REPORTE ESPECIAL
(www.libertadguerrero).- La
trama es similar en la mayoría de este tipo de asesinatos. Un hombre y una
mujer, novios, esposos o amantes, discuten y llegan a los golpes. De pronto uno
de los dos se apropia de un arma. Puede ser que ésta sea arrebatada o que uno
de ellos, en su desesperación, corra hacia la cocina en busca de un cuchillo.
Siempre
hay forcejeos.
Y
el colofón puede ser mortal.
Normalmente
lo es.
El
sobreviviente —que veces intentará o fingirá suicidarse— dará su versión de los
hechos. Los investigadores, mientras tanto, entrevistan testigos, vecinos y
familiares; realizan peritajes y husmean el área donde ocurrió el crimen, y
redactan un reporte, el cual servirá para afianzar un dictamen.
“Debido
a que continuaban con las diferencias y las discusiones, de las palabras
pasaron a los golpes, y en el momento que la mujer intentó huir —describe el
reporte oficial—, Pablo la alcanzó a tomar de un pie y finalmente la privó de
la vida de varias puñaladas en el tórax y hemitórax”.
Un
feminicidio más.
El
número 30 —a partir de junio pasado, cuando fue aprobada la ley que así
tipifica esos homicidios—, 15 de los cuales han sido resueltos y el resto,
según el procurador capitalino, Jesús Rodríguez Almeida, se encuentra en
investigación.
¿Qué
ocurrió aquella noche?
La
pareja estaba separada.
Ese
fue uno de los primeros datos que desembuchó el presunto culpable, a quien la
policía encontró lesionado del tórax y el cuello, exhausto, junto al cadáver de
su esposa, de 56 años.
Y
más:
Ese
día, 15 de febrero, habían cumplido tres meses, después de tres años, de volver
a estar juntos. Todo había sido consensuado para reiniciar una nueva vida. Esa
era la idea. “Queríamos darnos otra oportunidad”, recordaría Pablo, de 59 años.
Pero
la muerte madrugó.
***
Esa
noche, a las 23:30, vecinos de una colonia ubicada en la delegación Iztapalapa
escucharon una discusión entre un hombre y una mujer, pero no hicieron mucho
caso. De pronto, en los primeros minutos de la medianoche, hubo un silencio;
luego, un golpe contra el piso. Los inquilinos se asustaron.
Un
porrazo tras otro.
Y
más gritos.
Y
zangoloteos.
Luego,
silencio.
Luego,
gemidos.
Un
arrendatario salió a fumar un cigarro a la terraza y pasó muy cerca de donde
una pareja, que durante un largo lapso de sus vidas vivieron enamorados y
procrearon hijos, se liaban en una pelea a muerte.
Eran
los mismos que hace cinco años habían decidido separarse. “Él tomaba a veces”,
recordaría un conocido del matrimonio.
Un
pariente de la pareja fue avisado de que algo extraño, quizá una riña, sucedía
en el cuarto que habitaban sus tíos, por lo que arribó de inmediato, subió las
escaleras y abrió la puerta, pero encontró oscuro, de modo que friccionó su
encendedor y prendió la luz, y lo primero que divisó fue a Pablo tirado en el
piso.
Escuchó
que su tío emitía quejidos, y mientras desplazaba la vista, como buscando algo
más, vio que su tía yacía bocabajo. Salió a prisa y pidió que llamaran la ambulancia.
Él,
mientras tanto, avisaba a los demás parientes. Pretendió hacerlo con cierta
mesura, sin asustar a los receptores de la mala noticia, pues sospechaba que la
mujer estaba muerta. No estaba equivocado: tenía cuatro lesiones distribuidas
en el torso, el costado derecho, la muñeca izquierda y en la espalda.
Llegó
la ambulancia. Los paramédicos entraron al cuarto e inspeccionaron el área.
Tras ellos, luego de escuchar el reporte por radio, proveniente del Centro de
Monitoreo G-2, arribaron agentes de Investigación, quienes habían escuchado que
“en dicho lugar se encontraban dos personas lesionadas por arma blanca”.
Los
enfermeros y un profesional del servicio de emergencia ya tenían un diagnóstico
de cómo estaban las cosas. El médico que iba al frente de la ambulancia les
informó que “la persona del sexo femenino ya
había
fallecido”.
En
cuanto “a la otra persona, de sexo masculino”, que ya era atendida por los
paramédicos, los agentes escucharon detalles: “Trae lesiones en cuello y tórax,
siendo atendido y trasladado en la ambulancia al Hospital General de Tláhuac”.
—Yo
nomás escuché un ruido y luego otro, como si alguien golpeara el piso —refirió
la dueña del inmueble.
Otra
vecina dijo:
—Estaban
peleando, discutiendo; nada más oíamos los gritos; posteriormente se escuchó
todo en silencio, y momentos después se oye como si alguien se golpeara en el
piso o en la pared.
—El
señor se quejaba fuerte, como si estuviera lastimado —describió otra persona
que escuchó el alboroto del primer piso.
***
Los
agentes de la Policía de Investigación enfilaron al área de urgencias del
Hospital General de Tláhuac, donde estaba internado Pablo, quien “manifestó que
había discutido con su esposa, misma que lo ofendió reiteradamente, y que
primero llegaron a los gritos, luego a los golpes y posteriormente él la
lesiona con un cuchillo que agarró de la cocina, hasta privarla de la vida”.
El
presunto culpable recordó que en diciembre de 2011 —precisa un reporte más
detallado— “se había juntado con su esposa para darse una nueva oportunidad”, y
que esa noche, mientras discutían, ella “se le fue encima con un cuchillo que
le causó las lesiones, por lo que la avienta y cae al piso; se levanta y trata
de echarse a correr, pero él la sujeta del pie y vuelve a caer al piso y ambos,
ya en el suelo, forcejean, pero el probable responsable le quita el cuchillo y
la pica, hasta que ya no se mueve; él se levanta y trata de salir del
domicilio, pero se desmaya…”
Esa
fue su versión.
“Integrados
los elementos de prueba a la averiguación previa —señala el reporte oficial—,
el Ministerio Público de la Fiscalía Central de Investigación para la Atención
del Delito de Homicidio determinó consignar al inculpado al Reclusorio
Preventivo Varonil Norte, por el delito de feminicidio”.
Y
atrás quedó un sueño.
Por
Humberto Ríos
Febrero/26/2012
www.libertadguerrero.net
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