edificios de dos pisos donde se forjan “con pensamientos socialistas y comunistas” a los alumnos.
Frente a ellos están los dormitorios, que son sencillas literas formadas en hileras, en una de sus paredes externas se observa un mural dedicado al subcomandante Marcos.
El comedor también tiene arte: pues bajo la mirada de Lucio Cabañas, Manuel Altamirano, Federico Engels, Carlos Marx y Vladimir Lenin los alumnos degustan sus alimentos.
Al fondo está la zona de canchas y una alberca... que no tiene agua.
“Aquí en Guerrero hay muy pocas oportunidades para estudiar o trabajar, preferimos estar aquí y ser un bien para la comunidad que andar delinquiendo o haciendo otras cosas”, refiere Zapata.
Luego de cumplir con sus clases, los alumnos acuden a los pueblos cercanos, incluso a Chilpancingo para hacer labores sociales como barrer las calles o pintar casas.
“Nosotros somos buenos para todo: para estudiar, para marchar, para manifestarnos. Tenemos la idea de hacer un invernadero para cultivar nuestros propios alimentos. Aquí nos faltarán los recursos, pero nunca la razón”, asevera Zapata.
Fuente: Milenio
Mayo/15/2013
www.libertadguerrero.net
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