BAJO FUEGO
Walton
Por José Antonio Rivera Rosales
Aunque parecen tener intereses comunes entre sí, además de una amistad
creciente, Luis Walton Aburto es la antítesis del proyecto político que
representa Andrés Manuel López Obrador.
Walton probablemente será designado esta semana como candidato a la
alcaldía de Acapulco por la coalición de las supuestas izquierdas -PRD, PT y
PMC-, luego de que se conozcan los resultados de una medición aplicada por tres
encuestadoras que en estos días entregarán sus valoraciones a la dirigencia
nacional y estatal de dichos partidos.
Con base en ello, la coalición determinará quién será el abanderado de
esos institutos políticos para el municipio de Acapulco, considerado la joya de
la corona entre los 82 que integran el estado de Guerrero.
Pero dadas las prácticas impositivas que se dejaron ver al interior del
PRD, donde las tribus mayoritarias se repartieron como tajadas de un pastel las
posiciones de mayor privilegio en las diputaciones locales, federales y
senadurías -como lo reveló recién la titular de Desarrollo Social del estado, Beatriz
Mojica Morga-, resulta más que probable que la candidatura le sea asignada al
empresario gasolinero, dueño de la
concesión denominada Partido Movimiento Ciudadano.
Sólo que ahora el perjudicado sería Evodio Velázquez Aguirre, el joven
dirigente de una de las corrientes mayoritarias en Guerrero que, no obstante,
no las tiene todas consigo en el concierto nacional.
Antes de continuar en el desglose de este comentario, habría que hacer
un pequeño paréntesis para evaluar las posibilidades conductuales que con
seguridad determinarán quién ganará la encuesta.
En primer lugar, debemos decir que estamos ante un juego de traiciones
en el que cabe de todo, menos la ética política.
El grupo político encabezado por Walton, que es más bien un club de
socios y amigos, le apuesta a los acuerdos originales con el gobernador Ángel
Aguirre Rivero, a quien el partido naranja sostuvo en los momentos en que
rompió con su viejo partido, el PRI. Los
naranjas, con Walton a la cabeza, lograron convertir a Aguirre en el candidato
de una coalición de partidos con la cual ganaron la gubernatura en marzo de
2011. En esta tesitura, esperan que Aguirre les corresponda con el apoyo
político consecuente y, ahora, repitiendo la historia de la coalición, sea
Walton quien finalmente alcance la alcaldía porteña luego de tres intentos
fallidos.
Sin embargo, en aquella ocasión hace más de un año, desde el principio
Aguirre tomó distancia de López Obrador y ganó la contienda con un amplio
margen, aún sin el apoyo del tótem de la
izquierda. En efecto, en marzo de 2011 Aguirre se convirtió en el gobernador
más votado de la historia, venciendo a los jerarcas priístas con todo y su
estructura electoral. Y sin el apoyo de AMLO.
Ahora las condiciones políticas son diferentes y, por lo que se ve,
Aguirre no se siente obligado a corresponder, menos cuando López Obrador se
muestra tan distante y, por contraste, el candidato priista Enrique Peña Nieto
mantiene una tendencia ganadora. Entre ambos, Aguirre y Peña Nieto, se mantiene
intacta una profunda amistad que trasciende lo meramente político, para
develarse como una añeja relación personal.
¿Por qué entonces Aguirre tendría que apoyar al candidato de López Obrador? ¿Por qué tendría que pagar una factura tan
cara, cuando es claro que Acapulco, el principal caudal de votos de Guerrero, pudiera
ser más bien una concesión dorada para el PRI?
¿De verdad creen los naranjas que
Aguirre les entregará, sin más, el puerto de Acapulco? Que ingenuos.
Lo más probable es que los acuerdos cupulares se recompusieron con base
en las nuevas condiciones políticas y, entonces, Walton esté viviendo un
espejismo creado por sus propios deseos.
La mejor prueba de ello es que los dirigentes de Nueva Izquierda, los
llamados Chuchos, están actuando con
él de la misma manera en que procedieron con su candidato presidencial a quien,
según revelaciones de la secretaria Mojica Morga, consideran un “candidato perdedor”.
Es decir, lo están engañando.
En ese sentido, también Walton sería un “candidato perdedor”, dado que
no pertenece ni al mismo partido ni, mucho menos, a los grupos o tribus
políticas que se han apoderado del PRD. Si Los
Chuchos engañan a López Obrador, qué no será con Luis Walton.
¿Pero de qué manera se podría concretar este engaño?
Jesús Zambrano estuvo en el puerto para cerrar filas en torno de los
acuerdos cupulares de las cuatro tribus mayoritarias del PRD, desoyendo las
protestas airadas de muchos perredistas inconformes por la actuación de los
líderes estatales que, en acuerdo con el gobernador Aguirre, se repartieron las
candidaturas.
Candidato de López Obrador, del
PT y de su propio partido, el empresario acapulqueño dista mucho de ser parte
de los grupos que se asumen como dueños del PRD. En cambio, Evodio Velázquez es parte integral
de esta estructura y, de manera encubierta, recibe aliento tanto de Los Chuchos como del propio mandatario
guerrerense.
Estamos, pues, ante dos formaciones políticas distintas que representan,
en teoría, dos vertientes encontradas de la propia izquierda mexicana: una, encabezada por López Obrador, que
plantea el rescate de la nación; otra, la de la izquierda mercenaria,
representada por Los Chuchos, que
sólo busca la ganancia económica grupal y personal a costa de lo que sea. Esta
izquierda es la que está, según las palabras de Beatriz Mojica, “por la sobrevivencia”.
En este contexto, es probable que Walton gane oficialmente la encuesta,
pero el apoyo factual lo tendría el joven dirigente Evodio Velázquez, quien ha
experimentado un crecimiento político sostenido debido a su extraordinario
carisma.
Sin embargo, quedan por considerar otros elementos de talante personal:
como Zeferino Torreblanca, el empresario gasolinero Luis Walton es un personaje
que, repletas sus alforjas de dinero, anhela ahora el poder político.
Sólo que Walton es peor que Zeferino, lo cual ya es mucho decir.
De Zeferino algunos empleados revelaron actitudes empresariales que rayaban en el
extremo de esculcar personalmente a sus trabajadores y trabajadoras al término
de la jornada laboral, para evitar que se robaran algo. Era, pues, un trato
ofensivo.
Pero Walton es mucho peor: tiene en sus expendios de gasolina una
plantilla de trabajadores y trabajadoras -por lo regular madres solteras- a
quienes “permite” despachar gasolina sin
sueldo, ganando sólo lo que el cliente les done como propina. Al no haber más
oferta de trabajo en Acapulco, muchas mujeres se ven forzadas a “trabajar” de
esa manera.
No son pocos los testimonios de personas que laboraron en su servicio
doméstico, quienes reportaron un trato soez, vulgar y ofensivo que el magnate
les dispensaba. Es decir, no sólo es explotador de mujeres, sino también
grosero y déspota. ¿Es éste un candidato de izquierda que viene a salvar a
Acapulco?
Por eso dijimos, desde el principio de este texto, que Luis Walton es la
antítesis del proyecto político de izquierda pregonado por López Obrador, su
amigo.
La percepción que la ciudadanía tiene de Walton es de un sujeto déspota,
ofensivo y denigrante, según lo revela una encuesta reciente conocida por
algunos de sus compañeros de membresía. Datos de esa encuesta lo definían como
“prepotente”, “soberbio” y que “no ayuda”. Para abundar a esta semblanza, sólo
habrá que recordar que lo primero que hizo Walton al disponer de candidaturas,
fue colocar como diputados a sus socios Víctor Jorrín y Laura Arizmendi, despiadados
mercaderes de la educación y, ahora, de la política. Son, todos ellos, una
caterva de cínicos.
¿Qué puede esperar la ciudadanía acapulqueña de un alcalde con esas
características? ¿De veras cree Walton que, aún obteniendo la candidatura, la
población electoral votará en su favor?
Con este escenario en ciernes por parte de la izquierda, la ciudadanía
sólo puede aspirar a votar por un candidato de la derecha, sea del PRI o del
PAN. Vaya consuelo.
Pobre Guerrero. Pobre Acapulco.
Los comentarios y artículos de opinión son
responsabilidad exclusiva de quien los firma. Libertad Guerrero
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