TORREON (www.libertadguerrero.net).- Severita se levanta de la mesa y con un movimiento apesadumbrado recoge los utencilios con los que comió para lavarlos. “104 años se dice simple, pero vivirlos es una odisea”, suelta a tono de broma la mujer. Luego pasa al lavaplatos donde ella misma friega lo que usó para comer. Presume de poder valerse por ella misma.
“Así será hasta que Dios considere que cumplí con mi misión como madre y como mujer”, dice en la sala de su casa sencilla, en Torreón, Coahuila, desde donde cuenta su historia de más de un siglo.
Apenas en febrero cumplió los 104 años. “Tantos años dejan bonitas experiencias que después de tanto tiempo valen la pena y están aquí, en mi cajita de recuerdos”, cuenta sonriendo con la voz tintieante de la edad.
Severa Adame Sánchez, conocida como Severita, nació en Apaseo, Zacatecas, aunque desde 1947 vive en Torreón. Ahora se queda con su hija, María Lidia.
Tuvo cuatro hijos, pero sólo sobreviven dos. A todos los sacó adelante trabajando de todo, recuerda. “Dios me dio licencia de tener esos hijos; tuve que planchar y lavar ajeno”, cuenta, y después laborar como lavandera en el Hotel Torreón, del centro. Con esas ganancia mantuvo a sus hijos, ya que el papá de ellos se fue de la casa cuando estaban pequeños. “Me sobrepuse y salí con muchos sacrificios, pero aquí estoy”, dice tranquila.
En la colonia Los Veteranos consiguió un techo por ser sobrina de un veterano de la Revolución, recuerda. “Era un cuarto chico, pero lo importante es dónde meter la cabeza, les decía a mis hijos”.
Con los 4 mil pesos mensuales que recibe su hija de la pensión de su esposo, compran lo necesario para ambas y lo más elemental para Severita: avena y pañales.
Con un dejo de cansancio, Severita se levanta y se apoya en su andadera para seguir su plática con algunas lágrimas en los ojos. “Desde que nacieron mis hijos me entregué a ellos y no me arrepiento, aún cuando mi esposo me abandonó; pero yo sigo con mi misión”.
Lo mejor que ha vivido, menciona, ha sido en sus actividades religiosas. En 1963 profesó y recibió el hábito como franciscana en la Parroquia de San Felipe de Jesús de esta ciudad. Comenta que es de lo mejor de sus recuerdos.
Fuente: El Universal
Mayo/05/2012
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