ACAPULCO (www.libertadguerrero.net).- Aun continúan 44 estudiantes de primaria, de 300, que resultaron intoxicado en Acapulco.
Mientras la dosis de suero va entrando en su cuerpo a través de un catéter, los ojos entrecerrados de María del Carmen se ponen blancos. La estudiante de sexto grado de la primaria Juan Escudero respira con agitación y contiene las ganas de llorar por todo el dolor que le causa la diarrea.
Es 30 de abril y se suponía que debía estar jugando con sus amigas allá afuera, en su casa, y no recostada aquí, dentro de un cuarto oscuro en el Centro de Salud de la comunidad “Los Órganos”.
“Nunca imaginé que pasaría esto”, llora en voz baja. Y como ella, otros 44 estudiantes vivieron la fiesta del Día del Niño entre jeringas, vendas y medicamentos.
Carmen no entiende cómo el plato de barbacoa, espagueti en salsa verde y un pastel comprado en Soriana por la Sociedad de Padres de Familia le causó de pronto un ataque de diarrea que, desde el sábado, no la deja en paz.
—Carmen, Carmen...
La enfermera Aurelia Jiménez trata de reanimarla.
—A ver mi vida. No estés llorando porque te va a subir la fiebre y te va a doler la pancita. Vamos a sanar, vamos a aliviarnos...
Carmen es uno de los siete casos de deshidratación grave incluidos por la Secretaría de Salud en su reporte de lo que ocurrió el viernes en Los Órganos, cuando 302 niños y 15 adultos resultaron intoxicados durante el festejo por el Día del Niño.
La directora de la escuela, Susana Rubio García, tampoco sabe qué ocurrió. Se preparó todo para que la fiesta dedicada a los 410 alumnos resultara especial y distinta a la del 2011, cuando el platillo consistió en pizza y tamales.
—Todo estaba muy bien, incluso los papás me dijeron: “Echaron la casa por la ventana”. Nadie nos dijo nada, es más, dijeron que todo estaba delicioso.
Los platillos fueron elaborados por un grupo de maestros, madres y padres de familia que siempre se encargan de preparar la comida en los festejos de la escuela.
La Subsecretaría de Control de Enfermedades de Guerrero pidió muestras de los tres alimentos y hasta ahora, los primeros análisis indican que el causante de la intoxicación pudo haber sido un germen bacteriano; el resultado se sabrá este 1 de mayo, pero esto no consuela ni a los niños ni a la directora, quien acaba de entrar al centro de salud para animar un poco a su alumna Carmen.
—Todo va a estar bien, le dice.
Se acerca el mediodía. Rubio camina pesadamente y se traga las lágrimas al hablar.
Ahora va rumbo al Hospital General Donato Alarcón para visitar a los 21 niños que siguen en el albergue de Pediatría.
-Hay que echarle ganas.
Les dicen a los padres que llevaron el festejo hasta el hospital y llenaron de globos de colores, pelotas, carritos de plástico y muñecas las camillas donde descansan los pequeños.
La mayoría ni siquiera se da cuenta de que ella está ahí. La deshidratación los mantiene dormidos, con el torso desnudo y la frente cubierta por toallas húmedas para bajarles la fiebre.
Los que la ven, como el joven Jesús —de 13 años de edad y 33.5 kilos de peso— no se inmutan. Ni siquiera tienen fuerzas para hacerlo.
—Me supo mal el espagueti y la carne, afirma Jesús.
Lo mismo le pasó a Axel, quien enfermó con sólo probar la comida.
—Sabía amargo. No me gustó nada y lo tiré.
Hay uno que sonríe. Se llama José Andrés, tiene seis años y le acaban de avisar que en unos minutos se irá a casa.
—¿Qué quieres hacer en tu día?, le preguntan.
—Jugar.
José mira a su compañero de camilla sin dejar de sonreír. Su madre le amarra las agujetas de los tenis, toma su maleta, lo coge de la mano y en menos de cinco minutos caminan hacia la calle. En la puerta se les unen más globos de helio, juguetes y niños contentos. Atrás, dentro del hospital con olor a alcohol y pisos limpios, otros esperan entre sueros, jeringas y toallas, atravesar esa misma salida.
Fuente: Milenio
Abril/30/2012
www.libertadguerrero.net
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