Instituciones Débiles
Impunidad Galopante
Por
Rodrigo Huerta Pegueros*
La
realidad se impone y no hay nada que hacer ante ello sino solo asumir que
nuestra sociedad está pagando altos costos por la forma como este país ha sido
administrado y gobernado a lo largo de toda su historia y particularmente en lo
que va del último tercio del siglo próximo pasado y lo que ha transcurrido de
este naciente siglo XXI.
Los
discursos de los gobernantes han caído en un escandaloso desuso y descrédito
que ya a nadie impactan y mucho menos se toman en cuenta como antecedentes de
lo que van a realizar para cambiar los hechos que no solo impactan
negativamente sino que nos sorprenden y nos colocan en una situación de
incertidumbre cuasi fatal.
Por más
que se trate de hablar bien del estado de Guerrero o del puerto turístico de
Acapulco, la realidad se vuelve a imponer y con mayor energía y nuevas facetas
tal y como si estuviésemos en una especie de competencia para ver quien vence a
quien. O los malos doblegan a los buenos o éstos salen con la mano en alto. Es
una especie de la guerra sin fin del mal contra el bien.
En estos
tiempos de la posmodernidad, nuestro territorio (guerrerense) se ha visto
envuelto en una maraña de conflictos de tipo político y social de gran envergadura
lo cual ha contribuido para que los encargados de vigilar y prevenir la
delincuencia se hayan desatendido de sus responsabilidades y hayan dejado el
paso libre a la prevalencia de toda clase de criminalidad.
Mientras
las autoridades estatales y municipales pretenden que sus declaraciones tengan
eco entre la ciudadanía y se sienta esta confortada y segura; lo que pasa en su
entorno no hace mas que desmentirlos y colocarlos como gobernantes débiles sin
las agallas, determinación, templanza e instrumentos suficientes para
proporcionar protección a vidas y propiedades de la ciudadanía.
No pocas
críticas hemos recibido por insistir de que los gobernantes deben hablar con la
verdad al pueblo, aunque esta sea cruel o ruda, como lo es en realidad y se
olviden de mantener y difundir un pensamiento idílico respecto a cómo debería
ser la vida cotidiana en cada una de las siete regiones de la entidad, ya que
esto no sucede así como lo plantean y mucho menos de que les tengamos confianza
sobre la calidad y efectividad de los programas o proyectos que dizque puedan
cambiar el curso de las cosas.
Hace un
año con tres meses, el pueblo de Guerrero tuvo la sensación de que las cosas podrían
cambiar radicalmente ante el arribo de un nuevo gobernante, quien traía en su
bagaje el haber sido ya mandatario interino y conoció a fondo a los grupos y
organizaciones de cada región y tenía a la mano un diagnóstico de las
necesidades y demandas mas urgentes de la población.
Esto le
valió haber propuesto un programa de gobierno si no ambicioso, sí, enfocado a
resolver algunos problemas de tipo estructural que frenan el crecimiento,
desarrollo y bienestar de los guerrerenses.
Sin
embargo, del dicho al hecho, las cosas se han modificado al grado tal de que la
planeación fue sustituida por las ocurrencias y los programas que debieron ser
acelerados y fortalecidos quedaron en una especie de marginación y desatención
que muy probablemente no se logren cristalizar en lo que resta de este mandato
de solo cuatro años y seis meses.
Y es que
Guerrero es una entidad de grandes contrastes sociales. Así se formó como
territorio y así fue administrada desde el centro por castas y grupos
privilegiados sin descontar a los miembros de las fuerzas armadas, primero
revolucionarios y después institucionales.
Los
cambios sociales que se han producido en Guerrero se han logrado forjar a base
de esfuerzos y luchas que costaron vidas y sangre al pueblo que se ha alzado
contra la opresión, el autoritarismo y la explotación. Los movimientos
guerrilleros que se registraron aquí son muestra palpable de la ambición de
libertades de la ciudadanía y gracias a estas luchas y a los hombres y mujeres
que ofrendaron sus vidas para heredarnos una mejor entidad se logró reivindicar
a amplios sectores productivos e indígenas sin olvidar la gran aportación de
los jóvenes universitarios y de todo el magisterio de los años setentas y
ochentas del siglo próximo pasado.
Pero a
pesar de que hemos dado grandes pasos hacia una sociedad menos desigual, no se
ha logrado disminuir ni un ápice el grado de autoritarismo que todavía impera
en muchos gobernantes y representantes populares, quien con un doble discurso
pretenden engañar a los ciudadanos.
Lo vemos
no solo en el poder ejecutivo sino también en el poder legislativo y
desgraciadamente con mayor claridad en el poder judicial. La justicia ha sido
desde siempre la que menos brilla y si en cambio la que se siente mucho mas su
ausencia. Baste revisar la historia cotidiana que reflejan en su quehacer los
medios de comunicación de masas para corroborarlo y ante esto, la impunidad se
vuelve una constante que ahoga cada vez mas el grito de los ciudadanos que
demandan el fin de la violencia en todas sus manifestaciones.
Huelga
decir que en los primeros doce años de este nuevo siglo XXI, el factor de la
violencia y la criminalidad ha sido el principal escollo para el avance social
y político de nuestro país y de nuestra entidad. Y es que desde el centro, el
poder ejecutivo federal pretendió combatir al crimen organizado sin ninguna
estrategia que hubiese sido validada por organismos o instituciones nacionales
o internacionales a fin de prever un posible triunfo. Esto no se hizo y dio
como resultado lo que tenemos hoy: un crimen organizado en avance constate y
una autoridad que no solo no da pie con bola sino que además está poco
preparada e infiltrada.
Por ello
el programa que se ha puesto en marcha desde hace años en esta entidad
denominado GUERRERO SEGURO no ha logrado los resultados por todos deseados y si
en cambio se ha convertido en una amenaza contra los programas de índole
económico, social y político proyectados por los tres niveles de gobierno. Por
lo tanto, es preciso hacer la pregunta a los gobernantes: ¿Y ahora qué sigue? ¿Habrá
otro programa para evitar tanta violencia? ¿Quién tiene la culpa de que
continúen ocurriendo tantos hechos de sangre a la luz del día?
Lo cierto
es que GUERRERO NO ES SEGURO y que NO PUEDES HABLAR BIEN DE ACAPULCO cuando se
continúa la guerra de los narcotraficantes efectuándose en las principales
avenidas y playas del puerto.
¿Quién
tiene la culpa de lo que ocurre en Guerrero?
Es la
federación o el gobierno del estado de Guerrero o las autoridades municipales
los que deberían respondernos para saber a que atenernos como ciudadanos de a
pié.
Periodista/Analista Político*
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