COAHUILA.- Con casi 63 años de casados, 19 hijos y más de 150 nietos, bisnietos y tataranietos, María del Carmen Esquivel Lucio de 86 años de edad y Gonzalo Hernández Garza de 78 años, son felices
, aseguran que nunca se han enojado, él afirma que jamás le pegó, le gritó ni la insultó, tampoco le fue infiel y que se quieren para toda la vida.
, aseguran que nunca se han enojado, él afirma que jamás le pegó, le gritó ni la insultó, tampoco le fue infiel y que se quieren para toda la vida.
Así como después de su boda el 17 de marzo de 1948, cuando tenía 16 años ella todavía cocina en su estufa de leña y él le acarrea los pedazos de madera para prender el fuego en su tierra natal, .Ejido Refugio de las Casas, estado de Coahuila.
Se sienten muy orgullosos de que su familia esté unida y ninguno de sus hijos se haya divorciado.
Todos los visitan, los procuran, les ayudan con lo pueden.
La primogénita fue Juana, nació el 28 de mayo, siguió José el 5 de marzo del año siguiente, Francisco, María del Rosario y el último Luis.
Todos trabajan, algunos en fábricas, son hombres y mujeres de bien, rectos, afirman sus padres.
¿Su consentido? pregunto y Doña María responde sin titubear: "Todos me dolieron igual" y sostiene que nunca hizo distingos entre ellos, a todos los crió con pecho pues en ese entonces no se usaban los biberones y les puso mantillas porque tampoco había pañales desechables, como ahora.
Ambos son muy trabajadores, se levantan al alba, el es campesino temporalero, todavía siembra maíz, frijol o trigo, y en entrevista con esta casa editorial coinciden en que no tienen ningún secreto pues están unidos porque además de quererse aprendieron a convivir en las buenas y en las malas y, sobre todo a respetarse.
"Yo jamás la engañé, era muy bonita, delgadita y me enamoré de ella cuando la miré y todavía hasta la fecha es la única", dice el esposo quien sonríe encantado al rememorar el momento en que conoció a la que es su mujer y quedó prendado de su belleza.
Desconocen que hoy 14 de febrero se celebra el "Día de San Valentín", Doña María dice que no entiende como es que en esta época hay tantos divorcios si se cuenta con tantas comodidades y aparatos que facilitan el trabajo en el hogar, como la lavadora, estufa de gas, licuadora, plancha y las parejas tienen para entretenerse la televisión, el cine.
Considera que los muchachos de ahora "le huyen al matrimonio" porque no quieren responsabilidades ni obligaciones, pese a que no les falta nada, pues quienes cuentan con empleo reciben un salario y muchos hasta tienen carro o camioneta, mientras los campesinos carecen de un ingreso seguro, todo depende de que haya cosecha y la puedan vender.
"Las mujeres de antes, --apunta-- lavábamos la ropa a mano, acarreábamos agua para lavar los trastes, molíamos el nixtamal en el metate, yo hacía 7 kilos diarios de maíz y echábamos tortillas a mano, cocinábamos con leña, ahora van a la tortillería o a la tienda y compran lo que necesitan".
"Nosotros íbamos al monte a cortar nopales, quelites, cabuches (botón de la flor de biznaga), huitlacoche, flor de palma, y otros vegetales silvestres, a veces había elotes, papas, calabacita, huevos, frijoles, sopa, o carne eso era lo que hacíamos de comer, ahora todo lo compran", añade y pregunta: ¿de que se quejan?.
En esta comunidad rural, que está a unos 45 kilómetros de Saltillo, a mediados del siglo pasado no había más de un centenar de habitantes, se carecía de todo, de energía eléctrica, agua, luz, drenaje, teléfono, transporte. El camino era de tierra y piedras, apenas se los acaban de pavimentar en el gobierno de Humberto Moreira, pero caminaban 7 kilómetros, dos horas y media, para llegar a la carretera y viajar a la ciudad, ni siquiera tenían escuela.
Después de mucho tiempo lograron que les construyeran la primaria "Venustiano Carranza" que llegó a tener 50 alumnos, entre ellos los hijos de la pareja, quienes llenaban dos salones, pero hace poco las autoridades educativas la tuvieron que cerrar pues la gente empezó a emigrar en busca de empleo y ya no hay niños en el ejido.
A la labor Con sus 78 años a cuestas Don Gonzalo todavía va a la labor, todos los días recorre a pie 6 kilómetros de ida y vuelta, en ocasiones va dos veces a su parcela y es el doble 12 kilómetros, pues también es el responsable de traer la leña para que haya fuego en el fogón.
Aunque desconocen que hoy 14 de febrero se celebra el "Día del Amor y la Amistad" esta pareja es, sin duda, ejemplo de amor verdadero, el que se da sin condiciones ni exigencias, pues su vida aquí en el campo, casi en medio de la nada, no fue fácil, pero aún así son felices con su familia, siguen trabajando, no están enfermos ni padecen diabetes.
"Tuve 19 hijos, los que Dios nos dio, (de los que viven 16) los primeros uno por año, luego más espaciados al año 3 meses", comenta la mujer y se ríe al rememorar que casi siempre estaba preñada y daba a un luz en su casa con la ayuda de una partera porque no había médico, ni siquiera luz ni agua en el ejido.
Platica que a los 15 años se enamoró a primera vista de Gonzalo: "Lo conocí en un baile, me gustó porque era muy guapo, fue mi único novio, un año después me pidió en matrimonio y aquí seguimos, nos llevamos muy bien y nunca hemos tenido problemas".
Doña María todavía cocina en su estufa de leña, aunque ya centenaria, se la compró su esposo, le costó 400 pesos.
La estufa es color blanco, ya ni siquiera tiene marca pero si un horno para el pan, depósito donde calentar el agua, un tubo para que salga el humo, sus quemadores y el comal donde coció miles y miles de tortillas de harina y maíz que "capoteaban" sus hijos y su marido cuando les daba de almorzar comer o cenar.
Su casa es grande, con una decena de camas, sin embargo la cocina es el corazón de su hogar, con largas sobremesas conviven con su familia, les dan consejos y les demuestran su cariño, costumbres que, lamentablemente se han perdido en muchas familias.
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