CIUDAD DE MÉXICO (www.libertadguerrero.net).- El
Diablo se sabe esconder. Anda cauto por las calles de Chilpancingo, Guerrero,
queriendo pasar inadvertido. Pero es difícil y más por el grupo de policías que
lo custodian a donde se mueve. Cuatro agentes ministeriales que a la distancia
son evidentes.
Jaime Galván fue testigo del enfrentamiento
sobre la autopista México-Acapulco el pasado 12 de diciembre, cuando
estudiantes normalistas de Ayotzinapa se enfrentaron con la policía. Escondido
desde entonces, habló con MILENIO sobre lo que vio y vivió ese mediodía.
El Diablo, como lo conocen, es testigo protegido
de la Procuraduría General de Justicia del estado. Laboraba hasta el día del
enfrentamiento como mecánico en un terreno ubicado justo frente a la gasolinera
incendiada. Ahora, por sus declaraciones, dice, su vida está en riesgo.
“Estaba en mi taller y empezaron a llegar muchos
camiones de pasajeros. Comenzaron a obstruir el paso de la carretera. Llevaban
las caras tapadas con pañuelos, camisas.”
Con las agresiones, Jaime decidió esconderse
tras unas láminas que hacen las veces de pared en el taller. Mientras narra lo
sucedido no para de tallarse el rostro. Le preocupa que en cualquier momento
alguna autoridad pueda ubicarlo a él o su familia y desaparecerlos.
“Llegó el momento en que se enojaron tanto (los
normalistas), que empezaron con más agresividad a patear todo lo de la
gasolinera… ellos son los que incendian la gasolinera. Los policías que estaban
enfrente, de la Policía Federal, fueron los que empezaron con los disparos.
Fueron ellos los que empezaron a disparar a todos los que estaban de frente.”
—¿Cómo sabes que eran de la Policía Federal?
—Les vi las siglas. Las camionetas estaban ahí.
Llegaron en sus camionetas, con su uniforme, sus cascos... Incluso, del lado de
las mangas decía Policía Federal.
—¿Qué armas dispararon?
—Armas grandes, largas.
Suda y cualquier ruido lo altera. Trata de no
perder la compostura que por momentos se pierde.
—¿Viste cuando le dispararon a los dos jóvenes
que murieron?
—Estaba en mi taller oculto… Hay un orificio
desde donde se veían los manifestantes. Hubo policías federales que se metieron
al taller… Los tuve a menos de un metro, medio metro al lado mío. Tres, cuatro
federales. Uno de ellos pasó al lado mío para la parte de atrás del taller, por
donde están las láminas… Fue en segundos. Me asomé y estaban lo chavos todavía
en la trifulca. Estaba bien todo, todo con piedras, palos, gritándose.
“Un chavo venía corriendo… el que traía una
mochilita traía una piedra en la mano derecha que iba a aventar. El policía
estaba metido atrás de las láminas y había otros como en línea. Se oye un
disparo e inmediatamente cayó el joven. Iba corriendo a aventarle la piedra a
los policías federales que estaban al frente, empuñó la piedra y fue cuando
cayó de frente, pegando el rostro con el pavimento. Cayó con los pies
cruzados.”
—El disparo fue hecho…
—...de la parte donde está el taller. El que se
metió por la parte trasera fue el federal. Se escuchó un segundo disparo y no
cayó nadie. Los manifestantes querían saltarse el muro de contención para ver
cómo estaba su amigo, qué le había pasado, empezaron a gritar “¡ya le dieron,
fíjense, chinguen a su madre!”
“En el tercer disparo que se oye, inmediatamente
el chavo que va subiendo se regresa del guamazo. ‘¡Vean lo que hicieron, ya
pasó otra cosa!’ El chavo estaba ahí tirado, ‘¡está sangrando, está
sangrando!’, gritaron. Nada más lo movieron como un metro, metro y medio.”
—¿De dónde salió el tercer disparo?
—Del taller, de entre las láminas… el mismo
lugar donde estaba el policía.
—¿Qué fue lo que hizo después ese agente?
—Se retira de ahí con sus demás compañeros. Ahí
había casquillos, muchos… lo vi bien…
—¿Te dijo algo cuando se fue?
—No. Nada más me volteó a ver... Fueron más de
cinco minutos los que estuvieron disparando.
—¿Viste a alguno de los estudiantes empuñar un
arma?
—No, no vi a ninguno. Lo que se me hizo raro fue
que una persona resaltó más entre todas ellas. Traía algo en el brazo. La
silueta que daba con el trapo que tapaba era un arma.
—¿Viste esa arma?
—La silueta cuando el viento le pegó.
—¿Cómo era esa persona?
—Traía el rostro tapado. Se distinguía más de
los demás. Era muy diferente. El mismo cuerpo, la
corpulencia.
—¿Viste a los policías levantar los casquillos?
—Vi a los policías federales levantar los
casquillos. Recogí un puñado de ellos y me los eché a la bolsa. Llegó uno, el
de la ametralladora con la carrillera grandota y me dijeron “a ver saca lo que
traes en las bolsas”, y les dije que no traía nada, “cómo no, lo que traes en
las bolsas”. Y así, muy discretamente me pidió echarlos en una bolsa… Incluso,
mantas que traían los jóvenes las guardaron ellos.
—¿Porqué estas diciendo todo esto hasta ahora?
—Temo por la seguridad y la integridad de mi
familia.
A Jaime, asegura, lo ha buscado en su casa gente
de la PGR para pedirle que cambie su declaración.
—Me dijeron: “no vas a ser mal visto, mal
recompensado. Olvídate de lo que dijiste. Di que te pusiste debajo de un carro
y que no viste nada…”, que me retractara de lo que vi para no tener problemas
con nadie.
Cuando Jaime acaba de relatar su versión, se
levanta y sale del salón. Camina escondiendo la cara entre la ropa. El Diablo
vuelve a perderse en las calles de Chilpancingo, esperando no ser descubierto.
Claves
Vence arraigo
•La procuraduría estatal aún no determina la
situación jurídica de los 12 policías estatales implicados en el desalojo de
estudiantes de la normal de Ayotzinapa el pasado 12 de diciembre. El arraigo
vence el 17 de enero.
•La fiscalía espera la declaración ministerial
de al menos 30 policías federales que estuvieron en la carretera federal
México-Acapulco, el día de los hechos.
•El pasado lunes la Comisión Nacional de Defensa
de los Derechos Humanos dio a conocer un informe preliminar relacionado con las
indagatorias.
Fuente: Milenio
Enero/11/2012
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