¡Hasta la Madre!
Jorge Valdez Reycen
Jorge Valdez Reycen
Javier Sicilia acuñó, a golpe de prosa, verso y sangre, una frase lapidaria para la posteridad: Estamos hasta la madre de tanto crimen.
Dolorido por la cruenta y despiadada pérdida de su hijo Juanelo, en marzo pasado en un municipio limítrofe de Cuernavaca, Morelos, Sicilia hizo de su oficio de letras un puñado de emociones. Vació su infortunio en el papel, como sus lágrimas. Abrazó una lucha, entonces ajena, como suya. Y fue la paternidad perdida en lo que llama holocausto sin fin, lo que hizo romper miles de silencios.
Ahora marchará, en mayo. Arrastrará su luto, como su lápiz en la piel del papel, que es la misma. Verlo sufrir, es asumir su dolor como propio. ¿Por qué? Será la pregunta más enigmática, como irresuelta, en lo que resten sus días de vida. No hay sosiego en el poeta. Bordea la frontera de la ira, hasta los linderos mismos de la locura.
¿Cómo no estar hasta la madre?
De cuando los adjetivos se agotan, huidizos, emerge el miedo a lo desconocido. Joaquín López-Dóriga, con su rostro descompuesto, grave, adusto, boquiabierto, desafía a su jefe “Polo” Gómez en Tercer Grado para declararse ¡Hasta la madre!
Frase impronunciable en la programación estelar de la televisión, Sicilia la relanzó para solaz del hartazgo, palabra chocante, alejada del caló mexicanísimo de quien bebió hasta ponerse así. O a quien ya no le caben piedras en el hígado, o tragó en demasía. Es lo superlativo del derrame.
Con miedo hasta la madre.
Y aún así nos movemos, impulsados como resortitos de tablero de microbús. Allá, lejos, está mi rancho viejo, fantasmal, con su camposanto lleno de muertos, hasta su madre.
Y la semana santa, en Acapulco, estará hasta su madre de lleno.
El Día del Trabajo, desde Acapulco, a la secretaria de Turismo Gloria Guevara le zumbarán los oídos y le mentarán la madre, como al presidente, en un clamor de estar hasta la madre de juegos perversos.
¿Habrá día en que los sicarios estén hasta la madre de matar?
Darse una asoleada, en Majahua, Pichilingue o la isla de la Roqueta, para ponerse hasta la madre de prieto y ebrio de cerveza, no sería mala idea para olvidarse del miedo, o encararlo con improperios nacidos del duodeno. Total, el pinche colon sólo se inflama y la colitis ya me tiene hasta la madre.
¿Sabe qué? Este artículo ya me dejó ídem.
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