Corría el año de 1999, David Ferrer, nacido en Javea, España, era ferviente seguidor del Barcelona y soñaba con ser profesional del deporte. Viviendo en la ciudad condal, David rápidamente se hizo "hincha" del club blaugrana y consagró su vida al mundo del tenis, luego de tener una experiencia única de vida.
El actualmente bicampeón del Abierto Mexicano de Tenis se enfadó con su entrenador, Javier Piles, quien lo llevó al límite en lo físico y en lo deportivo. Ferrer, cansado de tanto martirio se animó a tirar la raqueta y se puso a trabajar como albañil.
David, quien ganó 30 euros por llevar ladrillos de un lado al otro y jalar una carretilla durante una semana, quedó convencido de que lo suyo era el deporte, que tenía las cualidades para sobresalir y se arrepintió de aventar al viento sus esperanzas y sueños como tenista de la "Armada Española".
Hoy en día, Ferrer, número 6 del mundo, recuerda esta anécdota con cariño, ya que se dio cuenta de lo privilegiados que son los jugadores de la gira de la ATP.
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